"¿El moradito rendidor?", por José Carlos Requena
"¿El moradito rendidor?", por José Carlos Requena

JOSÉ CARLOS REQUENA

Analista político

Plagios u omisiones al margen, la sorpresa de la última semana ha sido el espectacular ascenso de , graficado por la encuesta de GFK difundida el domingo pasado. Pero, a pesar de su hiperactividad, el rendimiento de Guzmán parece tener soroche o alergia a los mosquitos: se centra en Lima.

Keiko Fujimori no fue la única candidata con aspiraciones que viajó antes del 2016. Quienes conocen al candidato de Todos por el Perú aseguran que Guzmán dedicó tiempo a visitar las regiones. A inicios de mayo de 2015, por ejemplo, Guzmán visitó Ayacucho.

Pero a diferencia de otros candidatos, preocupados por sentar bases o afianzar alianzas, las incursiones de Guzmán parecen haber sido algo superficiales. Keiko Fujimori, por ejemplo, hizo intensa campaña por sus candidatos a gobernadores regionales en Pasco, Ica y San Martín. Pedro Pablo Kuczynski, en tanto, estableció alianzas con figuras regionales que hoy forman parte de su lista parlamentaria (el caso más notorio, Javier Atkins en Piura). Por su parte, el hoy apremiado candidato de Alianza para el Progreso, César Acuña, reclutó a diversos políticos, varios de ellos venidos a menos, y hasta le arrebató al fujimorismo –en abril del año pasado– el alcalde de Cajamarca, Manuel Becerra, elegido por Fuerza Popular en octubre del 2014.    

Guzmán no. Sus viajes parecen haber servido para conocer la realidad de los lugares. Su entendimiento de la política regional parece ingenuo. La reciente entrevista brindada a la revista “Poder” así lo muestra. “Todos los sindicatos mineros del sur están con nosotros”, dice e indica también que “todos se han ido de Verónika [Mendoza] y ahora están con nosotros”. Agrega que “las rondas campesinas del norte están con nosotros”. Guzmán cree que los oportunistas cambios de camiseta son respaldos decididos. No se da cuenta de que quienes, en plena campaña, dejan una tienda para ir a otra no tendrán reparo alguno en cambiar bancadas, si es que llegan al Parlamento.

Lo curioso es que, al atribuir al “trabajo de campo” –y no “por el Facebook”– estos reclutamientos, da por sentadas lealtades que, según la experiencia muestra, no son más que militancias pasajeras. No extraña que asegure no tener “el nombre del coordinador macrorregional”: al final de cuentas, lo más probable es que el coordinador en mención sea un personaje efímero.

Como todo lo nuevo, el nombre de Guzmán no deja de causar interés en las regiones. Al menos cuatro impresionantes pintas se pueden observar en el trayecto Juliaca-Puno. En Huaraz o Chimbote preguntan por él, con una curiosidad que casi denota un voto a ciegas. Y en los mercados de Lima se escucha su nombre como una opción por considerar.

Para ganar elecciones se requiere no solo el voto de Lima, donde Guzmán es fuerte (según GFK, 14,5% % frente a su 10,4% nacional). Lourdes Flores en el 2006 y Kuczynski en el 2011, ganaron en Lima, superando en más de diez puntos su votación nacional, que los ubicó terceros. Aun ellos tenían algunas alianzas regionales labradas. En cambio, Guzmán aún no muestra eso. Como el balón tan apreciado por las amas de casas, el candidato morado parece estar lleno de gas; a diferencia de este, su rendimiento parece limitado.

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