La noble labor de policías y militares en medio de la desgracia
La noble labor de policías y militares en medio de la desgracia
David Gavidia

En , unos 400 efectivos de las Fuerzas Armadas apoya a los damnificados. Lo hacen desde las cuatro de la mañana limpiando las calles inundadas o el cauce de los ríos con maquinaria pesada. Reparten desayunos y esperanza entre las  personas más vulnerables. Empadronan a los damnificados para que pueda llegarles la ayuda humanitaria. A cientos de kilómetros de distancia, otros rescatistas ponen en riesgo su vida, pero no dudan ni un instante cuando sacan a pobladores de sus casas inundadas. Lo vivió el piloto del Ejército, capitán Edwin Escobar, quien salvó a unas personas atrapadas en el río La Leche, en el distrito de Pacora (Lambayeque), el pasado 14 de marzo, con una maniobra temeraria que dio la vuelta al mundo por su valentía y destreza. “Fue la operación más difícil de mi vida”, confiesa al recordar aquel rescate. “El río había inundado todos los caseríos y no había donde aterrizar”. Todos estaban encima de los techos de sus casas gritando por ayuda y las aguas turbias no le permitían al piloto aterrizar. Entonces tuvo que bajar su helicóptero lo más que pudo hasta quedar suspendido a unos centímetros del agua y estabilizarlo. Durante varios tensos segundos, los tripulantes bajaron del helicóptero y libraron a los damnificados de una muerte segura. “Había el riesgo de que, por los fuertes vientos, pasemos de rescatistas a rescatados. Daba miedo, pero logramos salvar a diez personas, una de ellas embarazada y con riesgo de dar a luz”, cuenta Escobar, recordando la maniobra que hoy es considerada una hazaña.

PURO CORAZÓN
Pero así como existen maniobras arriesgadas como la del capitán Escobar, también hay otras que conmueven por su sentido de solidaridad. En Carapongo, el técnico del Ejército Armando Alanya perdió el primer piso de su casa. El río se llevó la cocina, el comedor, los muebles, la ropa, el dinero y hasta al canario, la mascota familiar. Sin embargo, antes de renegar de su suerte, Armando salió a las calles con su uniforme militar para ayudar a sus vecinos más afectados. “Yo solo he perdido el primer piso de mi casa, pero otros se quedaron sin nada”, se da ánimos, aunque se le quiebra la voz.

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