(Foto: Hugo Pérez / El Comercio)
(Foto: Hugo Pérez / El Comercio)
Diana Seminario

El viernes pasado no solo estrenamos presidente, sino –por lo visto hasta ahora– un nuevo modo de hacer política, en el que la sencillez y humildad marcan el corto recorrido del flamante jefe del Estado, .

Las primeras palabras del presidente Vizcarra en el hemiciclo fueron alentadoras. Este hombre moqueguano de 55 años, padre de cuatro hijos y abuelo de una nieta, se animó a hablar de esperanza, fe y unidad. Conceptos que hasta hace una semana parecían desterrados del vocabulario de los políticos.

“Lo que ha sucedido debe marcar el punto final de una política de odio y confrontación, que no ha hecho otra cosa que perjudicar al país”. Quizá esta frase resuma los casi dos años de gobierno del ex presidente Kuczynski. Por eso, Vizcarra hace bien en intentar acortar ese distanciamiento que se acentuó con el abierto enfrentamiento entre el Ejecutivo y la mayoría parlamentaria del fujimorismo.

Pero no nos confundamos: Kuczynski no se vio obligado a renunciar porque hay una guerra declarada en el fujimorismo y que tiene como cabezas visibles a los hermanos Keiko y Kenji Fujimori. La gestión de PPK tampoco cayó por unos audios y videos registrados por el congresista Moisés Mamani, no. Kuczynski cayó porque se puso al descubierto cómo operadores del Ejecutivo intentaban ‘jalar’ votos en contra de la vacancia a cambio de prebendas.

Los funcionarios grabados querían a toda costa salvar al jefe, a sabiendas de que sobre él pesan graves acusaciones de serios conflictos de intereses que lo llevaron a beneficiarse económicamente de empresas que licitaban con el Estado, mientras se desempeñaba como ministro de Economía y primer ministro.

En medio de esta terrible crisis moral es muy importante el mensaje de Vizcarra, porque necesitamos creer en algo o en alguien que nos diga que el Perú está primero.

Este debe ser más que un lema, pues debe asumirse que el país debe primar ante los intereses de hacer negocio a costa del Estado, ante el intento de cerrarle la puerta a quien pueda aportar al desarrollo solo porque es de tal o cual partido, o no pertenece a la ‘argolla’ que durante los últimos años se reparten puestos claves en el Estado.

Ante esto, no solo resulta inoportuno lo dicho por Juan Sheput, sino que resume el modo de hacer política que ha primado en los últimos tiempos. “Considero que si la gestión de Vizcarra se inclina hacia el fujimorismo, como todo parece indicar, obviamente tendré que estar en la oposición”, dijo el congresista, dado que entre los cientos de rumores que se esparcen por Lima en los últimos días se mencionaron a algunos profesionales ligados al fujimorismo para integrar el Gabinete.

¿Es que el hecho de haber trabajado en algún gobierno o identificarse con un grupo político hacen inelegible a un profesional honesto? Según la lógica del congresista Sheput, él mismo, que se inició en la política al lado de Alejandro Toledo, tendría que haber sido vetado hace rato.

No desperdiciemos la oportunidad de reencontrarnos como país, de sumar en vez de restar y descalificar. No repitamos errores que nos han llevado al abismo de la crisis moral y ética. Estamos a tiempo.