Vraem Anemia
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Oscar Paz Campuzano

El día en que Cubantía ardió por primera vez, el 23 de setiembre de 1989, Bernabé Chimato y otros comuneros corrieron desesperados hacia el bosque, para escapar de los hombres con pasamontañas que llegaron armados. Esa noche despejada en selva, Sendero Luminoso incendió las casas de madera, bombardeó la escuela y mató a cinco indígenas nomatsiguengas. 

Han pasado 29 años desde la primera incursión terrorista a este centro poblado perteneciente a Pangoa (Junín), uno de los 54 distritos declarados en estado de emergencia en el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem). Bernabé Chimato ya tiene 42 años y tres hijos.

Si la estadística no falla, es alta la posibilidad de que al menos uno de sus tres hijos sufra de anemia, que es la otra gran emergencia en esta parte del país. En estas localidades donde se combate a diario al narcotráfico y a los terroristas a su servicio, la falta de hierro en la sangre de los niños es también un enemigo por combatir.

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Otro frente de combate

Esta comunidad está rodeada por colinas verdes, con extensos campos para cultivar todo tipo de frutales. Pese a ser una tierra muy productiva, las cifras del sistema de salud dicen que cuatro de cada diez niños menores de 5 años sufren de anemia en este pueblo.

Pero la estadística aplicada en el terreno termina casi siempre siendo una realidad inexacta y chocante: mientras más alejada está la comunidad del puesto de salud, sube la posibilidad de encontrar un niño con la hemoglobina baja.

“Es por la alimentación que llevan. Desayunan yuca, almuerza yuca y cenan yuca. No comen carne”, dice Sydney Vargas, una enfermera limeña que dirige la Microrred de Salud de Cubantía.

Vargas tiene a su cargo 44 comunidades nativas asháninkas y nomatsiguengas de Pangoa, donde viven más de 1.800 menores de 5 años. Para todos ellos, hay apenas cuatro enfermeras y algunos cuantos técnicos.

A partir de los 6 meses y durante un año, a todos los bebes de estas comunidades se les da las chispitas, un multinutriente en polvo que contiene hierro. Al final del tratamiento, se hace un tamizaje de sangre. Sin embargo, en esta zona la enfermedad persiste.

En mayo, Sydney y su equipo hicieron pruebas de sangre en la comunidad de Chuquibambilla, a 30 minutos de su puesto de salud. De cada 10 niños, 9 tenían anemia.

Ella explica que, si no elevan su nivel de hemoglobina a tiempo, los más de 10 mil niños de esta zona, aquellos a los que se detectó anemia este año, podrían sufrir lesiones irreversibles en el cerebro.

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Una estrategia sin fusiles

Fredy Gerónimo Chumpate es otro nomatsiguenga que escapó a la barbarie terrorista aquel setiembre de 1989. Era apenas un niño de 6 años que no entendía bien por qué su mamá gritaba desesperada para que corriera hacia el monte.

Él es ahora el líder nativo de las 57 comunidades nomatsiguengas y asháninkas de Pangoa y jefe de Cubantía, donde el Programa Nacional País, del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis), instaló a principios de año un tambo (un local que acerca los programas y servicios del Estado a esta comunidad). Ya hay 24 tambos funcionando en el Vraem.

Paradójicamente, el tambo de Cubantía se construyó sobre una cancha de fútbol que Sendero Luminoso usó por años para reunir a la comunidad y hablarle sobre sus criminales planes.

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Lejos de esos días de terror, aunque aún con la presencia de militares del Vraem, los nativos de Cubantía siguen reuniéndose en el mismo terreno, pero para fines distintos: ahora allí cobran los S/200 bimensuales del programa Juntos, tramitan su DNI, reciben charlas sobre producción de café o sobre preparación de alimentos para enfrentar la anemia.

En los tambos también se asesora a los alcaldes y autoridades comunales para que elaboren un padrón de población actualizado. Sin esto, el Estado seguirá llegando a ciegas a muchas de estas comunidades en la medida en que no cuenten con un registro familiar, casa por casa, niño por niño, según explica el director de coordinación territorial del Midis, José Carlos Vera.

Las comunidades necesitan además servicios básicos. El 97% de estas no cuenta con agua ni desagüe, según Devida, que acaba de presentar ante el Congreso un plan al 2021 para el desarrollo del Vraem.

La brecha también es educativa. Nueve de cada diez alumnos de cuarto grado de secundaria no entienden lo que leen y no logran resolver operaciones matemáticas.

Según la enfermera Sydney Vargas, estos son los efectos de la mala alimentación de estas poblaciones.

Sin algo tan básico como agua y una alimentación rica en hierro, la anemia seguirá siendo en el Vraem otro gran frente de batalla en el que las balas no sirven.

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