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Otra forma de ver el Derecho [CRÓNICA]
Carlos  Chunga

“El mundo del ciego no es la noche que la gente supone”. Así resumía Jorge Luis Borges su invidencia, esa discapacidad que frustra las ganas de distinguir colores, formas, rostros y letras. Esa barrera que, sin embargo, puede hacer conocer el mundo de otra manera.

Al igual que en Borges, el nistagmus (movimiento involuntario, rápido y repetitivo de los ojos) está presente en Sophia Delgado Martínez, una joven de 23 años, con una memoria prodigiosa. Este mal lo contrajo de manera congénita, produciéndole una ceguera parcial desde niña y de forma progresiva.

Sophia -Pía para los amigos- acaba de culminar la carrera de Derecho en la Universidad de Piura (Udep). Ella ha sido la primera estudiante con discapacidad visual en su facultad y, además, obtuvo el primer puesto de su promoción. Dice sentirse algo temerosa, pues confiesa que ya recibió una propuesta para ejercer la docencia.

Ingresó a la universidad en el año 2013, para estudiar Comunicación. Cuenta que quería ser periodista y empezó la carrera con el entusiasmo de quien toma una decisión apresurada, y no reparó en los cursos que vendrían más adelante: fotografía, cine, etc.

En el segundo ciclo hizo su traslado a Derecho, de donde ahora ha egresado. En el colegio, Pía llegó a ver letras grandes y en negrita, pero en los últimos años de secundaria sus padres le solían leer y estudiaban con ella. Ya en la universidad, estudió siempre con compañeros de aula o con la ayuda de un software que lee los textos. Los exámenes que dio fueron orales, en su mayoría, o a través de una computadora.

“Siempre me he preguntado cómo veo. Cuando era niña veía bultos, llegaba a distinguir formas, aunque nunca he visto los colores, no los conozco. Percibo luces, como blanco y negro, pero la visión me ha ido bajando”, narra Pía, de ojos verdes y sonrisa amable.

El nistagmus es un movimiento oscilatorio del globo ocular y que puede ser congénito o adquirido. Según la bibliografía médica, al ser un movimiento constante, no permite que la imagen llegue nítida a la retina y por lo tanto el ojo no se desarrolla con normalidad.

El médico neurólogo José Cruz Vílchez, ex decano del Colegio Médico de Piura, explica que el nistagmus no se debe necesariamente a un problema ocular, sino cerebral.

“En los casos de los adquiridos, el nistagmus se da cuando hay una enfermedad, como la esclerosis múltiple, por ejemplo. Aquí se trata de un signo, de un indicador de que hay un problema mayor. En cambio, en los congénitos el diagnóstico es el mismo nistagmus, que puede darse por atrofia de nervio, inflamación interna o problemas hereditarios”, señala.

Pía -el primer caso con nistagmus en su familia- cuenta que cuando su madre estaba embarazada de ella existía la posibilidad de que naciera con algún síndrome. “Pudo tratarse de un virus”, comenta.

Para el médico oftalmólogo Marco Purizaca, el nistagmus congénito está muy asociado a una ceguera. “Si hay movimiento continuo e involuntario del ojo, la retina no enfoca con nitidez y no hay desarrollo visual. Generalmente es por daño en el nervio óptico”,
explica.

El especialista añade que el problema debe atenderse entre los 5 y 9 años de edad, a través de una intervención quirúrgica y luego con terapia. “Pero en un adulto la solución es más complicada, si se le interviene incluso puede ser riesgoso”, sostiene Purizaca.

A sus 23 años, Pía ha desarrollado cierta autonomía. Puede andar sola en casa, pero en la calle siempre necesita a alguien a su lado. Puede ser su papá, mamá, uno de sus dos hermanos o alguna amiga, usualmente del colegio. Es difícil andar sola en una ciudad como Piura, que no está preparada para acoger a invidentes, a pesar de que los problemas de visión constituyen la segunda causa de discapacidad en el país.

“Antes evadía el tema, ahora me siento más segura, más madura”, dice Pía al recordar que en el colegio algunas niñas se alejaban de ella pensando que “las iba a contagiar”, y que en la universidad también llegó a escuchar comentarios de “qué hace esta chica aquí”.

Según Pía, es ella la que suele hablar del nistagmus cuando entabla una relación. “Yo sé que la otra persona a veces se incomoda para decirme algo, así que soy yo la que toca el tema. Otros me dicen que no parece que no viera. Y también me he encontrado con gente que conozco de hace tiempo que se sorprende porque ahora ya no veo”, narra.

Es en la universidad donde Pía ha desarrollado más su capacidad auditiva y de memoria. Ahora es capaz de reconocer sonidos y de retener información con mayor precisión que una persona promedio. Sumado a su expresión oral, tiene las habilidades que necesita una profesional que está a punto de dedicarse al arte del litigio.

“Sophia ha sido una alumna brillante. Tiene una dificultad de visión que está compensada por una enorme capacidad intelectual. En algún momento no fue plenamente consciente de sus cualidades, tenía dudas de si lo estaba haciendo bien, pero lo cierto es que lo hacía espléndido”, comenta la docente Susana Mosquera, asesora de Pía, sobre su desempeño en la universidad.

Para Mosquera, Pía tiene un método de estudio muy sistemático, que le permite almacenar y enlazar información de forma lógica, además de explicar conceptos ordenadamente. De ahí que el repaso en grupo pueda llegar a ser más enriquecedor para sus compañeros. No en vano se dice que quien enseña, aprende el doble.

“A mí me encantaría que una persona con la capacidad intelectual de Sophia se dedique a formar [estudiantes]. Sería un efecto multiplicador ver a alguien desempeñándose en la docencia con esa limitación. Ojalá se pueda dar”, agrega Susana Mosquera.

En Perú hay cerca de 600 mil personas con alguna discapacidad visual, de acuerdo con el Ministerio de Salud; es decir, menos del 2 % de la población peruana. De ellas, unas 160 mil son invidentes y 440 mil tienen alguna enfermedad relacionada con la ceguera.

Lo lamentable es que más del 65 % ha tenido que abandonar sus estudios secundarios por diversos motivos —entre ellos la falta de oportunidades—; el 29 % son analfabetos y un 23 % no ha logrado acceder a ningún nivel educativo, según cifras del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).

Pía es muy consciente de esta situación y no descarta conformar o integrar alguna ONG u asociación mediante la cual pueda ayudar a personas invidentes. “No solo debería ser ayuda jurídica, que es lo mío, sino también ayuda psicológica”, señala.

Por lo pronto, su meta es especializarse en el sector privado del Derecho: civil, familiar o mercantil. En su último año de carrera realizó prácticas en el consultorio jurídico de la Udep, donde conoció de cerca historias de personas vulnerables.

“Tuve el caso de una señora con procesos de tenencia de sus hijos, violencia y alimentos. Me conmovían sobre todo los tres niños, quienes asumen esa carga emocional", dice.

También vi el caso de un anciano en situación precaria y no podía cobrar el bono de Pensión 65. Le pedí a mi papá que me acompañara a su casa y, pese a que no vi cómo vivía, me conmovió lo que el señor me contaba, que no tenía trabajo, y decidí ayudarlo con víveres”, cuenta Pía.

Si para la gran mayoría de nosotros los colores son algo cotidiano, para Pía son como una ilusión. Sabe que existen, sabe que están ahí, los puede hasta sentir, pero no puede verlos. Con un gesto de esa sabiduría asociada a su nombre, Sophia muestra expectativa respecto de su futuro. Hay que decirlo: su caso, como el de Borges, no es especialmente dramático.

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