"Deporte y posibilidad", por Jerónimo Pimentel. (Foto: Jesús Saucedo)
"Deporte y posibilidad", por Jerónimo Pimentel. (Foto: Jesús Saucedo)
Jerónimo Pimentel

Los Juegos Panamericanos han pasado de ser un encargo inexplicable a convertirse en un motivo de orgullo. En el medio de esta súbita metamorfosis la organización del evento se convirtió, hace unos años, en materia de debate entre quienes lo entendían como un gasto superfluo y entre quienes veían una oportunidad para reconstruir el sistema deportivo peruano. La emoción popular que ha generado la ceremonia de inauguración, junto con el éxito de los atletas peruanos en el medallero, invitan a creer que este puede ser un punto de quiebre.

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Los problemas extradeportivos que han atentado contra estos Juegos no se deben desdeñar: oposición de figuras públicas, instrumentalización política para atacar al gobierno, fenómeno de El Niño, renuncia presidencial, desconocimiento de la población de la mayoría de disciplinas, ausencia de periodistas calificados para cubrir la gran mayoría de pruebas, instituciones tomadas por la corrupción, ausencia histórica de un plan urbano para la ciudad, etcétera. El trabajo de Carlos Neuhaus al mando de Lima 2019, así como el apoyo del Gobierno Británico y la participación del Ejército, entre otros aliados, han sido fundamentales para superar estos retos. Quienes buscan que Neuhaus asuma otras tareas pendientes del Estado Peruano en el fondo festejan la capacidad de articular esfuerzos y torear las marañas burocráticas que impiden la ejecución del gasto público. Los Panamericanos son percibidos, en ese sentido, como una excepción, pero también como una posibilidad.

No todo es alegría, claro. No sin razón hay críticas atendibles al tráfico, que afecta el traslado de los deportistas. Nada ajeno para el limeño, pero una sorpresa incluso para mexicanos y colombianos, con quienes disputamos el ránking de países imposibles de transitar. Ni el pico y placa ni los carriles exclusivos han sido suficientes para mitigar tres tipos de pobreza instalada: en infraestructura vial, transporte masivo y civismo. A ello se suman algunas imágenes contradictorias de estadios vacíos y entradas agotadas, que pueden reflejar tanto una reventa furiosa como un desbarajuste logístico. Finalmente, algunas noticias tristes como el control positivo de Mauricio Fiol han sido los contrapuntos amargos de lo que, por otra parte, viene siendo el mejor desempeño de Perú en su historia.

La pregunta inevitable, aunque todavía prematura, es ¿y ahora qué? Lo lógico sería dirigir los recursos hacia aquellas disciplinas donde tenemos capacidad de destacar, así como aprovechar la enorme inversión hecha. Si países como Colombia han logrado establecerse como potencias en ciclismo, o México como una fuerza internacional en boxeo, viene siendo hora de que el Perú tenga claro su lugar en el mundo olímpico. Lo evidente sería pensar en fondismo (Huancayo), tiro (a lo que se puede añadir otros deportes de precisión), surf (así como otras disciplinas acuáticas) y deportes de contacto en pesos ligeros. Sin embargo, es necesario que esta discusión sea abierta y la política que se aplique, consistente. Los Panamericanos son también una invitación para pensar el futuro de manera seria. 

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