Unos 65 agentes, encabezados por el general PNP Jorge Lam, llegaron al centro poblado Victoria Gracia la semana pasada para investigar los asesinatos de Olivia Arévalo y Sebastian Woodroffe.
Unos 65 agentes, encabezados por el general PNP Jorge Lam, llegaron al centro poblado Victoria Gracia la semana pasada para investigar los asesinatos de Olivia Arévalo y Sebastian Woodroffe.
Enrique Vera

Un manto de misterio envuelve al asentamiento humano Victoria Gracia, en Pucallpa (Ucayali) desde que tres balazos segaron la vida de la maestra de la etnia shipibo-konibo Olivia Arévalo Lomas (81), y el posterior linchamiento del canadiense Sebastian Woodroffe (41), el pasado 19 de abril. La mayoría de los hombres se han ido del caserío y las mujeres callan o repiten con firmeza que nadie de ese pueblo masacró al extranjero.

La policía asegura que muy pocos comuneros han querido detallar lo ocurrido. Sin embargo, esta semana, en las primeras reuniones de la comunidad realizadas en honor a Olivia, hubo dirigentes vecinales que refrendaron una arcaica ideología: “Nuestro principio de origen es que quien mata debe morir”.

Quienes conocieron a Olivia Arévalo aseguran que era la biblioteca viva de su pueblo. Transmisora de conocimientos ancestrales sobre cantos sagrados, de plantas medicinales, y maestra de la añeja artesanía nativa. No era precisamente una lideresa indígena ni defensora activa del medio ambiente, pero ostentaba la categoría de sabia para el Centro Shipibo-Konibo de Nueva York.

A sus 81 años, Olivia estaba lista para impartir las costumbres de su etnia en diversos talleres para los niños de la escuela inicial y primaria 65325-B de Victoria Gracia. Cuatro horas antes de morir, se lo había confirmado al director del plantel, Hilario Peña, en la feria agropecuaria del caserío. “Abuela, compra dos pescados para festejar”, le dijo Hilario. Olivia contestó con la sonrisa de labios que era un sello en su rostro.

Hace unos años el curanderismo legendario de Olivia Arévalo fue divulgado vía web por una ONG ambientalista asentada en la selva peruana. Desde entonces no era extraña la presencia ocasional de extranjeros que la buscaban en Victoria Gracia. Esta comunidad intercultural es parte del centro poblado San Pablo de Tushmo, situado a unos 25 minutos de Pucallpa.

Allí hay unos 200 moradores que viven en casas de madera. Solo tienen luz eléctrica por horas, pero no agua potable ni servicio de alcantarillado. Para llegar a Victoria Gracia hay que seguir un camino escarpado por donde solo entran mototaxis o motos lineales. La vía bordea plantaciones de caña, bosques de palmeras, fundos y algunas construcciones con techos de calamina, y pasa por los asentamientos humanos Nueva Era, Benájena, Flor de Tahuariz y Valle de los Lirios.

Ese fue el recorrido que a mediados del 2014 hizo por primera vez Sebastian Woodroffe, procedente del municipio de Cumberland (Canadá). La policía sostiene que Woodroffe llegó a Pucallpa con los datos de Olivia Arévalo anotados en un papel y que así un mototaxista pudo llevarlo hasta Victoria Gracia.

-Un forastero-

Woodroffe buscaba aprender sobre medicina natural en contacto con una sanadora shipiba, según lo apuntó en el portal web Indiegogo.com.

Su meta era instalar un albergue de desintoxicación de drogas que estuviera a cargo de un maestro chamán, y por ello iba recolectando dinero cada vez que regresaba a su país. El extranjero habría ingresado al Perú hasta en tres ocasiones. No hablaba español pero se comunicaba a través del traductor de su celular. Tenía un hijo de 6 años, decía que fue buzo militar y que había trabajado en la extracción de mariscos para una empresa japonesa.

En Victoria Gracia conoció a Olivia y ella le brindó algunas sesiones de ayahuasca pese a su infrecuencia en la práctica del ritual debido a su edad. No obstante, para los investigadores, el mayor vínculo de confianza que estableció el canadiense fue con el hijo menor de la sabia, Julián Vásquez Arévalo (46). Agentes de la División de Homicidios de la Dirincri han determinado que el año pasado Woodroffe entregó US$ 15 mil a Julián para concretar su proyecto. No volvería a verlo.

Los detectives deducen que la desesperación al sentirse estafado movilizó al canadiense en varias opotunidades hacia la casa de Julián, en Valle de los Lirios, y a la vivienda de Olivia. La dirigente Miluska Gonzales, vecina de Julián, dijo a El Comercio que Woodroffe tenía amenazada a Olivia y a los moradores y que los amenazaba al irse. Becky Linares, presidenta del Vaso de Leche en Victoria Gracia, refirió que en una vez, incluso, lo encontraron con un mazo, guantes y polvo blanco en su mochila.

“Esa familia corría peligro. Por eso lo llevamos a la comisaría de Yarinacocha”, dijo. En esa sede policial no hay denuncias contra el extranjero, pero dos agentes afirmaron que la población sí lo intervino.

-Un linchamiento-

A inicios de marzo, Woodroffe llegó por última vez al Perú y se instaló en San José, un centro poblado cercano a Victoria Gracia. Desde entonces alquiló la motocicleta NY-50249 al comunero Guillermo Sánchez Shahuano para desplazarse.

El 3 de abril, el canadiense compró una pistola plateada Taurus de calibre 9 milímetros y cañón corto a un policía pucallpino. Pagó S/3 mil y la transacción se realizó con firma notarial. Ante los peritos de Criminalística, el agente declaró que Woodroffe solo le explicó que el arma era para su defensa personal en la selva.

Los vecinos de Victoria Gracia aseguran que un día antes del doble crimen, Woodroffe llegó a la casa de Olivia Arévalo y le mostró furioso un papel en que decía US$10 mil. La mujer lo habría tranquilizado con una ceremonia de cantos sagrados y ayahuasca, en presencia de algunos de sus parientes.

Casi a las 11 a.m. del 19 de abril, una mujer de San José vio partir a Woodroffe en la moto que alquilaba. Otras dos lo identificarían media hora después hablando con Olivia cerca de su puerta, en la calle 4 de Mayo.

Hilario Peña concluía las actividades del día con sus alumnos de inicial cuando oyó tres disparos que fulminaron la quietud en Victoria Gracia. “Han matado a la ‘Tita’”, le gritó la hija mayor de Olivia, Virginia Vásquez, mientras corría al lugar del crimen.

“Me están matando, hijo, alcanzó a decirme la abuela. A unos 30 metros la moto del gringo se estancó y lo agarraron. Iba solo. Yo también fui hacia él y le tiré dos cachetadas. En el forcejeo, una pistola plateada cayó de su morral. Al ver que lo golpeaban sin piedad fui a la comisaría”, declaró Hilario, una de las pocas personas que contó lo ocurrido.

Becky Linares dijo que cuando llegó por la tarde a Victoria Gracia, todos afirmaban que Woodroffe había escapado. Hilario aseguró que no regresó hasta el día siguiente cuando todo el pueblo se debatía entre el silencio y versiones contradictorias.

- Un afiche de distracción-

Luego del doble crimen en Victoria Gracia, un afiche que pedía la ubicación de Sebastian Woodroffe fue difundido en todo Pucallpa. En el documento, el extranjero era sindicado como el asesino de Olivia Arévalo.

Sin embargo, la policía cree que aquello fue un intento de distracción maquinado por la población ante las inminentes pesquisas del caso.

Al día siguiente, un macabro video propagado en redes sociales dio cuenta de la masacre a Woodroffe. El canadiense había sido ultimado por estrangulamiento con un cinturón de seguridad para autos. Desde entonces dos comuneros, el apu José Ramírez Rodríguez y el dirigente Nicolás Mori Guimaraes, son buscados por la policía como presuntos responsables del asesinato del canadiense. Ellos siguen prófugos hasta hoy.

El cadáver de Woodroffe fue encontrado el 21 de abril en una chacra ubicada a casi 500 metros de la casa de Olivia. En otro punto de esa misma chacra también estaba la moto. A la 1:13 a.m. del 27 de abril, peritos de la División de Homicidios fueron alertados por una llamada anónima que el arma utilizada para el asesinato de la maestra shipiba había sido dejada en el pequeño cementerio del caserío.

La policía constató que la pistola hallada era la que el policía pucallpino había vendido el mes pasado a Woodroffe. Además, las pruebas de balística confirmaron que los casquillos hallados frente a la casa de Olivia Arévalo correspondían a las balas de pistolas Taurus.

Hace unos días, la prueba de absorción atómica que se practicó al cuerpo del canadiense dio resultado negativo. No obstante, los peritos indicaron que ello obedecería al avanzado estado de descomposición del cadáver. “Es una prueba que no descarta nada”, dijeron.

Ahora, todo cuanto queda dentro de la última casa que albergó a Olivia Arévalo Lomas son dos atriles para coronas fúnebres, sillas de madera y un silencio atronador. En la puerta, un mensaje escrito a mano todavía pide no tomar fotos por respeto a los deudos. Afuera, sobre el mismo terral donde fuera baleada la cultora de tradiciones shipibas más importante del asentamiento humano Victoria Gracia, un montículo con sus objetos calcinados aún humea.

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