Cuando entró al MTC, Giuffra botó a un grupo de leales a Vizcarra, que hoy lo miran desde arriba. (Foto: Víctor Aguilar/El Comercio)
Cuando entró al MTC, Giuffra botó a un grupo de leales a Vizcarra, que hoy lo miran desde arriba. (Foto: Víctor Aguilar/El Comercio)
Fernando Vivas

Por ahora, el método escogido por para intentar salir del aprieto es el silencio. “Calla, Bruno, porque cualquier cosa que digas se usará contra ti; calla, Bruno, porque otros escándalos desviarán de ti los reflectores”, es un eco que no resuelve en absoluto las tribulaciones del ex ministro, solo las patea para adelante. Intenté recoger su versión pero lo único que me dijo es que no me podía decir nada sobre aquello que lo comprime: tres conversaciones telefónicas con el congresista de Fuerza Popular por Puno Moisés Mamani, en las que, por lo menos, queda claro que estaba al tanto de los intentos non sanctos del gobierno por convencer a fujimoristas de pasarse de lado ante la votación por la vacancia.

Qué tanto se comprometió penalmente en la operación de inducción de votos, qué tanto gestionó u ofreció gestionar obras, empleos o facilidades desde el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC). Esto tendrá que ser dilucidado por el Ministerio Público, que ya abrió investigación de oficio. La frase “tú sabes cómo es la nuez”, que ya adquirió vida propia, es vaga y lúdica, pero complementada con “tú sabes [...] qué cosa vas a sacar” y, más adelante, “tú asegura lo otro” no deja duda de que Giuffra ofrecía a Mamani una cosa a cambio de otra cosa. Su defensa tendrá que probar que eran beneficios (en el mejor de los casos) solo para asegurar la continuidad de PPK en el poder.

Ante la gravedad de las sospechas, el ex ministro no ha salido ni a desmentir los audios ni a gritar excusas, a pesar de que he hablado con respetables amigos suyos que se muestran impactados y tratan de buscar las explicaciones que él no da. Hay un detalle, eso sí, que le da sentido práctico a su silencio: al cierre de estas líneas aún no ha aparecido el supuesto video de la reunión en la casa de PPK en la calle Choquehuanca, a la que Giuffra llevó a Mamani, tal como se lo promete en los audios. No podemos asegurar que tal registro existe, pero Mamani ha dado a entender que sí y una fuente me asegura que la reunión se concretó, y Giuffra, obviamente, teme que pueda airearse. Cualquier cosa que allí haya dicho, por más banal, también podría usarse en su contra, si se contradice con sus primeras excusas.

—El clon—
Bruno Giuffra Monteverde (47 años) tiene cinco hermanos, uno de ellos su gemelo Mario, socio en su empresa Promotick, que ha crecido hasta internacionalizarse.

Cuando Bruno fue enrolado de ministro de la Producción, a insistencia de Fernando Zavala, en el 2016, varios televidentes pensaron que seguía al mando de su programa “Mundo empresarial” en Canal N, lo que hubiera sido una suma de intereses en conflicto. Pero se trataba de su gemelo Mario. Esta anécdota de identidades aparentemente duplicadas hace recordar otra, cuando empresarios entusiasmados por la fama de destrabador de megaproyectos que le promovió el Ejecutivo (línea 2 del metro, segunda pista del Jorge Chávez, aeropuerto de Chinchero como obra pública) dijeron que había que clonarlo. Antes de ser ministro, Bruno había dejado de ser el emprendedor de autoayuda a lo Nano Guerra García, para convertirse en asesor de estrategias de márketing y fidelización de marcas, incubador de start-ups y otras etiquetas que hacen fortuna y prestigio en el mundo de la gran empresa. Por supuesto, también se hizo figura conocida en los CADE.

Es temprano para saber si tal fama era genuinamente merecida, si destrabó lo suficiente y si además hizo obra menuda correctamente discernida; pero sí salta a la vista que sus dotes de comunicador del emprendedurismo de gran empresa (las pymes no eran su fuerte, aunque no las descuidaba) lo ayudaron a criar fama para ser considerado en el Gabinete Zavala y luego para ser ascendido de cartera. Le ofrecieron, pues, dar el peor paso de su vida: reemplazar al renunciante Martín Vizcarra en el MTC, el ministerio ejecutor por excelencia. Y se fidelizó al gobierno de PPK como no se fidelizó Vizcarra. Y se burló, en un tuit, del ex ministro Alonso Segura.

—La cría moqueguana—
Cuando entró al MTC, quiso marcar un cambio de estilo respecto a Vizcarra, quien renunció tras delatar sus dudas sobre Chinchero. En ese afán, Giuffra botó a un grupo de leales al hoy presidente que –las vueltas que da la vida– hoy lo miran desde arriba.

Por todo esto, no es de extrañar que el primer nombramiento oficial del Gabinete haya sido el de Edmer Trujillo, el martes 27, anticipándose al plazo de 10 días que pidió el presidente y antes de revelarse que César Villanueva será el primer ministro. De esta forma, Vizcarra dio varios mensajes a la vez, ninguno halagüeño para Giuffra: no dejar ni un día más en la cartera a alguien involucrado en el escándalo de la presunta compra de votos, colocar a un hombre de confianza (Trujillo fue gerente del Gobierno Regional de Moquegua cuando el hoy presidente era gobernador) para vigilar de cerca una cartera delicada y hacer evidente su fastidio con lo que habría pasado en el MTC durante su ausencia.

Pero esos mensajes son secundarios para Giuffra. Lo principal para él es el efecto penal y sobre su prestigio que pueda tener lo grabado por Mamani y las investigaciones que ahora se hagan sobre el posible direccionamiento de obras y contrataciones en su sector. Es creíble, como dicen amigos de Giuffra, que él no buscó a Mamani sino al revés, pero queda claro, en sus diálogos con el congresista puneño y en aquellos con el abogado Alberto Borea, que sus interlocutores lo tenían por un operador del Ejecutivo en la compra de votos. Una fuente del partido ppkausa me contó que incluso le comentó a su entonces presidente fundador que Giuffra no le parecía la persona más adecuada para conseguir votos, sin implicar, en su relato,que esto se hiciera de forma ilícita. La ironía que revela este testimonio es que los tecnócratas desplazaron al partido hasta en las tareas más comprometedoras.

Le quise preguntar a Giuffra qué lo llevó a exceder su rol de ministro para convertirse –como clamorosamente muestran los audios– en operador de un presidente desesperado por romper a como diera lugar la bancada de Fuerza Popular y así conjurar su vacancia. Ojalá, en el proceso del que no podrá escapar y antes de eso, cuando se decida a hablar, aporte las pistas para entender cómo así PPK se rodeó de lealtades suicidas, ministros y ministras que aludían al entonces embajador peruano en Canadá y hoy presidente como el primer desleal de la nación. Una ironía final que toca a Giuffra y que me la comentó un ministro saliente es que uno de los cálculos políticos que se hacían en el Gabinete, en el caso de que no hubiera vacancia, es que Meche Araoz hubiera tenido que renunciar a la PCM para aplacar la furia opositora y Giuffra se pintaba como candidato de PPK a reemplazarla. Pero ese era un sueño naif. Lo que le ha tocado al ex ministro es una pesadilla de la que ni siquiera lo dejan despertar para gritar su versión.