(Ilustración: Giovanni Tazza/ El Comercio)
(Ilustración: Giovanni Tazza/ El Comercio)
Fernando Vivas

Tal fue el frenazo que la dio a la aprobación de las ; y el tremendo pique tras el anuncio de la cuestión de confianza (CDC), que los fujimoristas sufrieron un latigazo cervical. Quedaron, aparentemente, superadas las fricciones entre Morochucos (cuartel naranja donde despacha Keiko) y Daniel Salaverry, que hizo suyo el apuro del gobierno y lo comunicó en un mensaje a la nación que sacó ronchas internas.

Vimos a Rosa Bartra, presidenta de Constitución, y a la portavoz Úrsula Letona, poner velocidad de crucero y aprobar, antes de la presentación formal de la CDC, la primera de las cuatro reformas, la reinvención del CNM, rebautizado como Junta Nacional de Justicia. Luego, se han aprobado dos reformas más, la que regula el financiamiento de partidos para prevenir el ingreso de dinero sucio y la de la bicameralidad.

Detengámonos en la última, pues delata los dilemas de vizcarrismo y fujimorismo. El Ejecutivo presentó un proyecto para 100 diputados y 30 senadores, haciendo malabares aritméticos para representar a todo el país a costa de subrepresentar a Lima. Había pánico de que la ciudadanía se alarme ante la idea de más congresistas y más gasto y vote No.

Surgió la alternativa de expertos como Fernando Tuesta que recomendaban no fijar números en la Constitución y dejar la precisión a una ley ulterior. Sin embargo, los fujimoristas y otras bancadas quisieron fijar cifras y que estas fueran mayor a 130 (como todos los expertos sugerían). Valga especular si tal insistencia era juiciosa –¿a qué engañar al votante?– o maliciosa, buscando quitar ‘sex appeal’ a la reforma.

El impasse del número llevó a Patricia Donayre a proponer una cita en Palacio con los voceros. Era necesario que los fujimoristas le dijeran a Vizcarra que no aceptaban la camisa de fuerza del número ni dejar la cifra abierta, aunque estaban dispuestos a llegar a un acuerdo. Digamos que pensaron hacer un ‘cuarto intermedio’ en Palacio. Se embarcaron dos fujimoristas en la comitiva, Rosa Bartra y Luis Galarreta, que no es portavoz, pues Úrsula Letona y Karina Beteta, que sí lo son, debían estar en la Comisión Permanente. Mis fuentes naranjas me cuentan que Bartra y Galarreta se fueron cuando les dijeron que Vizcarra no los iba a recibir sino Villanueva. Este se quedó con voceros de otras bancadas.

El entrampe en Constitución el jueves pasado, con el portavoz oficialista Gilbert Violeta aceptando precisar el incremento del número pero planteando un candado presupuestal (mitigando así el susto ciudadano), recién fue resuelto el viernes dentro de la comisión, al aprobar, de paso, una reforma administrativa del Congreso que permitiera hacer economía. Pero, si entre bancadas llegaron a un acuerdo, ¿a qué fue Daniel Salaverry a Palacio?

—No pasa del 4—
En esta historia hay emisarios y conciliadores que prefieren el anonimato. Incluso si se les pregunta. Por ejemplo, me contaron que Ana María Choquehuanca fue el puente de la cita entre Salaverry y Vizcarra, pero ella lo negó, no muy convincentemente, cuando la llamé. Valga su discreción. ¿De qué hablaron? Vizcarra ya ha dicho que del compromiso de cerrar el paquete el jueves 4. De los ajustes a las reformas no habrá sido necesario, pues eso ya se estaba arreglando en manos de los congresistas.

Lo llamativo de la cita es que, según me confirman fuentes fujimoristas, Salaverry no le informó a su bancada hasta después de que sucedió. Tampoco pude corroborar si se lo comunicó previamente a Keiko; pero sí he percibido, entre líneas de mis fuentes, que la independencia del presidente del Congreso se hace cada vez más notoria.

Sin que haya sido concebida, necesariamente, como un respaldo a Salaverry, apareció una carta que reafirmaba la promesa política de llegar al 4 de octubre. La firmaron 26 fujimoristas y pudieron ser más si las cámaras de TV no se percataban de que un papel recorría las filas naranjas y fueron por él.

Más de una versión apunta al amazonense, y paisano de Villanueva, Rolando Reátegui, como uno de los autores de la iniciativa, pero lo negó cuando se lo pregunté. Eso sí, me aclaró que el documento no debe ser leído como embrión de disidencia, sino, por el contrario, como respaldo al acuerdo que debían ejecutar sus voceros y que fue refrendado en la última reunión de la bankada. Me contaron incluso que Karla Schaefer sugirió que, de ser necesario, la Comisión de Constitución sesionara el fin de semana. Bartra le replicó que no lo era.

A regañadientes unos, convencidos otros, FP asumió su acuerdo. Vizcarra cedió al aceptar 50 congresistas más. Sus asesores, en su aritmética política, podrán devolver las curules que querían quitar a los limeños. Keiko verá si anda al ritmo de trancos largos de Salaverry. Solo falta ver, si al aprobar a partir de hoy la no reelección, prima la pena de no volver a una curul o se reservan estos 130 el legítimo derecho de postular al Senado.