(Foto: Alonso Chero / El Comercio)
(Foto: Alonso Chero / El Comercio)
Diana Seminario

Algo peculiar ocurrió ayer: derecha e izquierda, liberales y conservadores, fujimoristas y antifujimoristas estuvieron unidos por el censo. Sin embargo, esta inusual coincidencia no fue en torno a una campaña tipo “tú también cuentas”, sino para denunciar severas y preocupantes irregularidades que se revelaron en la jornada de ayer. Una de las más llamativas fue la de las calcomanías con publicidad de la Universidad César Vallejo, propiedad del ex candidato presidencial .

El asunto del auspicio no es nuevo. En el censo 2007 los stickers vinieron con los logos del BBVA Banco Continental y del Seguro Integral de Salud (SIS).

El auspicio de la Vallejo vino con premio, pues según el convenio con el INEI “se le entregará a la universidad la base de datos con los resultados definitivos de los censos”. Algunos se apuraron en aclarar que los resultados son públicos. Sí, los resultados estarán disponibles una vez que sean procesados, pero una cosa distinta es la base de datos: quiénes somos, dónde vivimos. Hasta donde se entiende, son dos temas distintos. Según el jefe del INEI, Aníbal Sánchez, la base de datos será entregada sin nombres. Pero las dudas persisten. Si la base de datos será divulgada “innominada”, ¿por qué el formulario incluye identificación y DNI? ¿Por qué el convenio con la Vallejo es específico en cuanto a la entrega de base de datos si esta, según el INEI, será pública? ¿Cómo se beneficia la UCV con el convenio entonces? Mucho por aclarar.

Esto pudo ser visto como un interesante acuerdo que servirá para hacer investigaciones profundas y serias. Lamentablemente, la realidad nos demuestra que el fundador de la Vallejo ha sido acusado de plagio y de adueñarse ilegalmente de la autoría de un libro, y es un permanente candidato a algo. Es decir, cualquier político o partido tendría que pagar millones de soles por un estudio cualitativo de la magnitud del censo. Pero Acuña se la lleva fácil. Datos como cancha.
Otro asunto que fue destacado, sobre todo en las redes sociales, fue la negligencia con la que se trataron los cuestionarios una vez llenados. Muchos ciudadanos –avalados con videos– señalaron a los encuestadores borrando y ¿corrigiendo? los cuadernillos. Algunos que se acercaron a los voluntarios para preguntarles por esta actitud, recibieron como respuesta que no habían “rellenado completamente el círculo” y lo estaban haciendo, y otros alegaban que el formato les exigía una caligrafía específica, por lo que, borrador en mano, corregían. ¿En tiempos de Internet y iPad todavía se debe llenar un formulario con lápiz para que este pueda ser reconocido por la lectora?

Es vital saber cuántos somos para saber qué servicios necesitamos, dónde se requiere incrementar los servicios de salud, hacer más colegios y carreteras. Eso no está en discusión.

Y por último, y no menos importante, quedó al descubierto una burda campaña que usó todos los símbolos oficiales del INEI y del censo para dirigir una respuesta sobre religión y fe. ¿Será porque el censo del 2007 arrojó como resultado que 16’960.443 personas se declararon católicos; es decir, el 81,3% de la población? Si bien el INEI se apuró en deslindar del contenido de la campaña, no dijo que uno de sus promotores era trabajador de esta institución y reclutaba voluntarios en Miraflores.

Un ejercicio tan importante y valioso quedó deslucido, viciado y sesgado por la incompetencia de sus responsables. Hay mucho que aclarar y se ve que esta irresponsabilidad traerá cola, y no estadística, sino política.

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