La Junta de Portavoces designó la semana pasada a los miembros de la comisión especial encargada de elegir a los nuevos miembros del Tribunal Constitucional (TC). (Foto: GEC)
La Junta de Portavoces designó la semana pasada a los miembros de la comisión especial encargada de elegir a los nuevos miembros del Tribunal Constitucional (TC). (Foto: GEC)
Diana Seminario

Se dicen demócratas, luchadores contra la corrupción, se atribuyen para sí ‘triunfos electorales’ que terminaron en sonoros fracasos. Lavan banderas por conveniencia pero tienen los principios empolvados. La autodenominada ‘reserva moral’ quiere ahora boicotear la legítima elección de los miembros del simplemente porque no tiene candidato y no le gusta los que están en competencia. Así de laxas son sus convicciones democráticas.

Como era de esperarse, y haciendo gala de una incoherencia propia de su tendencia ideológica, el presidente del Consejo de Ministros, , criticó la semana pasada la rapidez con que se están llevando a cabo las elecciones de los nuevos magistrados del TC. “Consideramos que la renovación del Tribunal Constitucional es algo de la mayor seriedad [...] y que debe tratarse sin premuras”, dijo Del Solar.

El primer ministro olvidó que fue el Gobierno que él integra el que puso plazos al Congreso para la discusión y aprobación del proyecto de adelanto de elecciones. Parece que dadas las actuales circunstancias, el tema del TC se ha convertido en algo “de mayor seriedad”. ¿Más serio que el adelanto de elecciones? ¡Vaya novedad!

Más allá de la campaña contra la legal elección de los magistrados que tendrán que reemplazar a los juristas cuyo mandato venció el 3 de junio pasado, resulta más bien meritoria la rapidez con que se ha llevado a cabo este proceso, encarpetado desde noviembre del año pasado por el entonces presidente del Legislativo, Daniel Salaverry.

Hace algunos años recuerdo cómo se criticaba la dejadez e ineficacia del Parlamento para elegir a miembros del TC; ahora más bien se critica su rapidez. Debe ser el primer caso en que una institución autónoma recibe tanto palo por hacer su trabajo en los plazos establecidos. No olvidar que el 14 de noviembre del año pasado el presidente del Tribunal Constitucional, Ernesto Blume, envió un oficio al Congreso advirtiendo que el 3 de junio del 2019 culminaba el mandato de seis de los siete magistrados del TC.

Se ha fijado el 30 de setiembre como la fecha de elección de los seis magistrados y se escuchan voces muy ‘democráticas’ pidiéndole a Martín Vizcarra el cierre del Congreso porque no quieren que este Legislativo elija a los nuevos miembros.

También se ha dicho que “lo peor que podría pasar es que este Congreso elija a los magistrados del TC”. No debemos olvidar que fue precisamente el Parlamento del 2000, con tránsfugas grabados en video por Vladimiro Montesinos, el que puso a Valentín Paniagua como presidente de transición.

Si de verdad queremos ser llamados demócratas, aprendamos a respetar las instituciones que son las que sostienen la democracia, nos gusten o no.

Ya lo escribió ayer el presidente del Congreso, Pedro Olaechea: “El Legislativo, que me honro en presidir, no teme hacer cumplir la Constitución ni las leyes”.

El compromiso del Congreso está dado. Guste o no. No vale patear el tablero ni decir que te retiras del juego porque no te gustan las reglas. No eres el dueño de la pelota.