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vinicunca
Josefina Miró Quesada

“Welcome to the Mountains Colors”, dice un cartel escrito con tiza en la entrada. Con una bandera del Tahuantinsuyo al lado, el letrero da la bienvenida al distrito de Pitumarca, en la provincia de Canchis, Cusco. Ahí empieza uno de los dos caminos que llevan hacia el Vinicunca o montaña de los siete colores.

En Pitumarca, los comuneros usan trajes tan coloridos como el paisaje que los rodea. Los hombres llevan ojotas sin medias y pantalones a media pierna; las mujeres, polleras negras con franjas multicolores y calentadores en las pantorrillas. Todos lucen los talones desnudos y verlos es una clase magistral de cómo soportar una temperatura de 5 grados para los turistas que vamos abrigados hasta los huesos.

Para llegar a la montaña desde el Cusco hay que salir aproximadamente a las 3 a.m. El viaje en auto a Pitumarca dura unas tres horas. Ahí, los visitantes suelen tomar desayuno para después soportar un camino por montañas sin guardavías que causan vértigo mirar. Terminadas las curvas, se llega a una explanada de cemento donde estacionan los vehículos y comienza el ascenso a pie o a caballo.

Los comuneros de Pitumarca gestionan por completo el negocio turístico en el lugar. Cobran US$3 (unos S/10) de peaje, venden bebidas y snacks, instalan basureros, vigilan la zona y limpian las heces que deja el ganado que crían. Además, a lo largo de la ruta ofrecen sus caballos a los turistas para acortarles la carrera y paliar así, los malestares de la altura. El alquiler está a S/80 pero se puede regatear.

El tiempo de la caminata varía según el medio. En principio, a pie o a caballo, toma entre dos horas y media a tres. “Ellos [los comuneros] administran el 100% del ingreso al turismo”, comenta el alcalde de Pitumarca, Teodocio Huancachoque.

—Desde el mirador—
Al Vinicunca le dicen montaña de siete colores o ‘rainbow mountain’ (en inglés). Pero si uno mira con detenimiento, notará que no están los siete colores del arco iris. El azul, por ejemplo, está en el cielo, no en el cerro; y el blanco, que proviene de la arena de cuarzo, no es un color del arco iris. Tampoco es como lo presentan las agencias de viaje, que abusan del Photoshop y saturan al límite la imagen.

La montaña es bella, sin duda. Pero quizá lo más gratificante de subir a verla no es solo ella sino la sensación de logro, de haber soportado un ascenso hasta los 5.200 metros. Mantenerte estable en el mirador, además, es un reto. Nada te sostiene de un ventarrón, salvo tus pies clavados en la tierra.

—¿Protegida?—
La montaña Vinicunca está cercada con una soga y estacas que buscan protegerla de quienes se atrevan acercarse más de lo debido. Pero no es suficiente. El diario “The New York Times” advirtió hace unos meses del peligro ecológico que enfrenta por la acumulación de residuos sólidos que ha dejado el masivo flujo de turistas.

“Nosotros hemos pedido a la Dircetur [Dirección Regional de Comercio Exterior y Turismo del Cusco] que se asesore [a los comuneros] en el mantenimiento de estos [espacios], pero no responden”, señala el alcalde Huancachoque. Añade que las veces que han intentado intervenir en la montaña ha habido protestas de la comunidad y hasta toma de local.

El lugar es un atractivo turístico relativamente nuevo. Así lo sostiene Eva Fernández, directora de Comercio Exterior de la Dircetur del Cusco. Según cuenta, hace aproximadamente ocho años unas agencias de viaje la descubrieron mientras exploraban la zona. “Pero recién hace cuatro se ha vuelto un ‘boom’”, agrega.

—Conflicto de a dos—
El cerro se encuentra entre las comunidades de Pitumarca y Cusipata. El camino más corto para llegar lo ofrece la segunda, pero recién se está abriendo paso como opción por las agencias. Al Vinicunca siempre se ha llegado por Pitumarca, que capta la mayoría de turistas, pero Cusipata está invirtiendo de a pocos en mejorar sus servicios para atraerlos.

La disputa por el ingreso a la montaña ha causado algunas fricciones. “El motivo es el beneficio económico”, señala Eva Fernández. La Dircetur, que fiscaliza que los guías estén acreditados, también organiza mesas técnicas con los representantes de las dos comunidades a fin de limar asperezas. Ahí, discuten también con funcionarios del OEFA el tratamiento ambiental que debería darse en las zonas.

Al conflicto territorial entre ambas comunidades, se suma ahora la discusión sobre una mayor protección del atractivo. Más aun, luego de ser alertados sobre el riesgo de ser concesionada a empresas mineras. Este lunes, la Dircetur convocará a otra mesa técnica para discutirlo con todas las autoridades competentes.

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