
—¿Dirías que es el momento de mayor crispación política que vive nuestro país?
La segunda vuelta del 2021 y la toma de posesión de Castillo han sido hasta ahora el pico de la crispación política. El candidato de un partido comunista tomaba el poder por la vía electoral mientras que la derecha incrédula de lo que veían sus ojos reclamaba fraude sin pruebas convincentes. Quienes podían sacaban su plata fuera del país y buscaban residencia fiscal en el exterior, comenzando por el Ecuador de Lasso. Al final, el profesor resultó un sindicalista monse que intentó un golpe aduciendo golpismo. Hoy ha quedado la tensión de aquellos momentos, pero quiero creer que algo de aprendizaje también.
—La polarización es efectista y hace mucho ruido y no permite ver el bosque. ¿Cuál es tu radiografía de lo que hoy vivimos en el Perú?
Hoy nuestras élites políticas están polarizadas y nuestra gente también. Como no hay partidos, predominan tribus ideologizadas en forma de argollas o cofradías, caviares por un lado y ultra conservadores por otro, enfrentándose en temas relacionados a valores morales, desde cómo el dinero de USAID ha financiado la “ideología de género” o si las acusaciones contra Cipriani tienen asidero real. Se han creído el cuento de la batalla cultural. Digo que es cuento porque la gente, el peruano promedio, sigue inmerso en batallas materiales: cómo llego a fin de mes, cómo pago el alquiler, cómo costeo la educación de mis hijos. Y eso también polariza, entre los que dicen: sigamos como estamos con este modelo y otros que quieren que cambiemos radicalmente todo. Por eso es que los candidatos presidenciales son minicandidatos y por eso es que nos sorprendemos cuando aparece un outsider.
—Dina Boluarte se vanagloria de los resultados económicos y le echa la culpa a la mala prensa de su impopularidad, incluso pecha a los encuestas y dice que le pueden poner cero. ¿Vive en estado de negación o solo busca llegar al 2026?
Como no sabe leer encuestas, no se ha dado cuenta que estadísticamente tiene cero. Creo que vive en una suerte de Truman Show que le han montado sus ministros. Su gobierno es de utilería, con voceros impostados y portátiles a sueldo. Busca sobrevivir cobrando presuntas deudas y despertando infundados temores. La deuda es “yo los salvé de Castillo”. El temor es: “Si me vacan, reaparece el caos”.
—¿Qué es lo que más le criticas?
Su indolencia y su frivolidad. Pudo pasar a la historia con laureles, como una presidenta de transición que adelanta elecciones para calmar al país. Pero le ganó la angurria, con consecuencias mortales. Se ha rodeado de oportunistas como ella que han devaluado la gestión pública y mutilado la rendición de cuentas. Ética y estéticamente el resultado es horroroso.
—¿Quién fue peor? ¿Pedro Castillo o Dina Boluarte?
Este es un remake de la elección entre el cáncer y el sida, ¿no? Pedro Castillo representaba a un cuarto de los peruanos; Dina solo a sus ministros ayayeros. En términos de representación política, Castillo tuvo más mérito, pero en gestión pública, la combinación de radicalismo y amateurismo fue desastrosa para nuestro país. Boluarte está haciendo méritos para demostrar que un gobierno frívolo y amateur puede ser peor. Veremos cómo termina, pero sin duda ambos gobiernos han hecho daños irreparables a nuestra pobre democracia.
—¿Este es uno de los peores quinquenios de toda nuestra historia?
En términos políticos sí, pero no en la economía. Bajo esa lógica, ha sido uno de los mejores quinquenios de nuestra economía porque ha demostrado que puede sobrevivir a Castillo, a Boluarte, a la inestabilidad política crónica. Ahora, en términos conjuntos la evaluación es pésima. Hemos perdido la viada que teníamos en términos de crecimiento, y hemos parido nuevos problemas como el de la inseguridad pública producto de la expansión del crimen. Desde el gobierno de Alan 2 solo hemos retrocedido.
—¿Estamos viviendo una erosión de nuestra débil democracia? Mira el Congreso, decenas de sus miembros tienen acusaciones serias que va desde mochar sueldos hasta violar en un despacho congresal; mira el Poder Judicial donde hoy se habla de compra y venta para abrir carpetas fiscales y resolver procesos y mira el Ejecutivo donde ya no importa quién y cómo gobierne con tal de que llegue al fin del mandato.
Vivimos una erosión democrática desde abajo, lo que he llamado una erosión popular. En otros países la erosión proviene de líderes autoritarios que se apropian de todas las instituciones y establecen mafias desde arriba; en nuestro país, la erosión es estructural y proviene de la expansión de la informalidad. Día a día, socavamos la legitimidad del Estado de derecho y creemos que una norma existe para ser reformada según mi interés particular. Estamos ante fallas estructurales de cómo entendemos el contrato social. Ya no solo es un desborde de las instituciones en épocas de crisis (que es cuando escribían Matos Mar y Hernando de Soto), sino una informalidad con plata. Vivimos el dominio de la lumpen burguesía, como bien advertía Hugo Neira.
—¿Convivimos con una cachina política donde los “ideales” tienen precio y el Estado es el mejor botín?
Así es. Con la informalidad no se agrega intereses colectivos, sino se imponen intereses de quienes tienen capacidad de presión, ya sean mineros artesanales o colectiveros de transporte público. La política solo sirve para prorrogar esta informalidad, convertir situaciones transitorias excepcionales en permanentes, para amnistiar faltas cometidas. Todo en aras de una supuesta gobernabilidad. Es una cachina política, como dices, un mercadillo de productos de origen dudoso.
—¿En una sociedad informal como la nuestra que es lo prioritario?
Todos los candidatos van a prometer paz y orden, así que ése no será el elemento decisivo en la campaña. Sino alguien que genere algo de confianza y que tenga menos anticuerpos, menos detractores que el resto. Pero en una sociedad informal como la nuestra, lo prioritario es la sobrevivencia económica. Nuestra economía de auspiciosas cifras macroeconómicas tiene un problema: que no detiene a la informalidad y es lenta para disminuir la pobreza.
—¿Nos hemos degradado como sociedad? “Nuestro país vive uno de los momentos más aciagos de su historia republicana. La crispación política, el desgobierno generalizado, el imperio del delito sobre la ley, la clase política cómplice del crimen organizado y el abandono de buena parte del territorio nacional por parte de un gobierno inútil, corrupto, frívolo e indolente al sufrimiento dibujan un escenario dramático”; así asegura el candidato libertario Rafael Belaunde Llosa. ¿Estás de acuerdo?
Ese balance es de sentido común para libertarios o para caviares. Pero es un balance hecho para la indignación, que es la forma más fácil pero irrelevante de hacer política hoy. El reto es cómo trascender los diagnósticos deprimentes. No veo ideas nuevas en el debate político, solo variaciones de indignación. Los más nostálgicos ponen el énfasis en una supuesta promesa republicana; los más simplones, en la corrupción. Pero no hay ni una sola propuesta en serio para el problema estructural de la informalidad. Incluso las ideas liberales de Hernando de Soto han sido superadas por la realidad porque se ha demostrado que no se necesitan títulos de propiedad para que los informales tengan plata.
—¿Cómo se sobrevive a una elección que promete tener más de 50 candidatos presidenciales?
Comicios con más de 50 candidatos más que una elección es una lotería. Porque no hay forma materialmente posible de que los ciudadanos conozcan los perfiles de tantos postores a la presidencia. Ni siquiera voy a hablar de eso que llaman programa de gobierno que seguramente lo harán con Chat GPT. Entonces vamos a ver una carrera de minicandidatos por hacerse visibles en medio del desconcierto del electorado.
—¿Rafael López Aliaga es el político más disruptivo? Es el líder de la derecha porcina que tanto mencionas?
Yo defino la derecha porcina como aquel sector ultraconservador que le encanta meterse a los chiqueros de los fake news, de los insultos en redes sociales, de las teorías conspirativas para alimentar su caudal político. Se justifican en que están dando una batalla cultural para agredir a sus rivales, incluso con difamaciones. Da la casualidad de que el alcalde de Lima y miembro del Opus Dei se hace llamar Porky. Utiliza la caricatura de chanchito rosáceo e inofensivo como atajo cognitivo. Es disruptivo. No se alimenta precisamente de bellotas, sabe moverse en los lodazales del social media. Y ha desarrollado tremendo cuero de chancho que se necesita en la política peruana. Hoy acapara todos los reflectores, para bien o para mal, todos nos hemos convertido en los espectadores de su stand-up comedy.
—¿Y qué político caviar logrará sobrevivir al desgaste? Los grandes líderes o están procesados o inhabilitados.
No sé si en la actualidad el líder del sector caviar es Sagasti o Vizcarra, pero en fin, en ambos casos procesados. Pero sobre todo Vizcarra ha demostrado tener gran resiliencia en un sector de la opinión pública a pesar de que fuimos uno de los peores países en gestionar la pandemia del Covid-19. Durante su gobierno se hicieron barbaridades como utilizar inadecuadamente las pruebas rápidas. Pero precisamente las crisis son coyunturas precisas para la construcción de líderes populistas. Quizás no pueda ser candidato presidencial, pero sí influirá en la campaña por endose de votos._
—Acuña y Keiko han jugado a ser garantes de Dina y comienzan recién a desmarcarse. ¿Haber apoyado a un gobierno tan ineficiente les pasará factura?
Me parece que más Acuña que Keiko. Pero a los Acuña no les interesa la popularidad y el desprestigio porque sus votos vienen del clientelismo de los gobiernos subnacionales y del empleo social de sus universidades como sustituto partidario. APP está pasando por su momento Succession pero en versión Chollywood. Pero Richard no es César. Nos hemos burlado tanto del patriarca, pero César ha sabido rodearse de figuras políticas importantes. El primer candidato presidencial de APP fue Natale Amprimo; la rectora de la Vallejo es Beatriz Merino. En cambio, Richard ha mandado a su equipo de fútbol dos veces a la segunda. Tanto se ha degradado la política peruana que vamos a terminar extrañando a César Acuña.
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—¿Ves posible un triunfo de la izquierda en la próxima elección?
No se puede descartar una victoria de la izquierda porque hay un elector de izquierda radical lo suficientemente cohesionado para llevar a segunda vuelta a cualquiera. Pedro Castillo está fuera de carrera, pero no su electorado. Este electorado es pasivo, silente. El hecho que no aparezca nadie de este sector en las encuestas no debe llevarnos al error de creer que la izquierda está de retirada. La derecha está muy distraída con las victorias de Milei y de Trump.
—¿Cómo describes hoy a la izquierda peruana?
¿Sabes cómo identificas a un izquierdista en el Perú? Siempre dice “cómo me duele el país”. Esa línea describe muy bien lo que son: transmiten sensación de fracaso y de impotencia, y una vocación de interés público, pero con una incapacidad para hacer algo en serio. Oportunidades han tenido. La izquierda de piscina frente al mar tuvo su gran chance en Lima con Villarán y terminó confesando corrupción. También tuvo su cuarto de hora con Ollanta y, más caleta, con Vizcarra, pero terminaron ensuciándose. Hasta sus parientes pobres, la izquierda provinciana llegó a Palacio y terminó escondiendo billetes en el tanque del wáter. Hoy no tienen liderazgo propio.
—¿Cuán descolgado queda el “periodismo independiente” que se ve descubierto financiado por Usaid. ¿La información fue usada como estrategia política?
El periodismo independiente es una ilusión. Con la crisis de los medios tradicionales, han aparecido emprendimientos de periodistas que le hablan a sus burbujas cautivas que profundizan la narrativa que quieren escuchar. Viven del yapeo y de sus amigos operadores de la cooperación internacional. Sería una barbaridad estigmatizar a todos los fondos de USAID que tanto han servido para sostener escuelas como Fe y Alegría y para luchar contra el narcotráfico. Hay que enfocarnos en los operadores de los fondos que han dirigido recursos con finalidad política.
—¿Keiko será la eterna política qué pasa a segunda vuelta y se queda en el camino?
El antifujimorismo es una cuestión de fe; no requiere evidencias. Es un caso digno de estudio porque pruebas sobre corrupción y autoritarismo sobran sobre Alberto Fujimori, pero los peruanos parecen haber perdonado al padre y concentrar los odios en su hija. Si Keiko se lanza a la presidencia, lo más probable es que pierda en una segunda vuelta. Pero también lo más probable es que su partido sea la primera fuerza política en el Congreso bicameral. El fujimorismo se ha dado cuenta de que puede ser un partido parlamentario y que el poder se puede ejercer desde el Legislativo. Eso es un tremendo premio.
—¿Qué político te llama hoy la atención?
Me llama la atención que no haya políticos en el horizonte que puedan cautivar a más de un 5% de peruanos.
—¿Tiene chance Carlos Álvarez que ya aparece en las encuestas?
Personalmente, me cuesta tomarle en serio porque cuando lo veo estoy esperando que me cuente un chiste. Está perdido en el laberinto de personajes que ha imitado y le va a costar encontrar su propio personaje.
—¿Qué piensas de Rafael Belaunde?
Que tiene amigos querendones que le han dicho que es presidenciable. Ahora, sus amigos son influyentes porque no hay entrevista en que no me pregunten por él. Pero sinceramente solo he leído un par de columnas suyas. Una de ellas lleva por título “El Perú Somos Todos” y no sé si es un candidato presidencial o el Pecoso Ramírez.
—¿Javier Gonzáles Olaechea?
Lo vi el otro día con las camisas remangadas y sin corbata en una entrevista con Thorndike. Es lo único que me llamó la atención de esa entrevista.
—¿Antauro jugará a implosionar el sistema?
Prohibido de ser candidato presidencial, difícil. Pero tiene la fuerza suficiente para meter a una bancada al Senado. Sería una bancada rebelde, anti-sistema si es que logra colocar a gente de su estilo o con aliados como el Frepap.
—¿Phillip Butters tiene posibilidades? Techito y Málaga se fueron de Avanza País porque no lo soportan.
Butters ha construido el personaje del “sabelón” que es muy popular en nuestra cultura combi. Tiene la ventaja de ser mediático y con más habilidades para la comunicación que Carlos Álvarez. Además, ha “pagado planillas” como suele decir. Pero, no estoy seguro de que se lance a la presidencia. ¿Estaría dispuesto a pelearse con su tío Porky?
—¿Verónica Mendoza tiene algo de posibilidades o su matrimonio con Vladimir Cerrón terminó por quemarla?
La famosa unidad de la izquierda es el último rastro de gramscismo que le queda, pero ello desgasta a cualquiera. Ese es una suerte de mantra que afecta a los miembros de ese espectro político y Mendoza no ha sido la excepción.
—El líder de Perú Libre prófugo se jaranea en Twitter y sigue soñando con ser presidente. ¿Es posible que alguien pueda seguir creyendo en él?
¿Aparte de la Embajada de Cuba? Veo muy difícil que Vladimir Cerrón y su partido reediten la suerte que tuvieron en el 2021. Es un cuadro político castrista, ideologizado, disciplinado, habilidoso. Sabe protegerse, pero volver a recuperar esos espacios de poder parecen lejanos. Hay un porcentaje de peruanos que van a insistir en un candidato más a la izquierda que Mendoza. Sin Antauro en la cédula presidencial, ese nicho electoral seguirá buscando a su Castillo versión verano 2026.