Mapa político trastocado en Francia, por Francisco Belaunde
Mapa político trastocado en Francia, por Francisco Belaunde
Francisco Belaunde

Más allá de cual sea el resultado de la primera vuelta de la elección presidencial en Francia, y que, por lo que indican las últimas encuestas, aparece como sumamente incierto, los analistas coinciden en general en que la configuración política en ese país está sufriendo una mutación profunda. 

El telón de ese fondo de ese cambio es la agudización del desprestigio de la política, fenómeno que, por cierto, es global. Ello está relacionado, en el caso francés y el de otros países europeos, con la crisis económica provocada por la suicida desregulación financiera proveniente de Estados Unidos, con los efectos de la globalización en sectores significativos de la población, con la corrupción, con el flujo masivo de inmigrantes y de refugiados y con el miedo al terrorismo, entre otros aspectos. La traducción electoral es una mayor tasa de abstención y la irrupción de candidaturas que son vistas como de ruptura respecto del statu quo. 

La principal víctima de esta situación en el escenario galo, es el Partido Socialista actualmente en el poder. La prestación del presidente Hollande a lo largo de sus cinco años de mandato ha sido severamente juzgada por los franceses, significándole índices de impopularidad similares a los alcanzados recientemente en el Perú por Alejandro Toledo y Ollanta Humala. A ello se suma la división generada tras el lanzamiento de la candidatura independiente de Emmanuel Macron, respaldada por varios dirigentes, entre los cuales, el ex primer ministro, Manuel Valls, nada menos. Para empeorar las cosas, en las últimas semanas se ha producido un vuelco en las encuestas con la brusca ascensión del ex socialista, y simpatizante de nuestro chavismo latinoamericano, Jean Luc Mélenchon, con un proyecto de izquierda radical. 

La consecuencia de lo anterior es un previsible resultado catastrófico para el postulante oficialista y designado tras la elección primaria, el ex ministro de educación, Benoît Hamon. Precisamente, en estos momentos viene dándose un debate sobre si el mecanismo, importado últimamente de Estados Unidos, de las primarias abiertas para designar a los candidatos, es bueno para el escenario francés. Se arguye que acentúa las divisiones al interior de los partidos y que favorece a personajes que podrán gozar de gran popularidad, pero que no necesariamente tienen la madera de los buenos candidatos. Viene a la mente, a ese respecto, el caso del socialista Michel Rocard, uno de los políticos más apreciados por el público en la década de 1980, pero, a la vez, bastante amigo de la derrota. 

En la derecha clásica se da la misma polémica. Se dice que François Fillon, triunfante en las primarias de su formación, “Los Republicanos”, no tiene las cualidades de candidato ni el peso de Nicolas Sarkozy y Alain Juppé. No obstante, no hay que olvidar que el ex primer ministro avanzaba, según los sondeos, hacia un triunfo seguro, y que fue el escándalo en torno al supuesto empleo fantasma de su esposa, lo que lo frenó, aunque sin tumbarlo del todo, al punto que en vísperas de los comicios, no está lejos de alcanzar la segunda vuelta. 

El Frente Nacional, de extrema derecha, es un actor importante en la política francesa desde hace muchos años, habiendo llegado incluso a la segunda vuelta presidencial en el 2002. La novedad es que es más fuerte que antes, logrando morder de manera apreciable en sectores que, hasta no hace mucho, le eran esquivos, como el de los jóvenes. No parece sin embargo, estar en condiciones, tampoco esta vez, de triunfar en la segunda vuelta, salvo que su contrincante en esa instancia sea Mélenchon. 

Emmanuel Macron, por su parte, representa también para muchos una ruptura del statu quo, no tanto del punto de vista económico, pues es en buena medida un liberal, pero sí en el sentido en que es visto como alguien que permitiría superar la vieja dicotomía entre la izquierda y la derecha. Ha logrado seducir incluso al filósofo alemán y tótem de la izquierda, Jurgen Habermas, lo que debe tener con el corazón roto a no pocos en ese espectro de la política. 

Veremos que sucede el 23 de abril y el 6 de mayo. Muchos en el mundo, y en Bruselas en particular, están al borde un ataque de nervios. Otros se relamen ante la posibilidad de que la posible enterradora de la Unión Europea, Marine Le Pen, salga elegida. Es el caso de Donald Trump, que lo hace saber de manera inapropiada para quien ocupa el cargo de presidente de un país supuestamente aliado.  

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