El 14/8/2011, Luces publicó esta crónica de Fernando Vivas sobre la película “Dark Passage” que incluye un insólito final con Bogart y Bacall en Paita.
Bogey ya lleva cuatro muertos, incluida su esposa, que no son de su autoría, pero se los cargan a su prontuario pues la verdad no se ve clara en un filme tan 'noir' como “Dark Passage” (1947). Lo único que quiere Vincent Parry, o sea Bogey, es huir lejos a un recóndito lugar cuyo nombre solo puede compartir con la mujer de su vida. En ese trance se encuentra, en el minuto 102 (pésquenlo en DVD o You Tube), cuando decide llamar a Irene Jensen, o sea, Lauren Bacall, desde una cabina en San Francisco, y le susurra: “There's a little town in the coast of Peru, Paita, repeat it”. Y Lauren, devorando las 'p' con disfuerzo, repite: “Paita, in Perrrru”.
Desde ese momento, Bogart, o sea, Parry, no tiene nada que hacer en California. No posee siquiera identidad, pues se ha cambiado el rostro para huir de la silla eléctrica y necesita un pasaporte falso. Toda la paranoia antifascista y anticomunista de la guerra, los amores perdidos para siempre, la judicialización de sus metidas de pata, la negrura y la niebla que en temporadas pasadas lo llevaron a conspirar en “Casablanca” (1942), Panamá (“Across the Pacific”, 1942) o Marsella (“Passage to Marseille”, 1944) se ha condensado tanto que ya no ve ningún futuro en América. Solo puede soñar con renacer en otra América, la del sur, y allí va, en el 'happy end', a una epifanía nocturna con el mar, Bacall, un daiquiri, una rumba y una idea tan ignorante como maravillada del Perú.
El bobo de la luna
La segunda vez que vi “Dark Passage” me propuse ir a Paita y ver su luna como un cinéfilo bobo. Sabía que no encontraría ninguna referencia a la película rodada en California pero tenía que descartarlo con mis propios pies. Caminé por la acera, ni siquiera malecón, pues se confunde con la orilla, visité la pequeña casa donde vivió desterrada Manuelita Sáenz, pobre y de espaldas al mar, y me alojé en la Casa Raygada, palacete reconvertido en hostal barato.
Paita muere temprano, antes de la cita de Vincent e Irene en ese bar que parece de Veracruz o de La Habana pero no de este puerto que a medianoche ronca. Al caminar hacia la única disco recibí la coqueta invitación del trans local y, una vez en el antro ajeno al mar, me intimidé por la borrachera de uno de esos narcos que pululan por allí. De vuelta en mi decadente palacete, me senté en la terraza de mármol carcomido a ver la luna de Paita junto a un par de estrellas, Bogart y Bacall, bailando una rumba.
Corre, Kimble, corre
“Dark Passage” no fue idea de Delmer Daves que escribió el guion y la dirigió. La Warner Bros compró la novela que David Goodis, uno de los grandes de la 'serie negra', publicó por entregas en el “Saturday Evening Post”, en 1946.
Leí a Goodis. El guión es fiel pero tiene un cambio singular: Goodis no menciona a Paita sino a Patavilca (sic). Asumo que se trata de Pativilca, pero el buen Goodis habrá copiado el nombre de un mapa con erratas. No importa, pues para Parry se trata de un sueño escapista a un pueblo costero similar a los que aparecen en los folletos turísticos que evoca en sus depresiones (pág.152, Zebra Books, 1988). Fue Daves, entonces, quien miró otro mapa y presumo que descartó 'Patavilca' por errada y cacofónica, y prefirió a Paita.
A Goodis no le habrá importado ese detalle cartográfico pero saltó hasta el techo en 1963, cuando la ABC estrenó “The Fugitive” y vio que la fuga de Richard Kimble tenía motivos muy parecidos a la de Parry. Entabló un juicio, engorroso y célebre en la historia de los derechos de autor, que le dio la razón en 1974, años después de su muerte en 1967. Kimble sigue corriendo tras el misterioso hombre manco y Bogey y Bacall pasean de la mano mirando la luna de Paita.