Susana Villarán es acusada de supuestamente estar al tanto de los millonarios pagos que las empresas brasileñas Odebrecht y OAS hicieron a su campaña contra su revocatoria en 2013. (Foto: El Comercio)
Susana Villarán es acusada de supuestamente estar al tanto de los millonarios pagos que las empresas brasileñas Odebrecht y OAS hicieron a su campaña contra su revocatoria en 2013. (Foto: El Comercio)

La mañana del lunes, el Poder Judicial dictó una orden de impedimento de salida del país contra la ex alcaldesa de Lima y su ex gerente municipal, José Miguel Castro, por un plazo de ocho meses.

Según Jorge Barata, ex representante de en el Perú, la ex burgomaestre lo contactó para pedirle que aporte US$3 millones de los fondos de la empresa brasileña para pagar los servicios publicitarios que lideraron la campaña del No a la revocatoria.

Pese a que Villarán y Castro han reiterado su inocencia, es difícil que la ciudadanía no entienda que las empresas protagonistas del Caso Lava Jato se infiltraron en todas las tribunas políticas. ¿Cuánto pueden afectar a la izquierda estas vinculaciones entre la ex alcaldesa de Lima y el Caso Lava Jato?

Para el analista político José Carlos Requena, de probarse las acusaciones contra Susana Villarán, la izquierda se vería afectada en uno de sus capitales discursivos más representativos: el de la honestidad.

“Esta es la primera vez que se toca tan de cerca a la izquierda, es un golpe importante. El monopolio de las sospechas ya no existe, ya no solo lo tienen sus adversarios”, acota.

Del mismo modo, apunta que la izquierda “es electoralmente más pequeña de lo que se piensa”, pero que ello nunca ha negado su potencial en elecciones ni su influencia en algunos ámbitos de la sociedad civil.

“Cuando sale Barata y acusa directamente a Villarán de esto, dispara hacia un punto donde antes había un gran alarde. Si antes la tenían complicada por la ruptura que hubo en la izquierda parlamentaria, son escasas las posibilidades de que el 2018 presenten candidaturas sólidas”, dice.

Por su lado, el analista político Luis Nunes indica que estas nuevas sindicaciones son la prueba de que la corrupción no tiene un solo color político y que está enquistada en toda la clase política peruana.

“Eso es muy lamentable porque de cara al 2018, al 2021, puede presentarse un escenario negativo por la decepción que los ciudadanos tienen de los partidos que ahorita están en la palestra, tanto de derechas, izquierdas y centros. Hay una mancha que a todos les alcanza”, manifiesta.

En ese sentido, Nunes critica que la izquierda, en la actualidad, esté abocada a formar coaliciones por coyuntura política y no por convicción. “El último caso de esto es el Frente Amplio. Cuando se acaban los comicios se dividen y no vuelven a funcionar. No hay una sola izquierda en el Perú, hay varias izquierdas y muchas de ellas no han brindado soluciones a nada”, agrega.

-Oportunidad-
Nunes manifiesta que las posibilidades de que la izquierda presente candidaturas sostenibles en las elecciones regionales y municipales del 2018 y las elecciones generales del 2021 son escasas, pues las más recientes revelaciones sobre Susana Villarán, la prisión preventiva que actualmente cumple Ollanta Humala y los pocos esfuerzos plausibles del movimiento Nuevo Perú, al mando de Verónika Mendoza, por unificar la izquierda, sí afectarán la imagen de los líderes de esta corriente ideológica.

“Van a seguir en este plan de metamorfosis sin una hoja de ruta que los guíe. No hay un líder que los aglutine porque la señora Mendoza, hoy por hoy, es el prototipo de lo que podría ser una buena lideresa de izquierda, pero tiene varios frentes abiertos”, destaca.

José Carlos Requena, mientras tanto, afirma que lo más nocivo del Caso Lava Jato ha sido que ha dejado pocos frentes políticos sin contaminar, por lo que esto podría beneficiar a “algunas voces que piden que todos se vayan”.

“¿Quién se beneficia con lo que está pasando? En primer lugar, todos los que tengan una hoja limpia. Hay toda clase de personas en los partidos políticos. Podrían favorecerse aquellos que tienen un historial correcto. Un segundo beneficiado, eventualmente, sería un antisistema. Y de eso sí hay que cuidarnos”, concluye.

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