"Hambre de poder": nuestra crítica del filme con Michael Keaton
"Hambre de poder": nuestra crítica del filme con Michael Keaton
Sebastián Pimentel

Los productores Bob y Harvey Weinstein pocas veces se equivocan. Y no erraron en este caso, cuando decidieron financiar una película que cuente la historia del líder del emporio McDonald’s. Para ello, llamaron a John Lee Hancock, guionista de “Un mundo perfecto” (1993), de Clint Eastwood, y luego realizador que ha ido creciendo desde la mediocre “Un sueño posible” (2009). Por lo visto, “Hambre de poder” (2016) –escrita por Robert D. Siegel, responsable del libreto de “El luchador” (2008), de Darren Aronofsky– confirma la escalada artística de Lee Hancock, la cual hay que seguir con interés. 

La historia que cuenta Siegel es atractiva por varias razones. En su superficie, es un simple cuento biográfico: el de Ray Kroc (Michael Keaton), vendedor de batidoras para restaurantes de carretera en los años 50. Mientras su esposa –la formidable Laura Dern– se marchita en una soledad de clase media sin ambiciones, Kroc no deja de darse valor y de maquinar una salida exitosa para su vida. Mientras, de tanto en tanto, prueba el amargo sabor del fracaso y el ridículo en sus contadas ventas por todo Estados Unidos.

El punto de quiebre es el encuentro entre Kroc y los hermanos Dick (Nick O  erman) y Mac McDonald (John Carroll Lynch). Creadores de un innovador sistema de venta de hamburguesas, basado en la rapidez y funcionalidad del servicio en un humilde pueblo de San Bernardino. Nacía la industria de la comida rápida, algo de lo que Kroc –a diferencia de los hermanos de California– se dio cuenta. Entonces el filme deja de ser un ‘biopic’ cualquiera y se convierte en el estudio de la mentalidad empresarial y los mecanismos inescrupulosos del juego capitalista.

John Lee Hancock utiliza las reglas de la narración clara, de estilo transparente y ropaje colorido, para deslizar, primero, una cruel batalla psicolópsicológica entre dos prototipos de estadounidense: el provinciano, honesto e inocente, personifi cado por los McDonald, y el mundano, astuto y avasallador, representado por Kroc. En ello resulta clave el trabajo de Michael Keaton. Más contenido y sobrio que en “Birdman” (2014), acá logra humanizar y hasta hacer simpático a un emprendedor que, poco a poco, es cada vez más frío y amoral. Héroe carismático al principio, se trata de un personaje lleno de matices que parece mostrar más de una incógnita en su interior.

Hambre de poder” recuerda a otros retratos de Estados Unidos de ayer y hoy, desde “Ciudadano Kane” (1941) hasta “La red social” (2010). Menos original que las anteriores, aunque con mucho del molde de la última, la cinta sortea bien los clichés que la rondan, aunque quizá esto sea menos satisfactorio en el breve trazo de los hermanos McDonald, chicos pueblerinos y nunca lo suficientemente firmes ante “el zorro que hemos dejado entrar al gallinero”, como llaman alguna vez a Kroc, quien acuerda con ellos empezar el negocio de las franquicias por todo el país y termina haciendo mucho más que eso.

La cinta de Hancock sabe enfocarse en el proceso de éxito corporativo y de corrupción moral del protagonista, que nunca es retratado como villano de caricatura. En el interín, mucho pop art de colores primarios y saturados. La dirección artística y la fotografía recrean bien la estética de los avisos publicitarios, así como los paisajes semiurbanos y la arquitectura de la época. Todo un viaje en el tiempo, pero también una pregunta intrigante por el espíritu de Estados Unidos: ¿qué se tiene que perder para llegar a ser uno de los negocios más prósperos del planeta? Lo interesante de “Hambre de poder” es que, sin decirlo con palabras, da algunas claves al respecto.

LA FICHA
Título original: “The Founder”.
Género: drama. País y año: EE.UU., 2016.
Director: John Lee Hancock.
Actores: Michael Keaton, Nick Off erman, John
Carroll Lynch, Laura Dern.
Calificación: 3/5.

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