(Foto: Ángela Ponce/ GEC)
(Foto: Ángela Ponce/ GEC)
Jaime de Althaus

ha explicado la clamorosa ausencia de reconocimiento de malos resultados en el discurso presidencial, diciendo que ningún político se autoflagela. Ni siquiera cuando el flagelo lo ha recibido en realidad el país entero. Y de qué forma.

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Podemos entender que no se quiera decir que el Perú es el país que tiene la mayor cantidad de muertos por 100 mil habitantes en toda América, incluyendo Estados Unidos (sin considerar la nueva contabilidad), ni que tendremos la peor caída económica, pero la segunda parte del silogismo sí debió ser explicada: qué cambios vamos a introducir entonces en la fallida estrategia sanitaria para evitar que un rebrote de la pandemia nos devore, y cómo vamos a simplificar la formalidad para recuperar rápidamente los más de 3 millones de empleos formales que hemos perdido solo en Lima, por ejemplo, o cómo vamos a activar los proyectos mineros salvadores.

La admisión por parte de la ministra de Salud del número real de muertes va en la dirección correcta. Ahora falta decir cómo vamos a reenrumbar la estrategia sanitaria para disminuir los decesos. Porque, allí sí, no tiene sentido quedarse en la autoflagelación. Buena parte de los errores derivan de no haberse aliado con el sector privado para ejecutar con eficacia las estrategias. Te Cuido Perú, por ejemplo, que debe aislar, atender y abastecer a los infectados y sus contactos para cortar la cadena de contagios, no funciona por falta de capacidad tecnológica y logística, que la puede poner el sector privado. Lo mismo pasa con la compra de moleculares, que sigue trabada, etc.

En lo económico igual: no se convocó al sector privado ni para el cierre ni para la reapertura de la economía. Vemos los resultados. El primer ministro, por lo tanto, tiene que forjar una alianza con el sector privado, que es el 80% de la economía, tanto para lo sanitario como para lo económico. Se requiere un comando público-privado incluso para despertar confianza y optimismo.

Pero también tiene que buscar una alianza con el Congreso. Otro gran error del gobierno fue descuidar la relación con el Parlamento, permitiendo el crecimiento incontenible del tsunami de iniciativas populistas que comprometen el crecimiento futuro y la propia recuperación. El asunto es más grave aun que la pandemia, porque los efectos de esas normas serán más duraderos.

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Entonces es vital acordar una agenda legislativa conjunta, algo que, por lo demás, ni siquiera requiere voluntarismo porque es un mandato del art. 29 de la ley del Congreso. Ese es el principal acuerdo político en este momento. Parte de esa agenda debería ser la aprobación de las reformas de gobernabilidad, para que el próximo gobierno tenga mayoría en un Congreso mucho menos fragmentado que el actual. Pensar en el futuro.

No todo han sido errores del gobierno. Dos problemas estructurales se confabularon también: la precariedad de la salud pública y la altísima informalidad, dos formas de la exclusión social masiva. Por lo tanto, el Pacto Perú debería concentrarse solo en esos dos temas: cómo incluir a los peruanos en la Salud pública y en el Estado legal. Con eso habríamos dado un paso gigante hacia nuestra conformación como república.

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