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Colombia, el riesgo es que te quedes con Petro. Crónica de Fernando Vivas sobre el discurso del presidente colombiano
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¿Tomo o no tomo Comperif? Es uno de los dilemas del canciller Elmer Schialer ante esa comisión binacional con nombre de jarabe para la tos. Petro lanzó su ponzoña en un tuit del 5 de agosto reclamando la ‘lsla de Santa Rosa’ como ‘no asignada’ al Perú. El sustento peruano es contundente: ‘Santa Rosa’ se llama el poblado que, equívocamente, se ha venido usando como nombre de la isla originalmente bautizada como Chinería. Con ese nombre fue asignada a Perú por la comisión demarcadora de límites que entre 1928 y 1930 fijó las coordenadas tal como pedía el Tratado Salomón-Lozano de 1922. Con el paso de los años, surgió, aledaña a Chinería, una isla más pequeña que, cuando se secó el brazo de río que las separaba, quedó plenamente integrada en un solo territorio que poco a poco se pobló.
Todo esto sucedió del lado peruano del río. “Aún si se tratara de una isla aparte o si surgieran nuevas islas del lado peruano, serían peruanas si están de nuestro lado del thalweg [punto medio más profundo del río], pues en el Tratado Salomón-Lozano se aplica la regla del thalweg fijo” me advierte Gustavo Arévalo, profesor en derecho internacional de la Universidad de Lima. Gustavo me explica que existen algunos tratados que consideran el movimiento de los ríos en el tiempo, pero el nuestro con Colombia, desde su artículo 1 dice que “la línea de frontera (…) queda acordada, convenida y fijada”; de modo que lo que se aplica es la regla del thalweg fijo, o sea, las coordenadas establecidas un siglo atrás.
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De ahí que el propio Petro, para no ahogarse en el thalweg, también sostenga que el espíritu del tratado es que Colombia tenga acceso al río y ello peligra por la tendencia a que este se mueva hacia el lado peruano y deje seca a Leticia. “Esa preocupación es real y, de hecho, Petro la ha recogido de su cancillería. Pero lo dice y lo hace mal. Lo que pretende lo puede lograr con cooperación para dragar el río o lo que sea necesario, no con un reclamo sin sustento”, me dijo el ex canciller Manuel Rodríguez Cuadros. Algo parecido apuntó el ex presidente colombiano Álvaro Uribe en un post desde su arresto domiciliario: “El Perú es nuestro hermano y socio para hacer el dragado y avanzar en la protección de cauce y de la selva”.
En una reacción inicial, el canciller Elmer Schialer pareció dar a entender que en la bendita Comisión Mixta Permanente para la Inspección de la Frontera Peruano-Colombiana (Comperif) veríamos el asunto, que es precisamente lo que pretende Petro. Luego aclaró que Perú no tiene nada que discutir allí sobre un asunto que está zanjado históricamente. El internacionalista y ex canciller Miguel Ángel Rodríguez Mackay escribió una columna pidiendo a la cancillería que desconvoque esa reunión fijada en Lima para el 11 y 12 de setiembre. Le pregunté cuál debiera ser la actitud peruana si se realiza la reunión de todos modos. “Estrictamente técnica, no debe hablarse ni quedar registro de ninguna manera del tema que pretende Petro. Pero yo confío en que no se lleve a cabo, afectaría la moral de cancillería”. Rodríguez Cuadros cree que la reunión es sostenible pero coincide en que “se puede hablar de todo, para eso está la diplomacia, pero de ninguna manera se puede aceptar que quede registrado como tema de agenda lo que pretende Petro”. El lío forzado lleva el nombre de Petro y su personalidad. ¿Por qué atacó en lugar de buscar ayuda, hasta dónde forzará el lío, quién lo apoya?
![“Petro hace muchas cosas solo, esta pudo ser una de sus ideas de madrugada, se la comentó a [Armando] Benedetti y como este es inteligente y malvado, le pudo decir ‘claro, está bueno, hazlo’”. Foto; EFE/ Carlos Ortega](https://elcomercio.pe/resizer/v2/KNU6Z2LR6RFTBHJCH6VTDAZY4A.jpg?auth=4ccddedfdf4a537362da821d76b7d9d5dbbcf055a9cf7c7dfb1230fda89af81c&width=1732&height=1155&quality=75&smart=true)
Anti diplomacia
“No es problema de derechas e izquierdas. Están Petro, AMLO, también Milei, Trump, presidentes que no respetan la institucionalidad democrática que sustenta la diplomacia”, me dice Rodríguez Cuadros. Los cancilleres y embajadores de los últimos años se han tragado toneladas de sapos junto a los políticos puestos en las cancillerías por los presidentes destemplados. Petro suele reivindicarse como un loco creativo, para justificar sus improvisaciones y temeridades. Todas las hipótesis que he recogido apuntan a que en este caso prima esa locura voluble e impredecible antes que el cálculo fino.
Si ha habido cálculo, me dice un personaje de la política colombiana con el que conversé, este fue tan simple y coyuntural como cambiar de agenda: restarle fuerza a las marchas y protestas del paro campesino que impedían que Petro estuviera en Boyacá el 7 de agosto, donde tradicionalmente se celebra la batalla homónima en la que Simón Bolívar dio el golpe definitivo a los realistas. Por eso anunció el 5 que la celebración ‘bolivariana’ del 7 se trasladaría a Leticia. Como si el cambio de lugar cambiara la agenda de fondo.
“Fue un día y pico y nos olvidamos del tema” me dice Salud Hernández, periodista en la revista colombiana “Semana”, sobre la distracción petrista. “He estado muchas veces en Leticia, en Tabatinga, he cruzado en lancha a Santa Rosa y nunca he percibido algún problema. Petro no tiene credibilidad y nadie le hace caso. Un resumen de cómo se recibió el tema, lo encuentras en Blu Radio donde su editorialista Néstor Morales dijo, parafraseando el refrán, ‘hablan como peruanos, caminan como peruanos, son peruanos’ y se rió del tema”. La propia Hernández dijo, en un post en X, que “Santa Rosa es tan peruana como Crimea es ucraniana”.
Le pregunté a Salud si Petro ha podido tener instigadores y, si entre ellos estaría su controvertido ministro del Interior y asesor político Armando Benedetti: “Petro hace muchas cosas solo, esta pudo ser una de sus ideas de madrugada, se la comentó a Benedetti y como este es inteligente y malvado, le pudo decir ‘claro, está bueno, hazlo’”. Hay un antecedente que sí permite explicar la temeridad de Petro contra el Perú. “Desde que entró Dina Boluarte, está en una especie de guerra con ella, cada que puede repite que gobierna para la oligarquía que se quiso cargar a Pedro Castillo, quien era el candidato del pueblo. Cuando anunció que desconocía el triunfo de Daniel Noboa [en Ecuador] y a última hora fue a Quito y Boluarte no le dio la mano, eso sí fue viral acá. En cambio, con lo de Santa Rosa, no pasa nada”, remata Salud.
Solo un expresidente, Álvaro Uribe, se pronunció desde su arresto domiciliario, como ya vimos más arriba. Según Hernández, Uribe se pronunció porque es enemigo de la narrativa de Petro contra el gobierno peruano; pero no porque considerara que era un asunto de impacto popular en Colombia. Si el tema no alzó vuelo local, el lunes 11 desapareció por completo ante la terrible noticia de la muerte, tras un atentado y meses de agonía, de Miguel Uribe Turbay (no es pariente del ex presidente, pero sí muy cercano a él, pues lo promovió como el precandidato de su partido Centro Democrático).

Esta semana todo ha girado en torno al trágico Miguel en Colombia. Petro tuvo el tino de no asistir a su funeral, para el que vino Christopher Landau, subsecretario de estado de Estados Unidos. El gesto de la cancillería estadounidense fue una evidente señal contra Petro. Landau, en una ocasión, se había referido al pasado guerrillero de Petro. Gustavo invocó ese antecedente para ironizar con la posibilidad de no permitir el acceso de Landau. Estas tensiones con EE.UU., que tuvieron su pico de intensidad en enero pasado cuando Petro impidió el ingreso de dos aviones con colombianos deportados de EE.UU. y a las pocas horas reculó ante las amenazas de Trump; importan a los colombianos mucho más que un forzado conflicto que ni quieren tener ni creen que tienen con Perú.
Los intercambios en X entre los expresidentes Uribe y Juan Manuel Santos, con el primero acusando al segundo de hipócrita por acudir al velorio de Miguel, desplazaron al propio Petro de los titulares. La narrativa esgrimida por la derecha de que el acuerdo de paz con la guerrilla promovido por Santos ha dado vida y libertad de movimiento a quienes mataron a Miguel; es poderosa y golpea a Petro y cualquier izquierdista que pretenda sucederlo. Daniel Quintero, el precandidato provocador que se grabó colocando una bandera colombiana en Chinería, simpatiza con Petro aunque no aceptó ser parte de su gabinete cuando este se lo propuso. Aún así, sigue defendiendo sus ideas (de ahí su incursión en territorio peruano) y podría ser a quien Petro prefiera para endosarle los votos que le quedan. Sin embargo, mis fuentes colombianas creen que el izquierdista con más posibilidades de llegar a una segunda vuelta sería Gustavo Bolívar, ex funcionario petrista y conocido guionista de TV que no se ha pronunciado sobre el Perú.
El inestable y voluble Gustavo dejó su idea de lado para ensayar otra, más enojosa para la mayoría de colombianos, sobre coordinaciones con las fuerzas armadas venezolanas para combatir el narcotráfico. Esto alimenta otro ángulo de la narrativa de derecha que se remonta al acuerdo de paz con la guerrilla y aún más atrás: que Petro, Maduro, el terrorismo, el narcotráfico, todas las violencias que azotan a Colombia y a la región, son apañadas por la locura izquierdista de su presidente. Arremeter gratuitamente contra el Perú, país hermano de esas mismas calamidades y de sus posibles soluciones es, en dicha lógica, una infamia de Gustavo Petro. Podríamos predecir que su volubilidad lo llevará a nuevas ideas y provocaciones ajenas al Perú; pero lo más probable es que vuelva a mencionar el asunto de acuerdo a las reacciones de las autoridades peruanas. Me refiero a la detención del par de topógrafos colombianos en Chinería, a la cancelación de la medalla municipal que Petro recibió de manos de Susana Villarán cuando era alcalde de Bogotá; y al Congreso declarando a Quintero como persona non grata. Vaya que le dieron en la yema del gusto.
La primera arremetida petrista también ha sido alimentada por hechos anecdóticos como la mano extendida de Gustavo no honrada por Dina en Quito (el ex primer ministro Gustavo Adrianzén explicó que la imagen era equívoca y que en otro momento sí hubo un saludo cordial) y por una extravagante decisión diplomática peruana. Se las cuento. En marzo, Perú propuso al colombiano Carlos Bernal Pulido para ser reelegido como comisionado de la CIDH. La propuesta fue doblemente insólita puesto que es inusual que un gobierno proponga a alguien que no es de su nacionalidad y, más aún, a quien era percibido como un enemigo del petrismo. En efecto, el gobierno de Petro rechazó esa propuesta. Mis fuentes diplomáticas dudan que el despropósito haya sido concebido por el canciller Schialer; y apuntan a que fue propuesta del entonces primer ministro Gustavo Adrianzén. Aunque el diablo no necesita provocación, digamos que el gobierno peruano hizo poco o nada por ganar su amistad en aras de pacificar el vecindario.
Cuando he preguntado por la posibilidad de que la cancillería colombiana esté armando un expediente para presentar el caso ante la corte de La Haya, como lo mencionó Petro en un post; tanto mis fuentes colombianas como peruanas lo ponen en duda. Los colombianos tienen un mal recuerdo de La Haya. Durante el doble gobierno de Santos, la corte internacional dio un fallo mal recibido por los colombianos pues le restó dominio marítimo ante Nicaragua. El gobierno se retiró parcialmente de la corte y contrademandó con mejores resultados, pero el balance fue negativo. Presentar un caso contra el Perú donde tendría las de perder, sería una insensatez petrista que muy probablemente la cancillería colombiana va a darle largas. Petro se va en agosto del 2026 y ya no tiene ni tiempo ni energía para pelear con el Perú. ‘Si nosotros no lo tomamos en serio, ¿por qué lo habrían de hacer ustedes?’ es el comentario final de mis fuentes colombianas. El ‘wishful thinking’ binacional es que las relaciones Perú-Colombia se restablecerán a plenitud con nuestros próximos gobiernos del 2026.










