MTC proyecta que Ancón sea un gran centro vial en la capital
MTC proyecta que Ancón sea un gran centro vial en la capital
Angus Laurie

“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos... todo lo poseíamos, pero no teníamos nada”. Con esta frase, Dickens empieza su novela “Historia de dos ciudades”, escrita en 1859. Así podríamos empezar muchas historias sobre Lima, una ciudad que, mientras está experimentando un período de crecimiento económico prolongado, sufre graves problemas.

Lima es la ciudad con el aire más contaminado en las Américas, con la tasa más alta de fatalidades peatonales por número de autos. Es la ciudad más vulnerable a sismos en el ámbito mundial según Lloyds, y con el segundo peor acceso al transporte público de 28 ciudades estudiadas por el APEC en el 2016.

De hecho, las cifras no necesariamente dicen si la ciudad tiene una buena o mala calidad de vida. Lima es un lugar con bastantes lados positivos y atractivos. Sin embargo, las cifras nos ofrecen una idea de que en ciertos temas importantes estamos muy atrasados con respecto a otras ciudades.

A escala regional, uno no puede estar satisfecho al ver que otras ciudades, no necesariamente siendo capitales, como Medellín, Bogotá, Quito, Río de Janeiro, Curitiba, entre otras, han logrado grandes avances en las últimas décadas en términos de infraestructura, calidad del espacio público, construcción de equipamientos deportivos y de cultura.

El otro día fui entrevistado en el blog de Lima Milenaria y dije que la estructura de gobernanza en Lima está dividida entre más de 50 municipalidades, entre distritos y provincias. En todos los niveles, existen redundancias de responsabilidades entre los diferentes niveles del gobierno, incluso entre el nivel provincial y nacional. Esta multipolaridad de visiones que existen para Lima representan una gran barrera y limitan el mejoramiento de la ciudad.

Para avanzar, es necesario diseñar un nuevo sistema que vincule mejor a los ciudadanos con un gobierno metropolitano. En un mundo ideal, no tendríamos ni distritos, y solo un gobierno metropolitano para gobernar entre Lima y Callao. Los alcaldes locales, en vez de tener sus feudos, podrían ser representantes para sus vecinos en un concejo con un solo alcalde metropolitano con poderes ejecutivos sobre el planeamiento, transporte y seguridad.

Los alcaldes Fajardo (Medellín), Peñalosa (Bogotá) y Lerner (Curitiba) son famosos por sus trabajos en mejorar sus ciudades. En círculos urbanos, son alcaldes-celebridades.

Pero así tuviéramos uno de ellos como alcalde de Lima, dudo de que podrían efectuar el mismo cambio aquí. Sin las políticas públicas que como en Colombia incentivan concursos que promueven proyectos de calidad, con un presupuesto y Poder Ejecutivo fragmentados y diluidos entre 50 distintos municipios, y sin una visión holística para guiar el desarrollo a nivel metropolitano, sería imposible lograr algo similar. Entonces, seguiremos siendo una ciudad que cuente su historia tal como Dickens.

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