Fernando Vivas
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Gustavo Adrianzén reaccionó con fastidio y desdén cuando se aprobó la moción de interpelación que corrió Edward Málaga. Tiene que haberle sacado pica que ni siquiera fuese el esfuerzo concertado de dos o tres bancadas, sino un no agrupado tirando un dardo al bull. Luego, contemporizando, dijo: “la tengo que ver como una oportunidad”. Y la tuvo el miércoles, el mismo día en que su predecesor Alberto Otárola dijo que era un ‘fantasma’. Gustavo no lo contradijo con su performance; lo desfasó, nos dejó confusos y patidifusos cuando lo vimos ululando y levitando sobre el hemiciclo dormido y menguado mientras leía el reporte de todo lo que hacen los 19 ministerios. Batió el récord de 5 horas del mensaje de Dina el pasado 28 de julio. La verborragia tuvo un toque de estrategia: si nadie oyó tu intervención completa, ¿cómo justificarían tu censura?

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