Francisco Dallmeier. (Foto: Hugo Pérez / El Comercio)
Francisco Dallmeier. (Foto: Hugo Pérez / El Comercio)
Renzo Giner Vásquez

Nací en Caracas hace 64 años. Estoy casado y tengo dos hijos. Estudié Biología en la Universidad Central de Venezuela, fui director del Museo de Historia Natural de Caracas y hoy dirijo el Centro para la Conservación y Sostenibilidad del Smithsonian Institution.

Desde el 2012 se han deforestado 4.440 hectáreas en la zona de amortiguamiento de Madre de Dios, de acuerdo con la Amazon Conservation Association. Las causas giran en torno a la minería ilegal, la tala indiscriminada y el crecimiento poblacional irresponsable.

En este contexto, el doctor Dallmeier se encuentra levantando información en esa zona de nuestro país, como parte de una iniciativa que busca crear un corredor de paisaje sostenible liderado por Inkaterra Asociación, Usaid y otras empresas privadas.

— Esta no es su primera experiencia en el Perú...

No. Cuando recién llegué a Smithsonian se había firmado un acuerdo con la ONU para monitorear la biodiversidad en áreas protegidas en el mundo. Mi primer proyecto fue en el Perú, en el Manu. El Perú es como mi segunda tierra, trabajé durante los períodos de conflicto y he podido ver cuánto ha cambiado.

— ¿En qué consistía ese proyecto?

Hicimos un mapeo de la biodiversidad. Si no sabes lo que tienes, no lo puedes manejar, ni darle un valor. Gracias a ello pudimos definir un mejor monitoreo. En 1995 la compañía Shell fue al Smithsonian para decirnos que exploraría la zona de Camisea y querían hacerlo bien. En aquella época trabajar con la industria era casi un pecado mortal para una institución prestigiosa como el Smithsonian, pero un directivo del instituto nos hizo ver que era importante integrar la conservación en el desarrollo.

— ¿Y cuál fue el resultado?

Resultó siendo la mejor experiencia de mi vida. Es importante recordar que el desarrollo económico es el motor principal para el desarrollo social pero ambos se basan en el ambiente. Todo está conectado, no puedes hacer una carretera o entrar en minería sin que te importe nada porque si no, todo colapsa. La Tierra es finita, no hay suficiente espacio para seguir haciendo esto sin consecuencias.

— Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), dos tercios de los animales salvajes habrán desaparecido en el 2020.

A lo que tenemos que apuntar ahora es a ver si se puede proteger a la mitad de la biodiversidad del mundo, ya la otra mitad se fue y vamos en la dirección de tumbarnos lo que queda. Debemos trabajar todo desarrollo con conservación, si no se hace organizadamente, vas a tener una hidroeléctrica junto a un minero y una línea de transmisión, vas a generar un impacto acumulativo. Si se abre una carretera, se debe pensar como ecoamigable, respetando la biodiversidad y las áreas críticas.

— ¿Cómo llegó a Madre de Dios?

Gracias a una empresa que buscaba extraer gas, nos pidieron un estudio en una zona alejada pero decidimos ampliarlo a toda la región y ver qué había pasado con el uso de la tierra en los últimos 30 años. Obtuvimos imágenes satelitales desde 1993 y las comparamos con otras del 2003, 2013 y 2017.

— ¿Qué encontraron?

Primero debo explicarte que Madre de Dios cruza el corredor Vilcabamba-Amboró, el corazón de la biodiversidad. La mayor biodiversidad del mundo está en el Perú, incluye áreas protegidas de Vilcabamba, el Manu y sigue hasta Bolivia. El panorama que encontramos fue preocupante. Entre el 2010 y el 2013, cuando la carretera Interoceánica fue pavimentada, hubo un cambio acelerado. Lo que preocupa es que esa carretera corta el corredor, lo deja desconectado.

— ¿Qué consecuencias trae esa desconexión?

Si no tienes conectividad, empiezas a crear islas de bosques menos viables a largo plazo. Si tienes un parche de 100 o mil hectáreas, en 15 o 20 años pierdes al menos el 50% de la biodiversidad, seguirá verde pero sin diversidad. La conectividad permitió que la vida evolucionara.

— Usted hace una analogía entre los bosques y el cuerpo humano...

Si analizamos un cerebro normal, veremos cómo se conectan las neuronas impulsando al cuerpo a hacer diferentes cosas. A medida que el cerebro empieza a perder conectividad se ven islas funcionales que no coordinan entre sí. Cuando toda conectividad se pierde en el cerebro se genera el Alzheimer. Ahora podemos decir que estamos al borde de un Alzheimer de biodiversidad.

— ¿Es reversible?

Todo depende de conectividad y tamaño. Si logramos mantener el corredor conectado, así venga el cambio climático, habrá resiliencia. En ese corredor tienes gradientes altitudinales y longitudinales. El bosque plano, como el de Brasil, no tiene adónde ir si la temperatura se eleva demasiado, acá no pasa eso. Pero si no hacemos nada, para el 2040 Madre de Dios perdería la conectividad del corredor por la carretera y el desarrollo alrededor de ella. Para el 2100 las áreas de alta biodiversidad serían islas, se perdería el área más importante para el mundo. Tenemos 25 años para hacer algo y que estos conectores sean sustentables, manteniendo la conectividad del paisaje.

— ¿Hay algún ejemplo que nos sirva para entender qué pasaría si no actuamos?

No hay uno, hay cientos. Sin ir muy lejos, el bosque atlántico de Brasil era uno de los más ricos en biodiversidad. Hoy en día solo existe el 7% de ese bosque y en islotes, se ha perdido más del 50% de la biodiversidad en la zona, el costo que estima Brasil para recuperar ese bosque en un 30% bordea los 200 y 300 millones de dólares por año.

— ¿Qué se puede hacer con los mineros y madereros ilegales?

Como opinión personal, trabajar desde todos los sectores, es función de todos los ministerios tener un plan coordinado en el que se piense en infraestructura verde. Hay que entender que esta gente es extraordinariamente pobre y está sentada sobre la mejor mina del país, muchas veces no encuentran qué más hacer.

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