Abimael Guzmán y Elena Iparraguirre, cabecillas presos con cadena perpetua por liderar Sendero Luminoso. (Foto referencial: EFE)
Abimael Guzmán y Elena Iparraguirre, cabecillas presos con cadena perpetua por liderar Sendero Luminoso. (Foto referencial: EFE)
Diana Seminario

Hubo un tiempo en que se oía una explosión a lo lejos y la única pregunta que venía a la mente era: ¿Dónde habrá sido esta vez? El noticiero de la noche nos confirmaba el lugar donde había estallado la bomba, los daños causados y los muertos que dejaba la insania terrorista de entonces. Pero una noche de sábado todo cambió. La programación de la televisión era normal, hasta que un tímido cintillo anunciaba la noticia que todo el Perú ansiaba conocer: el cabecilla y fundador del sanguinario , Abimael Guzmán, había sido capturado por el Grupo Especial de Inteligencia (GEIN).

Los días previos a su caída ya habíamos podido conocer el rostro de la muerte cuando algunos videos incautados en operaciones antiterroristas nos mostraban a un Abimael Guzmán gordo y borracho bailando el tema de “Zorba el griego” con la cúpula de su banda criminal.

Las noticias del número de muertos empezaron a convertirse en parte de nuestra vida diaria. No había –o creo que no hay– una familia del Perú de los 80 y 90 que no haya perdido a una persona cercana a causa del terrorismo o que no conozca de alguien que haya sido víctima de Sendero o del MRTA.

Han pasado 25 años desde entonces. El Perú es un país diferente, donde nuestro mayor miedo es sufrir un asalto en plena vía pública o morir en manos de un ratero que pugna por llevarse nuestro celular.

Para los chicos y chicas menores de 30 años, la palabra terrorismo es algo lejana, no tienen idea de lo que es salir por la mañana y no saber si van a regresar, no saben lo que es tomar un micro en pleno ‘paro armado’, Abimael Guzmán es un extraño personaje barbado y no llegan a saber a ciencia cierta qué tan malo fue, les han contado tantas historias que ya no saben cuál creer.

Pese a que ya no estallan bombas en Miraflores ni mueren inocentes campesinos en las alturas de Ayacucho, Sendero Luminoso no ha muerto, solo se ha transformado. Unos se han convertido en viles narcotraficantes y otros propagan su ideología del odio apenas encuentran el mínimo espacio.

Mañana no solo recordaremos un aniversario más de la denominada “captura del siglo”, sino que paradójicamente mientras los peruanos celebramos el triunfo del Estado de derecho sobre el odio, también los rostros del terror empiezan a dejar la cárcel, la inicial cadena perpetua dio paso a la revisión de sentencias y nuevos juicios por orden de una corte internacional.

Y la pregunta sigue latente: ¿Sendero Luminoso es una amenaza para el país? Y el general PNP (r) Marco Miyashiro, ahora convertido en congresista, responde esta inquietud en entrevista al diario “Trome” ayer: “Siempre lo ha sido porque ellos desarrollan una guerra sin tiempo. Han sido derrotados militarmente con la operación Victoria del año 1992, pero continúan ahora en dos facciones. Lo que pretenden es agudizar cualquier tipo de crisis que se presente en el país y destruir la economía para que el Perú no pueda ser una nación desarrollada”.

No nos confundamos, si bien el terrorismo ahora no lanza bombas ni arrasa pueblos enteros, viene infiltrándose sinuosamente, cual serpiente venenosa amparada en la libertad y democracia que ellos desprecian.

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