"Creo que en el Perú hay una especie de hartazgo con los presidentes ladrones, los pillos que se aprovechan de la política para enriquecerse", indica. (Foto: Juan Carlos Hidalgo / EFE)
"Creo que en el Perú hay una especie de hartazgo con los presidentes ladrones, los pillos que se aprovechan de la política para enriquecerse", indica. (Foto: Juan Carlos Hidalgo / EFE)
Raúl Tola

La candidatura del 1990 por el Fredemo fue en respuesta al desastre económico y social que dejaba en herencia el primer gobierno de , cuyo suicidio cumplió seis meses esta semana, el mismo día en que se revelaba que Luis Nava, quien fue su Secretario de la Presidencia, confesó que Odebrecht entregó a García 680 mil dólares en sobres camuflados en loncheras. ¿Cómo quedará García ante el juicio de la historia?

Yo creo que va a quedar muy mal. Va a quedar sobre todo como una persona que aprovechó el poder para enriquecerse. Una persona que perdió completamente el sentido de la realidad en un momento dado. Como tenía esa facilidad de palabra, se consideraba —y probablemente lo era— tan por encima de sus propios partidarios… Pensó que podía gozar de impunidad absoluta para todos los excesos que cometía. Que podía engañar a la gente, en fin. Mi impresión es que la historia no le va a perdonar los excesos que cometió y sobre todo los robos. Creo que en el Perú hay una especie de hartazgo con los presidentes ladrones, los pillos que se aprovechan de la política para enriquecerse. Yo creo que hay un hartazgo con eso, ¿sabes? Eso es una realidad que está detrás del apoyo que, por ejemplo, ha tenido Vizcarra al cerrar el Congreso. Ha tenido un apoyo clarísimo de un porcentaje muy amplio de la población que ve a este Congreso como lo que ha sido: una verdadera vergüenza.

Hablamos de la fascinación del poder y de la sensación de soberbia que despierta. ¿Será por ellas que, en lugar de convertirse en un partido democrático, moderno, el fujimorismo de repitió las mismas recetas de su padre? ¿Porque creyó que tendría resultados distintos?

Probablemente también perdió el sentido de la realidad. Creyó que tenía asegurado el poder. La derrota que le infligió Kuczynski es algo que no le perdonó nunca. Ese deseo de venganza en cierta forma trastornó completamente la vida parlamentaria en el Perú, porque el fujimorismo se dedicó, con el apoyo del pequeño grupo de congresistas del Apra, a tratar de impedir que Kuczynski hiciera un gobierno, a sabotearlo, a censurarle a los ministros, hasta crear una situación realmente imposible en el Perú y a llevar al fracaso el gobierno de Kuczynski. Yo pensé que era la persona más preparada, la persona de la que esperábamos —sobre todo quienes lo habíamos conocido bien— un gobierno espléndido. Y sin embargo fue un gobierno desastroso, y ahora salen acusaciones que a uno lo dejan absolutamente desconcertado, tratándose de una persona como Kuczynski.

Es muy curioso que el último gran ciclo político peruano se abriera con un cierre del Parlamento, el del 5 de abril de Fujimori, y concluya también con un cierre del Parlamento, el del 30 de septiembre de Martín Vizcarra…

Ojalá que los peruanos, ahora que voten por renovar este Congreso, no vuelvan a cometer la insensatez que cometieron llenándolo de gente que no tenía credenciales ni morales ni intelectuales. Aunque ha habido buenas competencias, este Congreso debe haber sido el peor de la historia del Perú. No se ha visto un Congreso más deficiente y que haya sido tan absolutamente obstruccionista contra toda reforma, contra toda operación política.

Lo veo optimista cuando hablamos del Perú, ¿usted siente que el país se está desjodiendo?

Yo creo que se está desjodiendo el Perú. Soy bastante optimista por una cosa: la historia del Perú es un poco la historia de América Latina. Tenía una oligarquía muy cerrada, muy ignorante, que lo que querían era militares en el poder porque se sentían seguros, y una extrema izquierda absolutamente sectaria, muy fanática, que no salía del cartabón revolucionario. La democracia estaba representada por sectores muy minoritarios, que no se movilizaban políticamente. Yo creo que eso ha cambiado muchísimo en el Perú. En primer lugar, hay una izquierda que entiende que ya no es posible buscar el paraíso comunista. Ahora, no se ha democratizado demasiado desgraciadamente. Sigue sosteniendo cosas que son absurdas, como por ejemplo que hay que acabar con la minería. Eso es un gran disparate porque el Perú es un país minero. Esa actitud antiminera es fatal para el Perú y ha tenido muchísimo éxito, por desgracia. En el departamento más pobre, Cajamarca, y ahora en Arequipa. Es una izquierda que ha perdido el apetito, el gusto por la revolución armada, que nos ha traído tantas desgracias, aunque todavía no se ha democratizado lo suficiente. Y hay una extrema derecha que está siendo hoy en día muy golpeada por su enorme corrupción. Los jueces están golpeando ahí y están golpeando de una manera muy eficaz. Mi esperanza es que de todo esto resulte un movimiento muy sólido en favor de la democracia, de reformas profundas, pero hechas con la legalidad y con la libertad.