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Las huellas de la guerra en Llochegua, el distrito más convulso del Vraem
Ricardo León

De todo el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), Llochegua, ubicado en la selva de Huanta (Ayacucho), es uno de los distritos más vulnerables y peligrosos. Cada cierto tiempo, con una regularidad casi perversa, llegan desde esta localidad noticias relacionadas al narcotráfico y el terrorismo o a una suma de ambos. Los primeros episodios violentos en Llochegua comenzaron tres décadas atrás; los más recientes se registraron hace apenas dos semanas.

Mientras en Lima y varias otras regiones se discute sobre la presencia de grupos afines a Sendero Luminoso en la huelga docente, en Llochegua esta presencia y esta guerra se viven en primer plano.

–Donde hubo fuego–
El jueves de esta semana, en la agencia agraria de Llochegua, un hombre conversaba preocupado con los encargados de la oficina. Miraban fotos en una laptop, leían documentos, anotaban cosas en un calendario. Ese hombre es Leoncio Rimachi, teniente alcalde del centro poblado Nuevo Horizonte, ubicado a una hora de distancia en auto, en las alturas nubladas del distrito.

Entre la noche del 31 de julio y la mañana del 2 de agosto, las 40 familias que habitan Nuevo Horizonte permanecieron dentro de sus casas –todas de madera, todas oscuras, todas inseguras– porque afuera, a menos de 200 metros, una patrulla de las Fuerzas Armadas se enfrentaba a una columna de Sendero Luminoso encabezada, según informes de inteligencia, por Hugo Sixto Campos Córdova, conocido como ‘Julio’ o ‘Chapo’. Los militares atacaban a ras del piso y desde helicópteros; los senderistas, conocedores de la ventaja geográfica, aprovechaban la niebla para esconderse y seguir disparando. En un primer enfrentamiento murió el sargento EP Álex Flores Pérez; en un segundo choque falleció el suboficial EP Hugo Condori Capaquira. Según informó después el ministro de Defensa, Jorge Nieto, al menos siete senderistas resultaron heridos.

Lo que Rimachi pedía a las autoridades era algún tipo de ayuda para recuperar las chacras afectadas por las explosiones: eso explica su presencia en la agencia agraria. La tarde del jueves, comuneros de Nuevo Horizonte y un equipo de este Diario recorrieron la zona donde se reportaron estos choques. Literalmente, militares y senderistas se enfrentaron a balazos en medio de campos de hoja de coca: eso explica por qué Llochegua es un territorio tan codiciado.

En Nuevo Horizonte, la principal actividad económica es el cultivo de coca. Aquí se vive en pobreza extrema. (Foto: Ricardo León / El Comercio)
En Nuevo Horizonte, la principal actividad económica es el cultivo de coca. Aquí se vive en pobreza extrema. (Foto: Ricardo León / El Comercio)

Desde el punto de vista agrícola no hay tanta variedad en la zona: el cultivo predominante, que cubre cerros casi por completo, es la coca con un destino final obvio. Pero en algunos sectores han sembrado cacao, café y piña. Estas parcelas están unidas por un laberinto de caminos angostos, por los cuales se desplazaron las patrullas del Ejército y la columna terrorista. En los alrededores todavía se pueden ver envolturas del rancho militar y botellas de agua, pero también los boquetes que dejaron las explosiones, y que son los que más daños han causado a las parcelas. Los lugareños recogen casquillos de proyectiles de largo alcance, y de estos tienen ya decenas, pero no se atreven a tocar los restos de las bombas –pesadas láminas de metal abiertas en flor–. Quizá haya algunas sin explotar.

En una cima no muy elevada, a menos de 100 metros en línea recta desde el pueblo, se ven huellas de sangre junto a un arbusto, y al lado vendas manchadas, jeringas, una botella de suero vacía. Aquí murió el sargento Flores. Poco más abajo, ya en la carretera, se ve todavía un par de botas militares rotas.

La mañana del 2 de agosto, un grupo de militares los reunió a todos en el pueblo. A los vecinos les incautaron sus celulares y armas (los comités de autodefensa utilizan escopetas, y la munición suele ser entregada por el Ejército) para averiguar si alguien había registrado imágenes de lo ocurrido o si alguno había disparado. Horas después, les devolvieron sus pertenencias y se fueron. Ese mismo día, en Lima, los efectivos muertos en combate recibían un homenaje en Lima.

–Historia de terror–
Llochegua es un punto particularmente importante en el Vraem para la subsistencia del narcotráfico y de Sendero Luminoso, que aquí opera como su brazo armado. El 21 de julio, pocos días antes de estos últimos enfrentamientos, un equipo de la Policía Nacional se desplazó hacia el centro poblado de Periabente, en este distrito, y capturó a Alí Cueva Rojas, uno de los narcotraficantes más buscados en el Vraem, capaz de producir entre 300 y 500 kilos de cocaína a la semana. Lo capturaron, pero al retirarse de la zona los policías fueron atacados a balazos, y cinco resultaron heridos.

En abril del 2016 ocurrió algo muy similar en el centro poblado de Santa Teresa, también en Llochegua. El narcotraficante detenido fue Víctor Raúl Crespo Silvera ‘Galleta’, y fueron 12 los policías heridos por una turba que quiso impedir la captura.

Desde Llochegua, ya se dijo, las noticias llegan con regularidad. En el 2015, a inicios de setiembre, una ambiciosa operación militar (efectivos se hicieron pasar por ingenieros que pagarían cupos a terroristas del lugar) para atrapar vivo o muerto a un cabecilla conocido como ‘Antonio’ se llevó a cabo en Virgen Ccasa, otro caserío de este distrito. La operación no tuvo el éxito esperado. En cambio, dos años antes, en agosto del 2013, las Fuerzas Armadas sí lograron abatir, tras un paciente trabajo táctico, a Alejandro Borda Casafranca ‘Alipio’, Marco Quispe Palomino ‘Gabriel’ y otro senderista conocido como ’Alfonso’. Hasta ahora es el golpe más duro que ha recibido Sendero en el Vraem.

Según testimonios orales recogidos por la Comisión de la Verdad y Reconciliación, el hecho más sangriento registrado en Llochegua ocurrió el 27 febrero de 1989. Cerca de 200 senderistas ingresaron a la localidad de Canayre, que pertenece a este distrito, y separaron a los hombres de las mujeres. A ellos les dispararon o los degollaron; a ellas las maltrataron. En un solo día asesinaron a 37 personas.

Los niños de primaria del colegio Pedro Paulet, ubicado en Canayre, como parte de su plan curricular leen “Relatos mágicos de la selva”, un recuento de textos escritos por ellos mismos. Uno de los estudiantes, Johann, de quinto grado, es el autor de una breve historia que empieza así: “Un día, de un momento a otro, llegaron tres botes repletos de personas [...]. Las personas del pueblo las dejaron entrar, ya que en esos momentos no había militares en la zona. Estas personas comenzaron a cometer atrocidades que tomaban como diversión, separaban a los niños de sus padres para quemarlos”. La violencia en Llochegua no es un cuento.

*Con la colaboración de Jorge Quispe

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