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#NiUnaMenos: ¿Se puede identificar a un violador en potencia? - 2
Luis García Bendezú

Cuando fue interrogado por la policía, en setiembre del año pasado, (un violador confeso) dio un testimonio delirante respecto a su crimen. Dijo que una de las 13 mujeres que secuestró y ultrajó en su taxi lo había denunciado porque él no le dijo que la amaba. Barreto también negó haber golpeado a sus víctimas. “Me descontrolé, me desconocí... Yo tenía mi desarmador y con eso la amenacé”, dijo a los agentes.

El insólito testimonio de este violador refleja dos distorsiones cognitivas frecuentes entre este tipo de delincuentes: creer que son controlados por un impulso irrefrenable y aducir que son sus víctimas quienes los .

Según el psiquiatra Guillermo Ladd, jefe del departamento de Psicoterapia Familiar del Instituto Nacional de Salud Mental, los violadores apelan a esta cobarde estrategia para evadir su sentimiento de culpa.

(El Comercio)

“Contra esa clase de argumentos [que las mujeres fomentan sus propias violaciones] hay que oponerse rotundamente”, advierte Ladd.

Los abusadores sexuales tienen otras características psicológicas compartidas. Entre ellas, la dificultad para integrarse socialmente, para establecer relaciones duraderas y –sobre todo– para sentir empatía por el dolor ajeno. Y aunque no ocurre en todos los casos, muchos de ellos fueron maltratados en su infancia. Adolfo Barreto, por ejemplo, confesó haber sido violado por un primo a los 11 años.

— Abusadores sin rostro —

Fuera de ciertos rasgos de conducta, los violadores no tienen un perfil demográfico definido. Los especialistas consultados coinciden en que no importa la edad, el estado civil o el nivel socioeconómico. Lo que sí los distingue mayoritariamente es su sexo: más del 90% de los violadores en el Perú son hombres.

¿Es posible identificar, entonces, a un violador en potencia? Manuel Sotelo, psiquiatra forense del Instituto de Medicina Legal, reconoce que no hay una prueba que permita detectarlos. “Los trastornos sexuales –o parafilias– [que suelen dar pie a una violación] son difíciles de reconocer. No son visibles, se viven en la intimidad y pueden estar en cualquiera: un sacerdote, un juez, un médico”, señala.

La mejor forma de clasificar a un violador es por su conducta sexual y por el tipo de víctima.

Ladd, por ejemplo, distingue a dos tipos de violadores de niños: aquellos que abusan de forma sistemática y paciente, y otros de personalidad inmadura que atacan impulsivamente tras una situación estresante.

En cuanto a los violadores de adultos, se puede reconocer a sujetos coléricos (que abusan de sustancias y se descontrolan cuando buscan placer), sádicos (que encuentran placer sexual haciendo daño –o matando– a sus víctimas) y violadores por poder (que no buscan una gratificación sexual, sino recuperar un control que no pueden ejercer en sus vidas).

— Exorcizar el machismo —

Los especialistas consultados por este Diario coinciden en que detrás de la mayoría de violaciones subyace el machismo profundamente enquistado en la sociedad. Además señalan que la forma más eficaz –tal vez la única– de frenar esta violencia es sanear la salud mental de las familias.

“Hay que examinar de qué manera estamos construyendo la sexualidad masculina. La estadística señala que las violaciones se dan en el entorno íntimo de las víctimas, casi siempre son esposos contra esposas, padres contra hijas. Hay un problema de salud mental que no se está visibilizando”, explica Jorge Vega, representante de la Defensoría del Pueblo.

La tarea de sanear las relaciones en las familias, añade Guillermo Ladd, es ardua si se tiene en cuenta que hay instituciones que refuerzan patrones machistas. “Hay que desterrar la idea de que los hombres no se pueden contener, que son bestias”, apunta.

Las estadísticas revelan que la violación es una pesadilla cotidiana para miles de peruanas. Según información preparada especialmente para El Comercio por el INEI, la policía atendió el año pasado 3.955 denuncias por violación sexual. En el 28,7% de casos, la víctima tenía menos de 14 años.

Estas estadísticas solo dan una leve aproximación a la real magnitud del problema. Estas no consideraron información de Ayacucho, Huancavelica, Loreto, Madre de Dios y San Martín. Además, la Defensoría del Pueblo advierte que una gran cantidad de violaciones nunca son denunciadas, lo que ocasiona la impunidad del crimen.

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