Fernando Tuesta baraja reformas posibles para aterrizarlas en proyectos que el gobierno propondrá al Congreso. (Foto: Lino Chipana/GEC)
Fernando Tuesta baraja reformas posibles para aterrizarlas en proyectos que el gobierno propondrá al Congreso. (Foto: Lino Chipana/GEC)
Fernando Vivas

Fernando Tuesta Soldevilla ha escrito y opinado sobre todas las reformas políticas posibles, pero ahora, junto con cuatro comisionados, solo tiene dos meses para convertir en proyectos de ley las más viables. Es doctor en Ciencias Sociales, fue jefe de la ONPE y ha sido observador en varias misiones electorales.

— ¿Cómo llegó el llamado de la patria? ¿Fue el propio presidente?
No, nos llamó el primer ministro César Villanueva, en nombre del presidente, a cada uno de nosotros [además de él, Martín Tanaka, Milagros Campos, Paula Muñoz y Jessica Bensa]. Esto fue el miércoles en la tarde. Nos reunimos [con el presidente] el viernes por la tarde.

— La resolución que los nombra dice que el propósito es la reforma política. ¿El presidente les fraseó de una forma especial el encargo?
No nos dijo “queremos una reforma en este sentido”. Nos agradeció que aceptáramos la citación, que el propósito era tal, que, al igual que la comisión para la reforma de la justicia, debíamos elaborar propuestas que pudieran ser llevadas al Congreso.

— ¿Iniciativas legislativas o se habló de referéndum?
No, en ningún momento se habló de eso, ni siquiera lo sugirió. La idea planteada en relación con nuestro trabajo fue la entrega de un paquete de medidas, que pueden ser de alcance constitucional o legal. [...] Ahora, como somos un comité consultivo, tenemos autonomía para proponer temas, desarrollarlos y entregárselos al presidente. Él no nos ha colocado una agenda.

— ¿Ni les ha planteado una cantidad de proyectos?
Absolutamente nada. Terminado el encargo [de dos meses, según la resolución] en febrero, el Ejecutivo verá cómo lo viabiliza o tramita. No tenemos que ver con esa parte.

— El referéndum aprobó una reforma importante, la que restringe la publicidad electoral en radio y TV.
Hablo a título personal, porque recién hemos recibido el encargo. Lo que se ha hecho en el referéndum es que ningún partido o candidato pueda comprar espacios al margen de la franja electoral. Fue una pregunta de consenso entre Ejecutivo y Congreso. Es más, el Congreso mejoró la propuesta del Ejecutivo incorporando esa parte. Esto tendrá impacto porque el 75% del gasto de campaña se invierte en radio y TV. Los partidos no se verán en competencia para gastar y recibir de quienes tienen. Es un avance del referéndum.

— Y necesita un desarrollo legislativo en el que ustedes pueden aportar.
Creo que va a ser necesario ver ese tema y abre la posibilidad de ver otros en relación con el financiamiento. Si abres la puerta, hay que abrirla bien.

— El referéndum también abrió la puerta, y la volvió a cerrar, de la bicameralidad. Hubo consenso, pero se frustró por un tema colateral. ¿Volverán a tocarla?
La agenda está abierta y habría que llegar a un consenso entre los miembros. A mí me parece importante, creo que la bicameralidad es la madre de todas las reformas, tiene implicancias en diversas direcciones.

— O sea, lo van a discutir.
Sin duda, es un gran tema. Ahora bien, en dos meses tenemos que ser realistas. Podríamos, en el laboratorio, pensar la gran reforma ideal, pero seamos claros, la mejor reforma es la que se puede aplicar. Puedes tener una idea brillante, pero al aterrizar en una formulación normativa te das cuenta de los problemas que acarrea.

— O sea, para hacer una reforma política hay que ser político.
Hay que ser político y nosotros no vamos a suplantar ni al Ejecutivo, ni al Legislativo ni a ningún órgano del Estado. Vamos a proponer, como conocedores del tema y por la experiencia que tenemos, algunas ideas.

— Para que quede sentado eso de que no suplantan a nadie, ¿van a reunirse con congresistas?
Sin duda. La próxima semana desarrollaremos un plan de trabajo. Es clarísimo que no puede haber reformas de espaldas a los políticos. Vamos a reunirnos y recoger muchos de los proyectos ya planteados. No vamos a descubrir la pólvora, podemos ser imaginativos y hurgar en reformas a nivel comparado. Pero si nos dejáramos llevar por lo seductor que es en términos académicos, no acabaríamos nunca. Tenemos que ponernos un freno.

— ¿Puedes mencionar otros temas?
No quiero traicionar lo conversado.

— Menciono uno: los requisitos para la inscripción de partidos, la enorme valla.
Hay campos, uno es el de los partidos, y dentro de este lo concerniente a su nacimiento y muerte. Y está el campo del dinero, de la vida interna de los partidos y también las reglas de juego en el sistema electoral.

— En plena campaña del 2016 se introdujo el tema de las dádivas y fue problemático.
Queremos ir de forma ordenada: diagnóstico, grandes líneas, temas y de allí de un listado de prioridades. A diferencia de la reforma de justicia, que requería una incursión inmediata, en el caso de la reforma política tenemos un poquito más de aliento. Pero tampoco tanto, porque el 2016 se aprobó una norma por la que no puede haber cambios legislativos un año antes de las elecciones. Si estas son en abril del 2021, quiere decir que el último cambio sería en abril del 2020. Necesitamos reformas constitucionales. El tiempo no es holgado.

— ¿Igual no se hacen reformas para más adelante?
Generalmente no se hacen, es mi experiencia de verlo en otros países. Ecuador tiene esa limitación y se tomó acá, crea problemas.

— La no reelección es un tema complicado. Tú has opinado en contra, pero el referéndum la ha validado rotundamente.
He escrito en varias oportunidades en contra de la no reelección parlamentaria y de autoridades subnacionales. Pero creo que es muy difícil volver a discutir algo que acaba de ser aprobado por la ciudadanía. Quizá deba pasar un tiempo para volver a discutir el tema.

— ¿Han conversado sobre las personas que invitarán?
Para empezar, a las fuerzas integrantes del Parlamento, académicos, instituciones de la sociedad civil. Tampoco tenemos mucho tiempo. El Congreso es fundamental, porque no podemos hacer este trabajo a espaldas de él.

— Es el sueño del reformólogo: dos meses para hacer propuestas que el Ejecutivo va a llevar al Congreso.
He tenido la experiencia cuando era jefe de la ONPE de trabajar un año en el proyecto de código electoral y he apoyado varias comisiones parlamentarias. Tiene que haber la conjunción de una reflexión interesante con una aplicación muy concreta. La idea debe tener una formalización legislativa; si no, no funciona.

— Te pregunto como académico y a la vez en relación con este encargo. Se habla de debilidad institucional y fortalecimiento de la imagen presidencial. Por lo tanto, habría un riesgo de autoritarismo. ¿Esta iniciativa presidencial no supone una invasión en el terreno de otros poderes?
A título personal, pienso que somos un país presidencialista, como en toda América, pero a lo largo de la historia, por diversas razones, hemos importado figuras del parlamentarismo, que hace que tengamos una suerte de parlamentarismo híbrido, o lo que en Bolivia llamaron el presidencialismo parlamentarizado. Esto lleva a tener un diseño de equilibrio de poderes muy riesgoso. Por ejemplo, en la región no ves una figura como la censura de gabinetes, tampoco la disolución del Congreso. No hemos llegado en la historia a esta segunda opción.

— No se ha ejecutado, pero se ha enarbolado con consecuencias.
Acá viene el tema. Es importante hacer las reformas sin pensar que lo actual se va a repetir, somos uno de los países más cambiantes. No creo que se pueda hacer en tiempo tan corto, pero en algún momento tenemos que debatir el diseño de nuestra forma de gobierno.