Vizcarra invocó a la Constitución para advertir que podría expropiar las clínicas de no llegar a un acuerdo sobre la tarifa para la atención de pacientes con COVID-19. (Foto: Sepres).
Vizcarra invocó a la Constitución para advertir que podría expropiar las clínicas de no llegar a un acuerdo sobre la tarifa para la atención de pacientes con COVID-19. (Foto: Sepres).
/ Presidencia Perú
Jonathan Castro

Veinticuatro horas después de la advertencia lanzada por el presidente Martín Vizcarra de expropiar las clínicas, no se tenía claridad sobre el acuerdo final al que se había llegado: el Seguro Integral de Salud advirtió que las clínicas no estaban obligadas a acogerse a este, y no se sabía cuál sería el destino de las familias que ya se habían endeudado para pagar los gastos de los pacientes con COVID-19.

Sobre lo que sí se tenía claridad era que, una vez más, Vizcarra había pechado a un rival ante una preocupación ciudadana. “Creo que Vizcarra sabe que necesita un enemigo para enganchar con la opinión pública, y lee muy bien el ánimo popular sobre quién es ese enemigo para enfrentarlo”, señala la politóloga Maria Alejandra Campos. Ese enemigo era, en esta ocasión, las clínicas.

El ánimo popular no está pidiendo soluciones técnicas ni mesuradas. Cuanto más extrema sea la medida, posiblemente más respaldo popular tenga”, añade Campos. Para ella, lo que la población demanda es un líder que se enfrente al “enemigo”, y ese rol lo cumple Vizcarra.

No es la primera vez que Vizcarra tiene un gesto así. Ya lo hizo al enfrentarse con el Congreso y con el exfiscal de la Nación Pedro Chávarry, luego de que este separe a los fiscales Rafael Vela y José Domingo Pérez del Caso Lava Jato. “Tiene la capacidad de posicionarse y polarizar a partir de un liderazgo. El punto de partida se dio con el referéndum, con la no reelección de congresistas”, señala el analista político y director del grupo Fides Perú, Jeffrey Radzinsky.

Esta confrontación le da respaldo en el corto plazo, pues va, con buena intuición, en el mismo sentido que las demandas ciudadanas, sostienen los especialistas. “El líder carismático tiene que actualizar continuamente su carisma frente a sus seguidores, no le basta con hacerlo una sola vez. Me da la impresión de que Vizcarra tiene ese patrón de conducta”, explica Carlos Alberto Adrianzén, docente de Ciencias Políticas de la PUCP. “Lo hace porque es lo único que tiene. Tal como está el gobierno, sin bancada en el Parlamento, la única forma de construir su gobernabilidad es a través de altos niveles de popularidad”, complementa.

Además, Radzinsky agrega que el análisis debe contemplar la forma en la que busca reforzar su conducción. “Lo hizo poniendo sobre el papel el artículo 70 de la Constitución, para decir el líder soy yo. Sintoniza con la demanda popular y es eficaz para lograr establecer el eje del debate público a partir de su liderazgo”, indica.

Las consecuencias de sus propuestas no afectan este liderazgo que Vizcarra ha construido. “Ese es un problema de los técnicos, no de los políticos. El político traza el objetivo y el técnico ve cómo lo ejecuta. Si las clínicas no hacían caso, probablemente no hubiera aplicado el artículo 70 de la Constitución, sino la ley de salud que le permitía usar las camas”, dice Adrianzén.

En el mismo sentido, Campos señala que el anuncio era muy eficaz aunque su implementación hubiese sido poco eficiente por los recursos que hubiese demandado, así como lo fueron las consecuencias de otros actos como el referéndum que prohibió la reelección de congresistas. “De un lado te da apoyo popular, y de otro una mejor palanca de negociación con las clínicas”, añade la politóloga.

Si sus ministros no cumplen, [la gente] no siente que sea su responsabilidad. Buena muestra de eso es la distancia que hay entre su aprobación y la de su gobierno. Vizcarra tiene buena intuición política”, continúa Campos.

Los especialistas consideran que Vizcarra es más hábil en los gestos políticos que en la administración. “La norma sobre el oxígeno al 99% [para pacientes con COVID-19] recién la cambió en junio. Es mejor comunicador político que gestor gubernamental”, afirma Radzinsky.

Algunos de los temas por los cuales se enfrentó a sus rivales de turno fueron dejados en el olvido de su agenda política. El caso más representativo de esto fue el proyecto para modificar la forma de elección de los magistrados del Tribunal Constitucional, motivo que ocasionó la disolución del Congreso pasado. No lo volvió a tocar desde que el nuevo Parlamento asumió funciones.

Los enfrentamientos que ha protagonizado fueron con rivales débiles ante la opinión pública: el Congreso estaba desprestigiado, Chávarry fue objeto de marchas ciudadanas y ahora los representantes de las clínicas privadas –así como otros representantes del empresariado– fueron vistos como indolentes. “Consigue el enemigo perfecto, ¿qué es más inhumano que ser indolente con el sufrimiento de la vida de las personas? Ese era el posicionamiento de las clínicas privadas”, señala Campos.

Para Adrianzén, Vizcarra calibra bien políticamente: no busca a los adversarios, sino la oportunidad para confrontarlos. “¿Por qué no hizo esto hace un mes? Puede ser que no lo necesitaba, pero quizás era porque las clínicas no eran un adversario frágil como en este momento. Hace un mes observó un proyecto del Congreso [en este sentido]. ¿Por qué cambió tanto?”, se pregunta.

Adrianzén destaca una pregunta en esta coyuntura: ¿Vizcarra hace algo que le cueste popularidad? Él considera que no. “Apenas siente que sus ministros le pesan un poco, los suelta. En ese sentido, es político”, concluye.

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