"Es loable el esfuerzo de enumerar 57 propósitos, cuyo objetivo es fortalecer la democracia frente a la corrupción que desde siempre –aunque ahora con reflectores encima– viene golpeando a nuestra región y al mundo entero", destacó la periodista Diana Seminario sobre la Cumbre de las Américas. (Foto: EFE)
"Es loable el esfuerzo de enumerar 57 propósitos, cuyo objetivo es fortalecer la democracia frente a la corrupción que desde siempre –aunque ahora con reflectores encima– viene golpeando a nuestra región y al mundo entero", destacó la periodista Diana Seminario sobre la Cumbre de las Américas. (Foto: EFE)
Diana Seminario

El sábado culminó en Lima la VIII . El resultado de esta cita de presidentes –que se vio marcada por la ausencia de y la condena a la tiranía de Venezuela– fue el Compromiso de Lima, en el que los líderes de los 33 países participantes suscribieron un documento de 57 puntos cuyo objetivo es promover una eficaz lucha contra la corrupción.

Es loable el esfuerzo de enumerar 57 propósitos, cuyo objetivo es fortalecer la democracia frente a la corrupción que desde siempre –aunque ahora con reflectores encima– viene golpeando a nuestra región y al mundo entero.

Cuando uno lee los compromisos se siente abrumado y valora las horas de trabajo invertidas en afinar un documento de esta naturaleza.

Uno de los compromisos apunta a “promover campañas de concientización pública y participación ciudadana para la prevención y lucha contra la corrupción y la impunidad, y sobre los instrumentos disponibles para combatirlas”.

El financiamiento a los partidos políticos no está ausente: “Impulsar la adopción y/o fortalecimiento de medidas que promuevan la transparencia, rendición de cuentas, contabilidad apropiada y bancarización de los ingresos y gastos de las organizaciones y partidos políticos, principalmente de sus campañas electorales, garantizando el origen lícito de las aportaciones, así como la sanción por la recepción de contribuciones ilícitas”.

Y en tiempos de Odebrecht y “modelo brasileño”, se pone énfasis en la “cooperación jurídica internacional; combate al cohecho, al soborno internacional, al crimen organizado y al lavado de activos; y recuperación de activos”.

Este elaborado documento pareciera ignorar lo obvio: que somos las personas las protagonistas de la corrupción. Es decir, podrían escribirse extensos volúmenes de leyes, exhortaciones y reglamentos, pero si no somos conscientes de que la corrupción nace en la voluntad de las personas y no por generación espontánea, estamos perdiendo el tiempo.

En esta crisis moral que ataca al Perú, en la que pareciera que casi nadie se salva, ¿nos hemos preguntado: y yo soy corrupto?
¿Cuántas veces has sacado tu billetera para coimear a un policía y que no te ponga la papeleta que te mereces por haberte pasado la luz roja? Y tú, padre de familia, ¿qué ejemplo le das a tu hijo cuando le envías al profe un generoso ‘regalo’ para que el chico pase de año, cuando lo que merece es repetir y estudiar seriamente?

¿Creemos acaso que solo es corrupción los millones de soles que un funcionario ladrón cobra por entregar un proyecto a una empresa que lo sobornó? Esto quizás sea el último eslabón de una cadena que empezó con ‘pequeñas faltas’ toleradas y hasta celebradas.

Desgraciadamente, hay múltiples formas de corrupción “porque así es, ni modo”, “porque no hay otra manera de acelerar el trámite”, “porque todo el mundo lo hace”, “así son los negocios”.

Ya podemos promover campañas y cientos de formas de concientización, pero mientras no se trabaje en la educación de las personas y en el fortalecimiento de las familias, que puedan dar a la sociedad ciudadanos incorruptibles, no estamos atacando el problema desde su origen.