Tiempo de cruces, por Rolando Arellano
Tiempo de cruces, por Rolando Arellano
Rolando Arellano C.

Sin duda los crucigramas, y en especial el Geniograma, ese rompecabezas de tantos años de El Comercio, tienen un significado profundo para muchas personas. Quizá más profundo que el que les hemos alguna vez reconocido.

En mi caso, tienen gran valor afectivo, pues apenas los veo pienso en mi padre don Carlos, sentado cada sábado (día del Geniograma anteriormente) con un diccionario al lado, tratando de llenar los intrigantes cuadritos. Y tenía mucho más significación aun para él, pues mientras se encontraba internado en la clínica a sus 90 años, al salir del coma de un problema que luego se lo llevaría, su primera palabra fue “torcaza”, al recordar un dato que le había quedado inconcluso en una casilla.     

Los buenos crucigramas también tienen un sentido práctico, pues son un testigo vivo del momento, ya que, más allá de preguntar por Einstein o la capital de Finlandia, nos piden conocer, y nos hacen saber, lo que es importante en la actualidad. De hecho, creo que aparecer allí es prueba de quién es relevante en el Perú, y por ello me encanta ver a personajes como nuestro literato Alonso Cueto o el Dr. Richard Webb, analista profundo de la sociedad peruana.

Y el empeño de tanta gente en resolverlo indica que en el país hay muchas personas en la máxima jerarquía de necesidades de Maslow, a la que solo llegan quienes por encima de comer o vestirse, o buscar seguridad, amigos o poder, quieren autorrealizarse. Con el crucigrama se miden contra sí mismos, pues completarlo es como llegar a la cima del Huascarán en solitario. Sin ‘selfies’, con la única utilidad aparente de saber que pudieron, y de sentirse genios en medio de los problemas de la vida diaria.

Creo que los crucigramas además son un buen símil de la preocupación por el otro que exigen las empresas y sociedades para funcionar adecuadamente. Si en una empresa gerentes, trabajadores y accionistas tratan de llenar sus líneas sin considerar las de los otros, la empresa no durará mucho. Y de la misma manera, si en una sociedad nos preocupamos solo por las casillas horizontales de nuestros deseos y necesidades y no consideramos las casillas verticales de nuestros prójimos de raza, ideología, sexo, género o posición social distinta, tendremos un resultado deficiente. Como un crucigrama que no podremos mostrar a otros con orgullo y del que nunca estaremos realmente satisfechos.

Pero lo mejor de todo es que quien llena un crucigrama gana sin que se necesite para ello que otro pierda. Generando un sentimiento de paz que creo es muy cercano al de estos días de cruces, de la Semana Santa, que acaba de pasar.

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