(Fotos: Flickr Presidencia)
(Fotos: Flickr Presidencia)

Erguido frente a la cámara, sostiene con la mano izquierda un conjunto de hojas bond que luego va dejando, una a una, en la zona baja del atril en el que se apoya. Enfundado en camisa blanca y terno oscuro, levanta y baja la mirada al ritmo del caudal de la lectura.

Mobiliario antiguo y tres estandartes del Perú completan un cuadro televisivo que ha hipnotizado a todo aquel que lo mira, no por lo que se ve, sino por el rumor de lo que se está a punto de oír: “He decidido disolver constitucionalmente el Congreso y llamar a elecciones de congresistas de la República”.

Del otro lado del televisor -cómo no- se encuentran los aludidos, quienes a medida que pasan las horas consumen esfuerzos en denunciar la consolidación de un régimen dictatorial y hasta en juramentar a una presidenta encargada.

Al cierre del día 30 de setiembre del 2019, son muchos más los que toman el mensaje a la nación de Vizcarra como un epitafio parlamentario.

A lo largo de sus dos años encabezando el Ejecutivo, el presidente no se ha visto con mejores opciones que transitar por aguas bravas. Sin embargo, el descubrimiento del mensaje a la nación como herramienta de comunicación -y conexión- con la ciudadanía le ha significado un gran aliado. Vale también decir que uno muy popular.

Arribo inesperado

El primer ejemplo de la accidentada naturaleza de la actual gestión es su propio nacimiento. A raíz de la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski, el entonces vicepresidente Martín Vizcarra debió retornar desde Canadá, donde se desempeñaba como embajador, para cumplir con la sucesión constitucional.

En menos de 48 horas se preparó para presentarse cara a cara con el mismo Parlamento que durante los últimos tres meses había insistido en la vacancia de su predecesor. El resultado de ello fue un mensaje a la nación de poco más de quince minutos, el tercio de la duración promedio de los mensajes de investidura de Kuczynski u Ollanta Humala.

Citando a Miguel Grau y formulando reiterados llamamientos a la calma política, Martín Vizcarra afirmó que estaba abocado en la conformación de un Gabinete Ministerial completamente nuevo. “Lo que ha sucedido debe marcar el final de una política de odio y confrontación que no ha hecho otra cosa que perjudicar al país”. Palmas en el hemiciclo.

Cuatro meses después y 22 puntos de aprobación por debajo del 57% que obtuvo en su primer mes en Palacio de Gobierno (abril del 2018 - El Comercio-Ipsos), Vizcarra se presentó nuevamente en el Parlamento para leer su primer discurso por Fiestas Patrias. Para julio del 2018, el presidente ya cursaba un escenario de enfrentamiento contra las bancadas de Fuerza Popular y el Apra por asuntos completamente distintos a los que llevaron a la dimisión a Kuczynski.

Fue la coyuntura, entonces, la que le abrió una ventana para emparejar la heredada disputa con el Congreso, tomando en cuenta el pírrico respaldo de la bancada oficialista (Peruanos por el Kambio), atrapada en problemas de liderazgo e identificación. Los audios que revelaban actos irregulares en el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) y las altas esferas del sistema de justicia fueron su aliciente para la concepción de un término que luego se haría habitual en el vocabulario gobiernista: “reforma”.

Así, la palabra “horizonte”, mencionada en su discurso de investidura, fue reemplazada por “decisiones”; la expresión “debemos trabajar unidos” mutó a “ciudadanía indignada”; y las propuestas y lineamientos de gobierno del primer mensaje a la nación se convirtieron en una convocatoria a referéndum (a través de un puñado de proyectos de por medio) en el que se consultaría sobre la reelección de congresistas. “Si ayer fue un ‘vladivideo’, hoy son los audios que nos regresan a ese momento y nos muestran lo más vulgar de la corrupción”. Escuetas palmas. Sonrisas nerviosas.

Pese a ello, Vizcarra no había sido extraño a la crisis de los audios del CNM. La divulgación de una conversación entre su ministro de Justicia Salvador Heresi y el ahora prófugo ex juez supremo César Hinostroza, sindicado por la fiscalía como el cabecilla de Los Cuellos Blancos del Puerto, le costaron el puesto a Heresi. A ello se le sumaban críticas por inacción. Por ello, en julio del 2018, Vizcarra registró su cifra de aprobación más baja de toda su gestión (35%). Luego de su discurso por Fiestas Patrias, su popularidad creció once puntos.

Fórmula

El planteamiento de iniciativas para ser llevadas a un referéndum concibió la posibilidad de múltiples escenarios. No obstante, el mensaje a la nación del 16 de setiembre del 2018 es la muestra de que el Congreso y el Ejecutivo no llegaron a ningún acuerdo.

El escenario del mensaje a la nación, esta vez, fue Palacio de Gobierno. Nuevas menciones sobre los ‘vladivideos’ y la insistencia de sacar adelante las reformas exigidas moldearon la presentación de una cuestión de confianza, la primera del gobierno de Vizcarra y la tercera del quinquenio 2016-2021. “De los cuatro proyectos planteados ninguno tiene dictamen. Hemos visto congresistas tratando de dilatar y desnaturalizar los proyectos”.

Tres días más tarde, la cuestión de confianza fue aceptada con lo cual el Parlamento se comprometía a acelerar la revisión de los proyectos y aprobarlos para que se dé paso al referéndum.

Al mes siguiente, el presidente acrecentó su aprobación (16 puntos), ubicándose en 61%. Más allá de la esencia y reales propósitos de su gobierno, algunas conclusiones se hicieron suficientemente notorias como para no ser vistas: la confrontación con el Congreso era aclamada; los mensajes a la nación, también.

Tras estos incidentes, el Ejecutivo y el Legislativo se vieron obligados a compartir protagonismo con los efectos más intensos del Caso Lava Jato. Las declaraciones de exfuncionarios de empresas brasileñas y las investigaciones a expresidentes y líderes políticos alcanzaron su punto más crítico con la prisión preventiva dictada contra la lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, en noviembre del 2018.

En abril del 2019, el Gobierno presentó un paquete de reformas políticas en el que incluía un proyecto para que el Parlamento deje de decidir sobre el levantamiento de la inmunidad y que sea la Corte Suprema la que asuma dicha potestad. El 26 de julio, en legislatura extendida, el Congreso aprobó el proyecto, aunque efectuando modificaciones a la propuesta del Ejecutivo.

Dos días después, Martín Vizcarra acudió al hemiciclo parlamentario para presentar su discurso por Fiestas Patrias. Luego de mencionar un torrente de cifras y datos discretos, Vizcarra, en el epílogo de su mensaje, efectuó cuestionamientos a las modificaciones hechas a los proyectos del Ejecutivo, principalmente al de inmunidad parlamentaria.

Consecuencia de ello, la jornada fue marcada por el anuncio del proyecto de adelanto general de elecciones al 2020, recortando el mandato presidencial y congresal un año. “He recorrido el país de punta a punta en el último año y debo ser claro, no hay un lugar del Perú donde no haya recibido el reclamo de ‘presidente, cierre el Congreso’”. Primeras premoniciones.

Los mensajes más relevantes

El 26 de setiembre del 2019, alegando la inconstitucionalidad de la propuesta, la Comisión de Constitución del Congreso archivó el proyecto de adelanto de elecciones. Ese día también se agendó la elección de integrantes del Tribunal Constitucional (TC), pese a las críticas de cinco bancadas por la presunta intención de Fuerza Popular y el Apra de cooptar el organismo constitucional. Esto motivó la presentación de una nueva cuestión de confianza por parte del Ejecutivo para que se transparente el proceso de elección de tribunos.

El 30 de setiembre del 2019, el pleno del Congreso consensuó por mayoría la elección de un único nuevo miembro del TC, lo cual fue interpretado por el Gobierno como la denegación de la confianza. Vizcarra protagonizó un nuevo pronunciamiento a pesar de que, en simultáneo, el Parlamento votaba y aprobaba la cuestión de confianza planteada por el entonces primer ministro Salvador del Solar.

“El cierre que hoy dispongo está dentro de mis facultades contenidas en la carta magna [...] dando fin a esta etapa de entrampamiento político que ha impedido que el Perú crezca al ritmo de sus posibilidades”.

La encuesta de El Comercio-Ipsos de octubre del 2019 reveló que el 85% respaldó la decisión de disolver el Congreso. La aprobación de Vizcarra, a su vez, creció 31 puntos, alcanzando 79%. Dos meses después, en diciembre, el cierre del Parlamento fue elegido como el principal hecho positivo del año (59%), por encima de la captura de políticos prófugos (36%), la estabilidad económica (21%) o la realización de los Juegos Panamericanos Lima 2019 (18%).

Pero, como se menciona líneas arriba, la coyuntura plantea retos, y aparentemente Vizcarra actúa mejor en períodos de crisis que de calma. Siete ministros renunciaron al Gabinete a lo largo del interregno parlamentario por razones ajenas a la confrontación política, con lo cual su gobierno promedia una salida ministerial cada veinte días. Además, como es fácil de entender, el Perú no es ajeno a pandemias.

A casi seis meses de su mensaje a la nación de mayor impacto, el jefe del Estado volvió a dirigirse a los peruanos el pasado 15 de marzo, acompañado de su Gabinete Ministerial, para anunciar un estado de emergencia en pos de prevenir más contagios por coronavirus (COVID-19). “Estamos seguros que lograremos superar esta circunstancia difícil”. El país en vilo.

Desde ese día hasta hoy, el presidente se ha presentado ante la prensa diariamente, a golpe de mediodía, para informar sobre la evolución de la situación, los nuevos casos diagnosticados, las barbaridades de los que han interpretado la cuarentena como un juego y las medidas estimadas para cada nuevo escenario.

Dada la coyuntura, es casi seguro que la próxima vez que Vizcarra se dirija al país enfundado en terno oscuro, hoja en mano y de pie frente a la cámara, el anuncio sea crucial. Sin embargo, a causa del protagonismo cobrado por la ciudadanía en la lucha contra la pandemia, es posible que el contenido del mensaje esté escrito por nuestros propios actos.

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