Cuadrilátero de fuego, por Jaime de Althaus
Cuadrilátero de fuego, por Jaime de Althaus
Redacción EC

Regresamos a la trifulca, al reparto de acusaciones e insultos, a la trompeadera de callejón. Pero esta vez la materia fundamental de los ataques está hecha de los pecados originales de las agrupaciones y de las debilidades más profundas de la política peruana -montesinismo, aportes de la minería ilegal y del  narcotráfico-, jugando con la precariedad existencial de nuestra gobernabilidad. Y esta vez el acusado principal es el propio presidente Ollanta Humala, lo que agrega una dosis de peligro mortal al juego.

Aunque parezca increíble, las dos partes se acusan de montesinismo, el peor de los pecados. El oficialismo sintió que la insistencia en citar al Presidente a la comisión investigadora era política o amenazaba con revelar algo que se quería ocultar, y entonces Ana Jara abrió fuegos acusando al fujimorista Juan José Díaz Dios de proteger a Oscar Lopez Meneses (OLM), hombre de Montesinos. Resucitó la tesis del ‘fujimontesismo’, devolviéndonos como por un tubo al 2000, con el consiguiente retroceso político, como si el fujimorismo actual fuese el de los 90. A esta tesis se sumaron los ministros de Defensa, Pedro Cateriano, y del Interior, Daniel Urresti. Cateriano ha pasado a anunciar incluso que combatirá la posible elección de Keiko Fujimori el 2016. Para él no hay ninguna diferencia entre ella y su padre/Montesinos y no se ha percatado de ninguna evolución democrática en esa agrupación. Y la sorpresiva incursión de Urresti en la pelea obedecería a que estaría compitiendo con Ana Jara por la candidatura presidencial del nacionalismo.

Del lado del fujimorismo y el APRA se insinúa que el presidente Humala protege a López Meneses. Alan García afirmó que Humala no va a la comisión porque cometería perjurio si niega conocer a OLM. Pero quien acusa descaradamente de montesinista a Humala es el propio montesinista López Meneses, quien menciona un audio entre Humala y un allegado a Montesinos en el que planean el levantamiento de Locumba, y recuerda las conversaciones telefónicas entre el cuartel y el “Doc” el día de su fuga. Y la mejor prueba sería un encuentro entre él y los Humala en el hotel Paracas el 2012.

Pero OLM es Montesinos, y su objetivo es sembrar el caos para pescar en río revuelto o precipitar la caída del gobierno o la vacancia presidencial.

Entonces lo recomendable es manejar estos temas con prudencia, lo que no significa dejar de investigar sino hacerlo seriamente. Porque, efectivamente, OLM tenía mucho poder y es indispensable develar qué hacía, su red de influencias y los mecanismos que usaba, y sorprende el poco interés del gobierno en esto y no sabemos si la fiscalía lo tiene. Como es indispensable avanzar a un sistema de partidos que no requiera del financiamiento de la minería ilegal y el narcotráfico, y profundizar la lucha contra estos males y la formalización de los pequeños mineros, un camino que, es cierto, el gobierno ha empezado, gatillando la venganza de los ilegales que habrían aportado a la campaña. El problema es que esos aportes podrían configurar lavado de activos. De allí, también, el nerviosismo gubernamental y el peligro político.