"Una estrecha franja desértica", por José Carlos Requena
"Una estrecha franja desértica", por José Carlos Requena
José Carlos Requena

Pasan los días y la discusión se asienta: ¿qué hacer cuando pase el temporal? Dentro del Gobierno parecen no terminar de decidirse sobre una figura que centralice las decisiones, o una comisión de ministros o altos funcionarios. Al margen del desenlace, es importante no perder de vista algunos aspectos que la emergencia ha desnudado, sobre todo en la costa, donde vive cerca de un tercio de la población nacional. 

Solo las costeñas provincias de Lima, Piura, Trujillo (La Libertad), Chiclayo (Lambayeque) y el Santa (Áncash) cobijan, en conjunto, a cerca de 12 millones de personas, que constituyen el 38,2% de los habitantes del país. 

Los consensos más extendidos tienen que ver con la necesidad de reubicar a las poblaciones asentadas en cauces de río a zonas más seguras, y con la urgencia de construir infraestructura que proteja las zonas urbanas de los desbordes. 

Pero una reconstrucción que se limite a ello sería claramente insuficiente. Los esfuerzos para reconstruir las zonas arruinadas de la costa requieren acciones mayores a simplemente volver a cimentar lo devastado. 

Valdrá la pena retomar los esfuerzos de planeamiento de las ciudades, particularmente aquellas forjadas en el litoral, donde la planicie invita al libertinaje urbano, que luego instiga al populismo titulador. 

Manuel de Rivero reflexionaba (El Comercio, 18.3.17) sobre la necesidad de planificar la capital. Denunciaba el hecho de que las actuales autoridades ediles hayan ignorado el plan que se elaboró en el 2015 para un espacio de 20 años que mostraba, entre otras cosas, que “producto de la informalidad en el crecimiento de la ciudad, 250.000 habitantes se encuentran en zonas de alto riesgo”. 

¿Qué se puede esperar de espacios urbanos similares, como Piura, Chiclayo o Trujillo? Como se sabe, estas tres ciudades han sido un eje de atracción importante para las poblaciones cercanas, debido al ‘boom’ agroexportador que han experimentado en los últimos años. 

Además, como bien indican estudios de la Universidad de Ingeniería (UNI), nada está a salvo en la costa si no se toma en cuenta el entorno propiciado por los más de 50 ríos que discurren hacia el Pacífico. “Los ríos de la costa tienen una gran velocidad, inclusive en las zonas planas; además, en la mayoría de los casos, no presentan cauces definidos, puesto que cambian frecuentemente”, dice la UNI. 

La costa peruana brinda un espacio a amplios territorios de desarrollo. Pero también crea retos. Los tiempos venideros no deben olvidar aquella descripción –no por básica menos cierta– que se hacía de la costa en tiempos escolares: una estrecha franja desértica. Perder de vista esta naturaleza volverá a tener al país en el lodazal.

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