Los ‘antis’ en la política peruana, por Carlos Meléndez
Los ‘antis’ en la política peruana, por Carlos Meléndez
Carlos Meléndez

Hubo un tiempo lejano en el que los partidos políticos conquistaban las mentes y los corazones de los peruanos. Hoy, antes que adhesiones, los partidos generan rechazos tan profundos, cargados de intolerancia y de miedo, que ha llegado el momento de ver la política desde sus identidades negativas. Esos ‘antis’ –como el antiaprismo y el antifujimorismo– ordenan nuestra precaria oferta electoral y se convierten en el principal tipo de vínculo político entre políticos deslegitimados y ciudadanos supercríticos. Hoy la política peruana se anida en las entrañas de quienes votan por el descarte, por el “mal menor”, por no ver a la peor pesadilla ponerse la banda presidencial. 

—Identidades sin partidos— 
La figura del militante partidario es una especie en extinción. Las preguntas convencionales sobre simpatías partidarias esquivan la realidad. Por eso se ha propuesto un grupo de preguntas para aproximarnos a los seguidores más leales y a los detractores más acérrimos de las agrupaciones políticas que más se asemejan a un partido político en el Perú: el fujimorismo y el . La metodología consiste en interrogar a las personas por sus preferencias electorales en comicios hipotéticos (a alcaldías provinciales, gobernaciones regionales y Parlamento). No se pregunta por o Alan García, respectivamente, para ceñirnos a la marca partidaria y controlar los sesgos producto de personalismos. Quienes contestan que “definitivamente sí” votarían por un fujimorista/aprista para cada uno de los tres cargos presentados son categorizados como seguidores duros. Quienes, a su vez, contestan que “probablemente sí” votarían por un fujimorista/aprista en cada una de las tres oportunidades son catalogados como seguidores simpatizantes. Finalmente, quienes responden que “definitivamente no” votarían por un fujimorista/ aprista en las tres interrogaciones son los ‘antis’. Esta metodología ha sido aplicada dos veces: en el 2011 por IOP-PUCP y hace dos semanas por Ipsos para El Comercio. 

—Fujimoristas duros, simpatizantes y antifujimoristas— 
Entre el 2011 y el 2016, el porcentaje de fujimoristas duros se ha mantenido estable: del 9,5% a 8,6%. A contracorriente de lo que se piensa, el fujimorismo ha perdido simpatizantes: el porcentaje cayó del 27,2% a 21,2%. Es decir, existe alrededor de un 30% de peruanos que se iden tifican –con mayor o menor intensidad– con el fujimorismo. ¿Por qué entonces Keiko Fujimori alcanzó el 40% de votos válidos y lidera las encuestas de segunda vuelta? Porque el fujimorismo se ha vuelto atractivo para los independientes gracias a que ha atenuado sus ‘antis’. La proporción de antifujimoristas se ha reducido en cinco años del 36,5% al 31,1%. En el ablandamiento de sus anticuerpos está la clave para entender la fortaleza electoral de los naranjas. 

—Apristas duros, simpatizantes y antiapristas— 
Se hizo también el seguimiento a la identidad política más longeva de nuestra historia: el aprismo. Entre el 2011 y el 2016, no hubo demasiada variación entre los apristas duros: un incremento ligero entre el 3,3% y 4,5%. Los simpatizantes apristas o apristones se mantuvieron inamovibles en un 14,8% en estos años. La candidatura presidencial de Alan García apenas aglutinó a los ‘compa- ñeros’ más leales y a muy pocos apristones. El apristón migró en esta ocasión y endosó su apoyo a otras candidaturas, principalmente a Keiko Fujimori. El antiaprismo sí se redujo, del 55% al 49,9%. Los niveles tan altos de esta identidad negativa explicitan el alto rechazo que tendría cualquier candidatura aprista, no solo la de su líder histórico. 

—El antifujimorismo y PPK— 
El antifujimorismo no solo se aglutina en su rechazo a la posibilidad de un retorno de un Fujimori al poder. Está cohesionado alrededor de dos ejes principales: el ideológico y el democrático. En términos programáticos, posicionarse a la izquierda del espectro político aumenta la probabilidad de pertenecer a este grupo. En términos de régimen político, en un continuo del 1 al 10, donde 1 es autoritario y 10 es democrático, el peruano promedio se ubica en el punto 7,1. Entre los antifujimoristas, este promedio sube a 7,4 (con una distancia estadísticamente significativa). 

Para atraer al antifujimorismo, es necesario tener un discurso de izquierda y democrático. Prescindir de uno de los dos mensajes deja incompleta la tarea. Precisamente, ello explica las dificultades de la candidatura de Kuczynski, a quien no le es suficiente enfatizar la división democracia versus dictadura, si no construye una hoja de ruta hacia la izquierda. Del mismo modo, el antifujimorismo es más bajo entre los niveles de menores ingresos y entre las mujeres, otros sectores donde la candidatura de PPK no ha mostrado ser especialmente favorita. ¿Por qué PPK no convence del todo al antifujimorismo? Porque este candidato tiene una lectura parcial del electorado que debería conquistar para impedir que Keiko Fujimori triunfe el 5 de junio. 

—Nada dura para siempre— 
Los partidos políticos no volverán a ser lo que fueron en el pasado: esas estructuras orgánicas que movilizaban masas. En el futuro, los partidos más fuertes se basarán en individuos sin carnet, pero “caseritos” que en cada nueva elección marcan el mismo símbolo. Por eso sobrevive el Apra –que tendrá que aprender a ser un partido chico– y emerge el fujimorismo –cuyo núcleo duro se ha mantenido en cinco años–. Pero hoy por hoy, son las identidades negativas –el antiaprismo y el antifujimorismo– los principales referentes aglutinadores de los peruanos. El principal obstáculo para que el Apra retorne al poder es la mitad de peruanos que militantemente lo rechazan. El principal obstáculo para que Keiko Fujimori se ponga la banda presidencial es el tercio de peruanos que tratan de convencer al resto de su causa opositora. ¿Podrá surgir una fuerza política que capitalice estos ‘antis’ para construir una identidad propia? El siguiente capítulo continuará en cinco años.

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