“La reparación de Indira Huilca”, un perfil de Fernando Vivas
Fernando Vivas

No frunce el ceño, no alega con furia, su sonrisa no parece el rictus de tantos políticos. Responde con un ‘no’ o un ‘sí’ contundente y luego sustenta su negativa con un hilvanado rollo de feminista de izquierda. navega en una cordial radicalidad. 

Es inevitable preguntarle en nombre del padre, Pedro Huilca, el dirigente sindical asesinado en 1992 por el grupo Colina en la puerta de su casa de Los Olivos. Indira tenía 4 años. Apenas ocurrió el crimen, el gobierno culpó al terrorismo. ¿La familia llegó a creer en esa versión? “No, mi madre fue testigo del asesinato. Siempre quedó claro que fue el gobierno. Me acuerdo del rol del Apra, que respaldó a mi familia. Ellos se pronunciaron claramente diciendo que fue el fujimorismo”.

Tengo que hacerle una pregunta obvia. ¿Tu historia personal condiciona tu antifujimorismo? “No. Pero mi historia sí expresa a ese sector de familiares víctimas. Pero no me condiciona. No es una revancha personal. He conocido a otros familiares de víctimas, como yo, y no veo en ellos una motivación de odio y venganza. Hay tristeza y esperanza cuando te ves rodeado de otra gente que ha pasado por lo mismo”. 

La familia Huilca Flores inició un largo proceso que llegó hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Cuando esta expidió sentencia, durante el gobierno de Toledo, el Estado se allanó y aceptó pagar US$250 mil. US$20 mil correspondían a Indira Huilca y, según estipuló el fallo, debía cobrarlos al cumplir la mayoría de edad. 

¿Te sientes reparada? “Siempre va a ser insuficiente. Con lo económico no hubo problemas, pero no se cumplieron todas las reparaciones simbólicas. Por ejemplo, no se ha implementado la cátedra de derecho laboral que manda la sentencia, no se lo recuerda oficialmente en el Día del Trabajo”. 

Kenji, como congresista más votado, le va a tomar juramento. ¡El hijo de un autor mediato de los crímenes del grupo Colina! “Es parte del reglamento del Congreso, es anecdótico”. 

—La siembra— 
Indira Huilca estudió Sociología en San Marcos y tiene una maestría inacabada en Ciencias Políticas. Y es feminista de corazón. “El feminismo es una opción política”, dice con convicción. ¿En el Congreso trabajarás en legislación laboral como hubiera hecho tu padre? “Para el FA es un tema por desarrollar. La movilización por la ‘ley pulpín’ dejó en claro que lo laboral ha dejado de ser patrimonio de los sindicalistas. La gente habla en la calle de las AFP con mucha naturalidad. Hay que fortalecer el Consejo Nacional de Trabajo porque ha permitido el encuentro de trabajadores y empresarios”. 

El FA tiene el plan más liberal en materia de derechos sexuales y reproductivos. “Vamos a plantear un proyecto de matrimonio igualitario. Ya hay una mayoría en la sociedad a favor de la unión civil y eso no se refleja en el Congreso”. ¿Estás a favor de la despenalización de todo tipo de aborto? “Sí y vamos a empezar con los abortos en caso de violación. Ya se ha dado la discusión. Claro que hay límites como puede ser las 12 semanas de gestación y el apoyo emocional. Pero más importante es la prevención y no hay acceso a información”. 

Indira se confiesa no creyente. ¿Y el ambientalismo no es tu religión? “[Ríe] Soy laica en bastantes aspectos de la vida. La dimensión ambiental que hay en el FA hace que abracemos temas que la izquierda histórica desdeñaba. Te obliga a pensar en el territorio y el agua y en cómo la gente valora su entorno”. Una cosa es respetar y otra cosa es promover esa valoración, digo. “El FA tiene que respetarlo, nuestra labor no es promover algo con lo que no nos sintamos identificados”. 

A sus 27 años, Indira Huilca ha militado en dos tiendas. “Renuncié a Tierra y Libertad en el 2010 por una diferencia en cómo encarábamos el proceso electoral del 2011. Fuerza Social, TyL y Patria Roja hicieron una alianza exitosa que consiguió la victoria de Susana Villarán. Luego intentaron proyectar esa alianza a nivel nacional, pero se desarmó cuando Susana no la empujó más. Fue el embrión del FA sin el debate que sí hemos tenido ahora”. 

Hace un año Indira participó en la fundación del movimiento Sembrar, liderado por Verónika Mendoza. No es un partido, pero podría avanzar hacia ello. En ese caso, ¿te parecería conveniente para el liderazgo que tiene Verónika en el FA? “Probablemente, en algún momento habrá una tensión si ella pertenece a alguno de los movimientos del FA. No lo veo como algo grave. Yo personalmente pienso que debemos avanzar hacia una cultura de frente donde existirán corrientes”. Y discrepancias. “Ya las hay. Hay matices e identidades feministas, ambientalistas, qué se yo”.

Indira ya tuvo un aprendizaje de parlamentarismo en el concejo metropolitano. Fue regidora de Susana Villarán y tuvo que pelear con los más duros del PPC. “Vi las tensiones entre el sector reformista y el de Raúl Castro. Los reformistas eran prácticos, si les parecía que algo era bueno para la ciudad, ahí estaban. En cambio, otros se oponían a todo lo que planteaba Susana”. ¿Qué sentiste al ver a Susana con Urresti? “Me dio mucha pena. Esa es la palabra. No le guardo ningún rencor. Fue una decisión errada. Pero el tiempo le está dando la razón a ella respecto a la gestión que hoy vemos de Castañeda, que se está desmoronando”. 

Luego de esa experiencia municipal, ¿eres más o menos dogmática? “Nunca he sido dogmática. Mi formación en San Marcos me hizo enfrentar a gente que sí lo era”. ¿No es un dogma, la idea del ‘buen vivir’ [explotar los recursos indispensables para vivir en armonía con la naturaleza] que está en el plan de gobierno del FA? “Hay varias versiones de la idea del buen vivir. Algunas son autorreferenciales, otras con un horizonte que invita a la discusión”. Son palabras vagas y mayores, como hablar de ‘cambio de paradigma civilizatorio’, que lo he leído en textos de izquierda. “No es una mala idea. No es una mirada local ni nacional, sino global. No es un mito cambiar de cultura y de práctica”. Suena retórico, replico. “Más allá de lo rimbombante de las palabras sirve al menos para explicar el cambio climático. Necesitamos un cambio cultural”. 

¿En el Congreso qué harías en pos de un cambio de paradigma? “Es importante poner sobre la mesa problemáticas que van más allá de lo local. No con ese término, pero sí reconocer que hay problemas que nos traspasan y que no solo requieren ajustes en las políticas públicas, sino pedagogía”. Esa cosmovisión puede ser una imposición. “O volverse una verdad única. Lo que no debe perderse de vista es el diálogo y el respeto a la interculturalidad”. Indira Huilca sabe conciliar. 

La militante de Sembrar confía en que la bancada se reunirá semanalmente con Verónika; así como Keiko lo hace con la suya. ¿Le reconoces algo bueno al fujimorismo? “Le reconozco su practicidad para hacer política, pero no les reconozco ningún otro mérito. No veo que hayan tenido grandes e inteligentes iniciativas. Son una bancada numerosa, pero de poco les ha servido”. ¿Te asusta la mayoría que tendrán ahora? “No me asusta, pero sí creo que es una mayoría que puede configurar una tentación autoritaria. No sería raro en ellos”. 

Indira Huilca prefiere no compartir nada de su vida privada. Pero si quiere contar el porqué de su nombre: “Mi padre era secretario de relaciones exteriores de la CGTP y viajaba mucho a los paí- ses del bloque socialista. También viajó a la India y ahí le contaron lo fascinante que fue el personaje de Indira Gandhi [primera ministra de la India entre 1966 y 1977]”. Lleva los mismos aretes artesanales, con la rosa del Frente Amplio, que también lucen Verónika y Marisa Glave. El frente tiene un relente feminista y muy liberal en materia de derechos sexuales y reproductivos. En cambio, es conservador –desde la perspectiva de las izquierdas modernas– en materia económica. Indira promete dar buena pelea con los liberales de un lado y con los conservadores del otro. Acaso ser congresista es para ella, de alguna manera, parte de esa reparación simbó- lica que el Estado no acaba de cumplir.

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