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Cristo del descendimiento: Devoción con espíritu virreinal - 3
Jorge Malpartida Tabuchi

Dentro de la capilla de Nuestra Señora de la Soledad está a punto de comenzar una tradición de Semana Santa con casi 400 años de antigüedad. La bulliciosa Lima del siglo XXI se queda afuera del portón de madera y ahora nos sumergimos en el luto y recogimiento que solía vivirse en el virreinato durante las tardes de Viernes Santo.
En la iglesia, los integrantes de la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad esperan en silencio la ceremonia del Santísimo Cristo del Descendimiento, ritual que recrea el traslado del cuerpo de Jesús desde la cruz hacia el sepulcro.  

La iluminación con velas, los cantos en latín y la vestimenta de los asistentes hacen más solemne este momento. Las mujeres, conocidas como las manolas, llevan puestas mantillas negras de encaje y peinetas altas. Los hombres (los nazarenos) visten antiguas túnicas blancas con oscuros escapularios. De no ser por los celulares y cámaras digitales que utilizan algunos de los cófrades, este podría ser un viaje al pasado.  

A las 4:45 p.m. comienza la ceremonia. Al fondo del templo se encuentra crucificada la escultura del Cristo del Descendimiento, una joya del arte barroco elaborada en 1620 por Pedro de Noguera. La imagen que mide 1,70 metros y tiene articuladas sus extremidades y el cuello, es bajada de la cruz por un grupo de cófrades. 
Luego, hacen descansar la figura de cedro sobre un sudario. Como parte del ritual fúnebre bañan a Cristo con esencia de nardo, mirra y romero. Los algodones impregnados con el perfume se reparten entre el público para que puedan recibir la gracia divina.  

Después del baño, los hermanos levantan a Cristo y comienzan a llevarlo a una urna colocada al ingreso del templo. Mientras suenan los cantos gregorianos, se escuchan los sollozos de algunas de las mujeres de luto. Ver de cerca el rostro de Cristo lleno de hematomas y heridas es conmovedor para el católico devoto.  

El ritual culmina con el descanso del Cristo dentro del sepulcro. En un rato, el anda saldrá en procesión por las calles del centro. Jesús irá resguardado por una imagen de Nuestra Señora de la Soledad. El séquito de cófrades saldrá a la calle muy silencioso para acompañar a la madre en su dolor. 

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