
Que en el mundo se baten en duelo la ficción y la realidad, es bien sabido. Pero en Colombia esa pugna se ha enervado gracias a un presidente que rompió los moldes y se reivindica a sí mismo ‘loco’, porque la locura -sigo su delirio- es el germen del cambio y, además, la izquierda es loca mientras que la derecha es aburrida.
Entonces, él quiere contar Colombia a su alocada manera. Pero miren lo que pasó el martes 4. Ordenó la trasmisión en vivo de un consejo de ministros. Por más creatividad de ficción que le metió al cuento, el resultado fue una ‘triste telerrealidad’ (el término es de su octogenario excanciller y ex embajador en Venezuela, Álvaro Leyva, que ha saltado del barco progresista con su maletín).
Petro quedó tan herido por Trump que quiso reivindicar la locura creativa y la vitalidad del progresismo, trasmitiendo en vivo el ‘brainstorm’ de su equipo. Todo aconsejaba a no hacerlo.
El espectacular episodio del martes no se puede entender sin uno anterior, el del 26 de enero. Por supuesto, los colombianos traen a colación muchos otros episodios y claves, pero a quienes los vemos de lejos y con afecto; se nos quedó grabado el del 26. Ese día Petro obligó a dar media vuelta en el cielo a dos vuelos con colombianos deportados desde EE.UU. que ya había autorizado (el giro fue porque se percató que eran aviones militares, como si su corta parada fuera trascendente). Trump replicó con amenazas migratorias y comerciales. Indignado y grandilocuente, Petro lanzó un post con reflexiones patrióticas e invocó el recuerdo de Salvador Allende, lo que sonaba a que solo abandonaría el Palacio de Nariño muerto. A las pocas horas, cedió por completo y dejó que subalternos dieran la noticia de la capitulación.
La hipótesis de candelero es que Petro quedó tan herido por Trump que quiso reivindicar la locura creativa y la vitalidad del progresismo, trasmitiendo en vivo el ‘brainstorm’ de su equipo. Todo aconsejaba a no hacerlo. Había pugnas, desconcierto y desazón interna y ello, inevitablemente, saldría a flote. Pero cuando un loco narcisista hace storytelling, no hay límites. Mientras él creía estar contando su épica antimperialista, lo que vimos fue un despelote tropical. No le digo ‘loco’ por irrespeto a Colombia, repito, sino porque el propio Petro usa el concepto. Por ejemplo, justifica el fichaje de Armando Benedetti, su muy controvertido jefe de despacho presidencial, porque es ‘loco’ y tiene ‘magia’ como la tuvo Jaime Bateman, el fundador del desmovilizado M-19. Ello, provocó que Augusto Rodríguez, director de la Unidad Nacional de Protección, rechazara en vivo la comparación.
Muchas insubordinaciones como esa han provocado la hilaridad y estupor de los colombianos. Las más duras fueron de la vicepresidenta Francia Márquez y de la ministra de Medio Ambiente, Susana Malamud, rechazando a Benedetti y a la joven canciller Laura Saravia (30 años de edad pero tremendos escándalos a cuestas) porque contradecían ‘todo lo que es el proyecto progresista’. Francia añadió que el país era más seguro durante el gobierno de Iván Dique. Susana se quebró porque no podía seguir sentada en la mesa con Benedetti pero tampoco quería renunciar. Petro acusó a todos de ‘sectarismo’.
El narrador loco se la pasó repeliendo quejas de los ministros y apagando pugnas entre ellos. Cuando se sentía al mando de la situación, sumaba provocaciones a su antología: dijo que “la cocaína no es más mala que el whisky” replicando de ese modo a una de las razones por las cuales Trump se las trae con Colombia, gran exportadora de droga. Cuando Gustavo se sintió más dueño del despelote, comparó el equipo ideal del proyecto progresista con un ‘sancocho’, y dedicó una frase para cada ingrediente. Pero los ministros le robaron cámara. Mi clip favorito -disculpen amigos colombianos por la reducción al absurdo de su calamidad política, pero acá también nos pasan estas cosas- lo protagoniza el ministro de Educación, Daniel Rojas, apodado ‘Mclovin’ (es igualito a ese personaje de la película “Superbad”), cuadrando a Petro para que le preste atención en medio del desmadre.
La conmoción tras el consejo ha sido tal que, si uno revisa las redes, más repercusión tienen las bromas y memes, que las tomas de posición. Los ex presidentes han preferido el silencio, pues es difícil replicar con palabras lo que se vio; es difícil, incluso, replicarlo este patético hecho político con otro hecho político. Muchos colombianos prefieren apelar a la ficción: reír con video memes de Petro llamando lista cual profesor Jirafales en el aula del Chavo, o los ministros hablando como colegas de oficina de “Betty la fea”. Sin embargo, estamos viendo la implosión histérica de una democracia vecina, sin advertencia, sin filtro, obligándonos a mirarnos en el espejo y consolarnos porque al menos Dina es aburrida y no loca como Gustavo Petro.