La Comisión de Fiscalización ha culminado la investigación sobre el escándalo Moreno y Héctor Becerril ha declarado que entre el presidente y el jefe del Gabinete encubrieron a Moreno. (Foto: Congreso de la República)
La Comisión de Fiscalización ha culminado la investigación sobre el escándalo Moreno y Héctor Becerril ha declarado que entre el presidente y el jefe del Gabinete encubrieron a Moreno. (Foto: Congreso de la República)
Jaime de Althaus

El país necesita acción efectiva a gritos pero las energías se gastan en disputas estériles, en trifulcas políticas baratas y en investigaciones que se usan para lanzar dardos al oponente. La ha culminado la investigación sobre el escándalo –el médico del ‘negociazo’– y Héctor Becerril ha declarado que entre el presidente y el jefe del Gabinete encubrieron a Moreno.

Insinuar que el presidente Kuczynski tenía poco menos que una asociación ilícita para delinquir junto con el doctor Carlos Moreno es ridículo, es perder el tiempo y el dinero de los contribuyentes. El Caso Moreno es más bien un síntoma notorio de una enfermedad profunda. Debió aprovecharse entonces como una ventana para auscultar los mecanismos internos de la corrupción y el descontrol en el sector, y fiscalizar la erradicación y reforma de esos mecanismos.

Hemos reseñado en columna pasada algunas de las corruptelas en Salud: miles de mujeres que dan a luz varias veces al año, hombres que alumbran hijos, ancianas que resultan embarazadas, personas que mueren, resucitan y vuelven a morir, y así sucesivamente. También la industria del desvío de pacientes a clínicas y consultorios privados, entre otras prácticas.

Pero hay más. El Ministerio de Salud, por ejemplo, realizó un cálculo riguroso de cuanta metformina había que adquirir para atender la diabetes en todo el año. Y, oh sorpresa, a los pocos meses se acabó. Pacientes iban a distintos médicos y sacaban su dosis cada vez, para venderla a farmacias fuera del hospital. No hay sistemas de información, registro y control informatizados, ni una base única digitalizada de historias clínicas.

Todo el sistema está organizado para demandar la más alta tecnología, la más costosa. La tomografía ha adquirido un poder mágico, curativo. Todos la demandan. La atención se concentra entonces en los hospitales de tercer nivel, cuando ya es tarde en muchos casos, en lugar de concentrarla en los establecimientos de primer nivel, en la prevención, para evitar las enfermedades y, de paso, reducir el gasto.

Pero al sistema, corrompido, no le interesa reducir el gasto ni prevenir que la gente se enferme. Vive de la enfermedad. Los negocios están alrededor de la curación, no de la prevención. Y de la compra de insumos y medicamentos caros: cada hospital las hace en lugar de efectuar compras corporativas y centralizadas.

La gran reforma en salud pasa por diseñar un sistema que incentive la prevención, la atención primaria. La salud propiamente dicha. El objetivo del Seguro Integral de Salud (SIS) debería ser mantener a las personas sanas, no pagar las tomografías o las medicinas. Los dos hospitales concesionados de Essalud lo logran, porque reciben una cantidad de dinero por persona (sistema de pago capitado) y entonces les interesa que la gente no se enferme para obtener más utilidades. Esquemas como esos hay que buscar.

A ver si la Comisión de Fiscalización del Congreso se interesa en los problemas de fondo y no en el espectáculo del ataque y la ofensa.

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