Hacerlo diferente, por David Rivera
Hacerlo diferente, por David Rivera
David Rivera

Había decidido dedicar esta opinión a las razones para ir a votar en las primarias por (y por PPK, de darse el caso), cuando la congresista cusqueña y ahora candidata presidencial concedió entrevistas en las que no manifestó una posición firme frente a los regímenes de Hugo Chávez y Nicolás Maduro.

Sigo creyendo que el 4 de octubre hay que ir a votar por Verónika Mendoza, pero también que es indispensable analizar qué hay detrás de su falta de determinación para pronunciarse sobre dichos gobiernos. Más aun si su lema de lanzamiento ha sido Hagámoslo Juntos. Hagámoslo Diferente.

No creo en la posibilidad de un gobierno de corte chavista si Verónika Mendoza llega a la presidencia. Asumo que es cierto que ha influido la idea de no querer abrirse frentes internos con los sectores más radicales de la izquierda, cuyos votos también necesita para asegurar su victoria en las primarias y para que exista la posibilidad de reconstruir la izquierda peruana.

Ahora bien, hay otra posibilidad que es necesario poner sobre la mesa toda vez que está presente en un sector no menor de la izquierda y que es a la vez uno de los peores problemas que acarreamos como sociedad frente a la política: los principios han cedido el lugar primordial que deberían tener frente a la ideología. Un mal que afecta tanto a partidarios de izquierda como de derecha. Un mal que recoge bastante bien la perversa idea de que el fin justifica los medios.

Es cierto, desde la derecha peruana se critica al régimen venezolano a la vez que se defiende con ahínco (a veces en silencio) al gobierno de Alberto Fujimori. Ambos han sido gobiernos corruptos, que han atropellado las libertades individuales y han violentado los derechos humanos.

Ambos han sido primario exportadores y han basado su apoyo social en el populismo. Los diferencia el modelo económico. Desde los paradigmas de la izquierda podríamos decir que mientras uno se alineó al “imperialismo”, el otro se enfrentó a él. Para la generación izquierdista de los setenta, este hecho es un valor en sí mismo. Tanto como para un sector de la derecha lo son las libertades económicas y la inversión privada. Todo los justifica.

Para las generaciones que anhelamos un cambio sustantivo en nuestra sociedad, no. Buscamos honestidad. Y también honestidad intelectual. Esa que permite aceptar errores, corregir decisiones pero, sobre todo, saber que, si algo tiene que mantenerse sólido en el tiempo, esos son los principios, no la ideología.

En el 2016 el Perú se juega más que la sostenibilidad del modelo, más que la búsqueda de un nuevo equilibrio entre Estado y mercado. Necesitamos recuperar los principios como base de todo.

Y para ello necesitamos un liderazgo con la convicción para hacerlo, con la capacidad para plantearnos un sueño común basado en las concordancias, en la capacidad de dialogar, convencer y concertar, no en la confrontación “bolivariana”. Un liderazgo que recupere la confianza en el presente y en el futuro. Tarea nada fácil. Pero eso sería hacerlo diferente.

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. "¿Si el Apra dio las agendas por qué no nos denunció?" ► — Política El Comercio (@Politica_ECpe)