Madai y Liz, dos peruanas que demuestran que pese a las desigualdades y los prejuicios instalados en nuestra sociedad, el trabajo y la constancia personales pueden generar grandes cambios. (Foto: Hugo Pérez / Frankfurt Zoological Society - Perú)
Madai y Liz, dos peruanas que demuestran que pese a las desigualdades y los prejuicios instalados en nuestra sociedad, el trabajo y la constancia personales pueden generar grandes cambios. (Foto: Hugo Pérez / Frankfurt Zoological Society - Perú)



Las universidades más prestigiosas a los pies de Madai



Madai Urteaga Quispe era una niña que soñaba con ser presidenta del Perú. Su padre, Eduardo Urteaga, profesor de educación primaria en una escuela rural y su madre, Nelly Quispe Cabrera, ama de casa, le enseñaron que ella podía ser lo que quisiera. Hoy, con 23 años, Madai ha logrado ingresar (con todo pagado) al programa de doctorado en seis de las universidades más prestigiosas del mundo. En unas semanas viajará a los Estados Unidos para decidir si será en Harvard, Princeton, Berkeley, MIT, Cornell o Columbia donde pasará los próximos cinco años.

A los 14 años, Madai dio el primer gran paso en su corta y brillante historia. Era la primera en su escuela y el director sugirió a sus padres que postulara al Colegio Mayor Secundario Presidente del Perú, creado para captar a los mejores escolares del país. Ingresó primera en toda Cajamarca, su ciudad natal. Viajó a Lima para integrarse a un grupo de 600 alumnos de todo el país y en los siguientes dos años, relata, conoció la diversidad el Perú a través de sus compañeros. Esto marcó en ella un compromiso de retribuir en el futuro lo que invertían en ella.

En el 2011 Madai terminó primera en la segunda promoción de lo que luego se llamarían los Colegios de Alto Rendimiento (COAR). Con eso se convirtió automáticamente en becaria del patronato del Banco de Crédito del Perú (BCP) que le permitió estudiar con todos los gastos pagados la carrera que quisiera en la universidad que quisiera. “Decidí estudiar Ciencia Política porque creo que te da suficientes herramientas para entender la realidad del Perú y usar esos conocimientos para plantear soluciones”, relata.

Sentada desde una de las carpetas de la Facultad de Ciencias Sociales en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), Madai recuerda lo duro que fue para ella dejar a su familia en Cajamarca y mudarse a Lima tan joven, pero también se reconoce como un ejemplo que prueba que invertir en educación puede cambiarle la vida a una persona al aumentarle las posibilidades con las que no nació.
“Escuchas muchos discursos en el sentido de que importa mucho el esfuerzo personal, que si te esfuerzas mucho saldrás adelante: Si y no. Hay algo que entender: si naces fuera de Lima, si eres indígena o mujer eso limita tus oportunidades para hacer cosas. En eso se tiene que pensar. Con esfuerzos como el COAR o las becas se trata de nivelar estas desigualdades”, reflexiona.

Hace año y medio se graduó nuevamente primera de su promoción de Ciencia Política, antes hizo un semestre de intercambio en la Universidad de Cardiff en el Reino Unido. Desde entonces ha sido asistenta de investigación y coautora en varias publicaciones junto a Eduardo Dargent. Admira el trabajo de politólogas como Theda Skocpol y Alissia Holland, investigadoras estadounidenses que la motivaban a soñar con estudiar el doctorado allá.

Trabajó en los últimos años para pulir su perfil orientado a la investigación y postular a los programas de doctorado en Estados Unidos. Dice bromeando que presentó varias aplicaciones porque creía que al menos una tendría que aceptarla. El resultado fue la bienvenida en seis de las siete postulaciones. La séptima: Cornell, aún no ha respondido. Así que la trayectoria de su puntería podría terminar en 7/7.

Madai confiesa que hay una clave fundamental en su camino: su madre. “Mi papá es educador, él pudo estudiar y mi mamá se quedó en casa a cuidar de los hijos. Mi mamá, incluso más que mi papá, estuvo siempre muy enfocada en darme educación. Ella me lo dice claramente: ‘lo que tú has logrado es lo que yo hubiera querido lograr para mí’”, dice Madai con mucha admiración.

Admite que en todos los pasos importantes de vida los ha tomado sin miedo porque su mamá tiene una frase que le devuelve la seguridad: “Hazlo, tengo la corazonada que todo te va a salir bien”. Madai dice que no ha abandonado su sueño de niñez pero prefiere dejarlo latente mientras continúa con su formación. De seguro cuando le toque tomar aquella decisión, será la señora Nelly quien tendrá la corazonada final.

Liz Chicaje Churay: “Ser indígena, mujer y madre no es fácil pero lo más importante es lo que uno tiene dentro”

Liz Chicaje Churay recuerda que cuando era niña había un lugar del que hablaban sus padres y abuelos. Ella lo imaginaba como un espacio fantástico y sagrado de donde salían historias míticas, del que se decía era donde llegaban los animales para aparearse. Una especie de bóveda donde se atesoraba la diversidad de esta porción de selva amazónica de Loreto.

Esta era la idea que Liz tenía en mente minutos antes de pararse frente a los representantes ambientales más importantes del mundo y explicar la necesidad de crear el Parque Nacional de Yaguas. Desde el estrado de la COP23 en la ciudad de Bonn (Alemania) en noviembre de 2017, Liz dio el impulso final para hacer realidad la categorización de esta zona reservada de Loreto en enero de 2018.

Liz nació hace 34 años en la comunidad nativa de Boras de Pucaurquillo, una población asentada desde la década de 1940 en el margen derecho del río Ampiyacu, distrito de Pebas en la provincia de Mariscal Ramón Castilla (Loreto). La herencia de una historia de desigualdades y abuso desde la época de los patrones del caucho, afianzó en ella un sentido de defensa de los derechos indígenas y de trabajo para lograr su seguridad territorial.

“Tomé seguridad en mí misma cuando trabajaba en el instituto bíblico. Eso me dio impulso para verme a mí misma como lideresa. Luego a los 30 años fui candidata a regidora a la alcaldía de Pebas. No ganamos pero al año siguiente me eligieron presidenta de la Federación de Comunidades Nativas del Ampiyacu (Fecona)”, dijo.

En ese cargo, Liz Chicaje tuvo que buscar consensos entre la población de las cuencas del Putumayo y Ampiyacu, para que juntos hicieran frente a las nuevas amenazas contra la Amazonía: la tala ilegal, la minería ilegal y la pesca ilegal. Recuerda, que sabía que era necesario lograr la creación de parque nacional. Como madre de cinco hijos, Liz reconoce que sin la ayuda de su esposo y sus niños no habría podido avanzar.

“Ser indígena, mujer y madre no resulta fácil para una lideresa, hay mucha resistencia de muchos otros líderes indígenas hombres pero lo más importante es confiar en lo que uno tiene dentro, en trabajar muy duro y ser perseverante. Es algo que aprendí de mis padres”, relata.

Estamos 22 de enero y Liz está a unas horas de recibir el Premio Franco – Alemán de Derechos Humanos y Estado de Derecho de manos de los embajadores de ambos países en Lima. Llegó un día antes, tras un viaje de 17 horas por lancha desde su comunidad y una hora y media más de vuelo desde Iquitos. Es la única peruana en ganar esta distinción entre otros 14 promotores de derechos humanos a nivel mundial. Sin embargo, al hablar de sus logros, Liz prefiere hacerlo en plural y resaltar el trabajo en conjunto.

“Este es un reconocimiento a todas las comunidades nativas. Esto es gracias a nuestro esfuerzo y eso nos impulsa a seguir adelante”, dijo durante su discurso de agradecimiento.

En los próximos meses trabajará junto a un grupo para crear el plan maestro del Parque Nacional Yaguas. Le interesa continuar impulsando la nutrición de los niños de los niños de su comunidad y generar más actividades productivas a favor de la población en la cuenca del Ampiyacu. Liz sale de la casa del embajador de Alemania preocupada en llegar pronto a su hospedaje, su hija de tres años se ha quedado dormida en sus brazos. “Hoy ha sido un día demasiado agitado para ella”, dice bromeando.

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