Si hay un político que camina al filo de la navaja es él. De un lado el remolino del juicio oral que arrancó el lunes pasado con varios colaboradores eficaces y elementos probatorios que lo acusan de coimero; del otro lado, el mullido y generoso colchón del Tik Tok para amortiguar la caída. Martín Vizcarra encontró la maquinita china perfecta para convertir agravios en márketing electoral.

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