Dos países informales, por Iván Alonso
Dos países informales, por Iván Alonso
Iván Alonso

La India, como el Perú, emprendió a principios de los años ’90 un proceso de reformas económicas que resultaron en una tasa de crecimiento anual de 7% por los siguientes 20 años y bajaron el índice de pobreza a la mitad. La India, como el Perú, tiene también un vastísimo sector informal, que emplea a la gran mayoría de su fuerza laboral. ¿Por qué, a pesar del crecimiento económico, ninguno de los dos países ha podido avanzar en formalizarse?

Podemos encontrar una explicación en el libro Why Growth Matters (“Por Qué Importa el Crecimiento”) de Jagdish Bhagwati y Arvind Panagariya, dos economistas indios de la Universidad de Columbia. Las empresas formales en la India viven bajo una montaña de regulaciones laborales. Leyes que limitan la flexibilidad para cambiar las tareas asignadas a un trabajador; que regulan las causales de despido; que dificultan el cierre de unidades antieconómicas. Otras que prescriben en detalle cada cuánto se debe limpiar o pintar un establecimiento de trabajo, qué prestaciones se debe ofrecer y cómo deben resolverse las disputas laborales. Y no todas consistentes entre sí. Un gerente que conoce la situación comenta que en la India uno no puede cumplir con el 100% de las leyes laborales sin, a la vez, violar el 20% de las mismas.

La más importante de todas, por su impacto en la estructura económica, parecería ser una ley de 1926 que autoriza la creación de un sindicato en cualquier empresa con siete o más trabajadores. No sorprende, por tanto, que en los sectores intensivos en mano de obra predominen las microempresas. Más del 80% de los trabajadores empleados en el sector de confecciones, por ejemplo, trabaja en empresas de menos de ocho trabajadores (mientras que en China más del 80% trabaja en empresas de más de 50 trabajadores).

Eso no significa que no haya en la India empresas muy grandes. Algunas inclusive están entre las más grandes del mundo en sus respectivos rubros. Pero todas ellas están en sectores intensivos en capital o en personal altamente calificado. Son empresas como Reliance o Infosys, que producen acero, refinan petróleo, extraen minerales o prestan servicios de ingeniería y computación. Las grandes empresas de la India destacan en muchos sectores, pero no en aquellos que podrían utilizar el recurso más abundante que tiene el país: la mano de obra poco calificada.

Sucede que para esas empresas el peso de las regulaciones laborales no es tan importante. La escala de operación, en cambio, es esencial. Para el resto, el costo de la legalidad es extremadamente alto. Las empresas formales, dicen Bhagwati y Panagariya, le huyen a la mano de obra poco calificada. Están dispuestas a sacrificar economías de escala para no hacerse de obligaciones que se multiplican a medida que aumenta el número de trabajadores.

En la India, como en el Perú, la gran mayoría de trabajadores ve limitadas sus opciones de trabajar en una empresa formal y altamente productiva porque son pocos los empresarios –de esos que saben hacer empresa– con la disposición para contratar mucho personal. Se ven impelidos, más bien, a trabajar para empresarios improvisados o convertirse ellos mismos en empresarios, sin tener las habilidades necesarias para desarrollar una empresa. Sin una reforma laboral que despenalice el crecimiento empresarial, la informalidad no tiene remedio. 

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