Terquedad, por Enzo Defilippi
Terquedad, por Enzo Defilippi
Enzo Defilippi

Es cada vez más evidente que la economía peruana no está pasando por un buen momento. La gente está consumiendo menos de lo esperado, y las empresas no se animan a invertir porque no esperan que la situación se revierta pronto. Los estimados de crecimiento de las principales consultoras acaban de ser ajustados a la baja, y si tuviesen que volver a hacerlo, es muy probable que lo hagan en la misma dirección. 

Esta delicada situación se vuelve preocupante cuando tomamos en cuenta que, en política económica, el  ha venido actuando sin escuchar a nadie. Ni a los expertos ni al sentido común. Y los resultados saltan a la vista.

Se le advirtió, por ejemplo, que no iba a ser posible reducir el IGV. Que el poder formalizador de esta medida era nulo y que el costo iba a ser altísimo. ¿Escuchó? No. Al contrario, insistió. Y todo para que, luego de una larga y estéril discusión, se viera forzado a aceptar la realidad. 

También se le advirtió que era un error modificar la regla fiscal. Que mientras más inflexible menos creíble iba a ser, y que iba a ser incumplida más temprano que tarde. ¿Qué ocurrió? Que se va a incumplir este mismo año (y no debido a El Niño). Peor aún, ya nadie cree que vaya a servir como una guía vinculante de política fiscal. Tremendo autogol a la credibilidad, y justo cuando más se necesita.

Ocurrió lo mismo con el destrabe de proyectos por US$18 mil millones. Se advirtió que los problemas eran muy heterogéneos y que afirmar que se iban a sacar adelante sin entender bien qué los detenía iba a crear una expectativa imposible de cumplir. ¿Escuchó? No. Hoy los proyectos no solo siguen trabados, sino que el ministro de Economía ya anunció que no sabe cómo destrabarlos. 

Lo mismo sucedió con Invierte.pe. Al Ejecutivo se le dijo que donde está la mayor parte de los problemas de la inversión pública (las paralizaciones, las coimas) es en la fase de inversión, y que es allí en donde deberían concentrarse los esfuerzos. ¿Qué hizo? Reformar el SNIP (la fase de preinversión). Hoy tenemos los mismos expedientes técnicos mal diseñados y puentes que se caen, pero con una fase de preinversión que filtra menos que el SNIP y que aún nadie sabe bien cómo funciona.

La historia se repitió con la apuesta por la formalización como medio para incrementar la productividad. Como demuestra el contundente trabajo de La Porta y Shleifer, esta idea nunca tuvo un sustento técnico mínimamente robusto. ¿Escuchó el gobierno? No. Ahora solo estamos esperando los resultados para confirmar que nada ha cambiado.

Lo mismo con la reforma tributaria. El problema no es que sea muy pronto para que la recaudación aumente, sino que ningún experto espera que lo haga. ¿Y el gobierno? Allí, en lo suyo. Insistiendo en que sí.

La situación en el mediano plazo será aún más complicada, pues, además de los problemas de corto plazo (la reconstrucción o la insuficiencia de ingresos fiscales), aún seguimos sin hallar la fuente que generará crecimiento y empleos adecuados en el futuro. 

Llegó el momento de enmendar rumbos y (aunque sea por una vez) escuchar a los expertos.

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