Neira: “Aquí es billetera manda, educación y cultura ya fueron”
Neira: “Aquí es billetera manda, educación y cultura ya fueron”
Fernando Vivas

pensó por muchos años el Perú desde Tahití, donde fue catedrático de la Universidad Francesa. Volvió a establecerse en Lima, a comienzos del milenio. Hoy radica en Chile, buscando nuevos ángulos para analizar la democracia, la anomia y los retos del país.

— Dijiste en una columna en El Montonero que, luego de la invasión chilena y de Sendero, Acuña es lo peor que podría pasarnos. ¡Qué tremendo!
He leído mucho a Marx y rescato de él lo que llama el pathos de la indignación. Y quiero cultivarla y decir que estoy indignado y preocupado. Empiezo por una alusión, que no sé qué tan cierta es. Jaime Antezana ha dicho que hay 33 candidatos al Congreso y uno presidencial que quieren dejar los huevitos del narcotráfico en el Estado. Eso solo ya preocupa sobremanera. Y obliga a dar una alerta. Recuerda cuando apareció Sendero y algunos decían “son abigeos” y no hacían caso.

— Valga la preocupación, pero no hay ninguna denuncia seria contra Acuña sobre narcotráfico.
Solo hablaba de una preocupación general. Pero vamos al caso concreto de Acuña. Me preocupa la anomia, la falta de instituciones que carcome el tejido social. Muchos quieren ver a Acuña como el héroe cultural del Perú emergente, como el ‘cholo sagrado’. Pues bien, él encarna todo lo contrario, todos los valores negativos que se oponen a ello. La educación barata, como negación de la cultura, para convertirla en expediente de dinero inmediato. Esa es la ilusión que ven de Acuña. Ni siquiera es algo real. No nos engañemos. Ya sabemos que los alumnos de la César Vallejo no consiguen los empleos que pueden conseguir los egresados de otras universidades. El clientelismo, sin formar partido, aunque aparentemente tenga uno. El que lo apoya lo hace porque espera una recompensa, no por otra cosa.

— Y este perfil oscuro, ¿lo completarían los plagios?
Claro, alguien que se dice empresario de la educación no demuestra que el conocimiento es un bien, que estudiar es un placer. Aquí es billetera manda, la cultura y la educación ya fueron. Y me apena que gente como Beatriz Merino, Anel Townsend, se alíen a esta lumpemburguesía.

—Él se defiende diciendo que ha democratizado la educación.
Si eso fuera cierto, estaría con él. Hemos retrocedido en eso. Su negocio es muy malo. Él no es Gastón Acurio, quien ha hecho cadenas de restaurantes de calidad y ha podido exportar su éxito, sus productos.

— El Estado y los partidos permitieron que la educación sea usada como negocio y trampolín político. Ante Acuña, ¿prefieres a los otros candidatos?
A cualquiera. Estoy muy decepcionado con los planes de gobierno, creo que no entrañan reformas políticas y reformas del modelo indispensables y pensadas a largo plazo. El modelo ha funcionado y hay que continuarlo, pero a la vez hay que cambiarlo. Y hay que volver a la política, a fortalecer la institucionalidad. Mira, la gran noticia de los últimos tiempos ha sido que la pobreza se ha reducido considerablemente a la mitad. Hay más agua y desagüe, más electricidad en los hogares, más teléfonos, más Internet. Pero yo pregunto, ¿por qué, a pesar de esto, la gente no quiere a los políticos, y está buscando alguien nuevo como Guzmán?

— No quieren a los políticos, pero no reclaman un modelo sustancialmente distinto.
Aquí entra toda la destrucción de los partidos y de las instituciones que ocurrió en la década de Fujimori. Él hizo política directamente, no fundó un partido sino un movimiento y deshizo y fundó varios, según la circunstancia. No tuvimos la intermediación de los partidos ni sindicatos; era el clientelaje puro, con destrucción de las instituciones. Resultado, la gente no cree en la política.

— Pero tenemos líderes que compiten con partidos, la gente busca creer en alguien nuevo como Julio Guzmán.
¿Y las tremendas dificultades que tienen? ¿Acuña tiene un partido? No, es una organización donde el que participa solo lo hace con la idea de que va a recibir algo, no hay militancia. Acuña es la herencia de ese fujimorismo.

— ¿Cómo ves el fenómeno de Guzmán?
No lo conozco en persona, se ve que es un hombre preparado. Tiene algo de Belaunde. Leí su programa y ubica bien la educación como inversión en las personas, en el capital humano. Es elitario, dice que quiere gobernar con los mejores de tal o cual especialidad. No es lo mejor, pero no está mal.

— ¿Qué piensas del problema de su inscripción?
No perdamos la democracia que ya lleva 16 años. No soy jurista y soy enemigo de la impunidad, pero, como alguien dijo, hay ocasiones en que “las leyes deben callar para que funcione la justicia”. Soy partidario de que nadie sea excluido por ningún motivo jurídico, ni Guzmán ni Acuña ni nadie. Estoy leyendo una hermosa entrevista de Harold Forsyth a Luis Bedoya Reyes [para un libro aún no publicado] y Bedoya dice que está en contra de la judicialización de la política porque no deja espacio a consultar al pueblo, es como una primera vuelta judicial en la que la gente toma distancia de la política.

— Keiko está fortaleciendo su partido, Fuerza Popular.
Hay que destacar que está haciendo justo lo que su padre no quiso hacer. Él fundaba movimientos, ella quiere un partido. Mira, yo viví la transición en España. Fue el propio franquismo que ayudó a desfranquizar el Estado. Adolfo Suárez [presidente de gobierno nombrado por el rey Juan Carlos I] era falangista y tuvo un papel fundamental. Cuentan que Juan Carlos le dijo “hay que hacer elecciones”. “¿Para qué?”, le dijo Suárez. “No sabemos qué quiere la gente, hace décadas que no se le consulta nada”. Y así se optó por la monarquía con democracia. El franquismo tuvo la capacidad de reciclarse. Yo creo que el fujimorismo tiene la capacidad de reciclarse.

— O sea, ¿si Fujimori nos metió en esto, que una Fujimori nos saque de esto?
¿Suena así, no? Creo que en todos los movimientos sociales hay capacidad para evolucionar y liquidar lo que tengan que liquidar. En Chile, no hay un partido pinochetista, surgió la Concertación. Keiko ha hecho un partido, repito, como no lo quiso hacer su padre. Ahí hay más apuesta por la institucionalización. No digo necesariamente que Keiko y su derecha popular sean la mejor alternativa, pero no le temo.

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