En los cuatro años del gobierno de Ollanta Humala han pasado siete ministros por la cartera del Interior. Casi todos dejaron el cargo en medio de duras críticas a su trabajo o a raíz de escándalos de gran magnitud. ¿Por qué hay tanta inestabilidad en la institución encargada de la seguridad ciudadana en el Perú?
No se trata de un problema generalizado en América Latina, es un caso específico del Perú. Por ejemplo, el chileno Sebastián Piñera tuvo apenas dos ministros del Interior en su gobierno (2010–2014). Y en lo que va del segundo período de Bachelet son también dos los ministros: Rodrigo Peñailillo (marzo del 2014 a mayo del 2015) y Jorge Burgos Varela, quien asumió el puesto el mes pasado.
El panorama es similar en Ecuador y Argentina, países en los que hubo apenas tres titulares del Interior en los últimos años. La situación de Venezuela es especial, pues Hugo Chávez instauró un relevo anual de gabinete que Nicolás Maduro ha mantenido durante su gobierno.
Quizás nuestra situación se parezca más a la boliviana: van cinco ministros de Gobierno (Interior) desde el 2011. El último, Hugo Moldiz, cayó debido a la fuga de un compatriota: Martín Belaunde Lossio. En su lugar, Evo Morales colocó a Carlos Romero.
El caso peruano No hay una agenda de largo plazo ni continuidad de políticas bajo un mismo lineamiento, fue la respuesta inmediata de tres de las cuatro fuentes consultadas por El Comercio acerca de la volatilidad en el Mininter. Los expertos tienen la impresión común de que los ministros del Interior son designados para solucionar crisis coyunturales, pero luego son arrastrados por la corriente. Y el ciclo se repite.
El caso de Wilfredo Pedraza es quizá el ejemplo que grafica con mayor claridad esta situación. Nombrado en julio del 2012, su primer objetivo fue evitar que se expandiera la crisis ocasionada por la gestión de Wílver Calle, cuestionado por haber firmado un acta que avalaba el Autogolpe de 1992 y por las muertes ocurridas durante las protestas contra Conga. Calle es, por cierto, el ministro que menos tiempo duró en el cargo en este gobierno: apenas tres meses.
Cuando Pedraza parecía cómodo en el cargo, el Ministerio del Interior fue golpeado por otro escándalo: el ilegal resguardo policial a la casa de Óscar López Meneses, sindicado como ex operador de Vladimiro Montesinos. Ello determinó que el hombre que llegó a la institución para encabezar la esperada reforma de la Policía Nacional tuviese que renunciar después de cinco meses. En ese corto período no tuvo tiempo para algún cambio significativo.
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Wilfredo Pedraza renunció al cargo por el caso López Meneses. (Foto: El Comercio)
“Yo me adelanté a lo que iba a pasar después. Conozco cómo funciona la política y era lógico que la oposición iba a tomar el caso para atacar al gobierno y al presidente. Mi renuncia responde a ese tema […] En otros países, una crisis de esta magnitud une a todos los sectores contra el autor del hecho; aquí todos buscan la responsabilidad en el ministro”, dijo Wilfredo Pedraza en una entrevista con El Comercio para este reportaje.
El diagnóstico de Carlos Basombrío, ex viceministro y experto en asuntos de seguridad ciudadana, destaca un aspecto distinto: “Tienes un sector que de por sí es complicado, pero también es cierto que los ministros no tienen un plan estructurado de largo plazo. En este gobierno se ha añadido un factor particular: el estilo de la pareja presidencial no le permite [al ministro] tomar las decisiones que debería ni elegir a su equipo. Diría que ni siquiera trabaja con gente prestada, sino impuesta”,
Un sector político Pedraza fue sustituido por Daniel Urresti, un hombre que por su gran exposición mediática generó tantas simpatías como anticuerpos. Además de sus casi diarios operativos junto a la policía, el ex oficial del Ejército se caracterizó por tener un perfil político: se enfrentó directamente –y lo sigue haciendo desde Twitter– a Keiko Fujimori y Alan García, los críticos más severos del gobierno.
“Cuando hemos tenido ministros con planes, acaban convirtiéndose en pararrayos políticos por el interés natural que genera el sector, pero también por los escándalos cotidianos y la corrupción a la que están expuestos. Creo que el sector se ha politizado muchísimo, pero hay una falsa idea de que cambiar todo de golpe traerá mejoras y no es así. De ese modo es imposible establecer políticas de largo plazo”, destaca Eduardo Dargent, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Texas.
Urresti debió asumir la responsabilidad por las denuncias de abuso policial en Cajamarca y Junín. Además, durante su gestión fugó a Bolivia el hoy encarcelado Martín Belaunde Lossio, con cuya captura dijo estar obsesionado. También se generaron diferencias con la entonces jefa del gabinete, Ana Jara, por una imagen de tinte machista que el ex ministro compartió en las redes sociales. Con todo, el ex militar tiene el récord de permanencia en el cargo: nueves meses.
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“La policía ha realizado un operativo pésimo [en Cajamarca]”, admite Urresti. Ver entrevista desde el minuto 7:50. (Video: Frecuencia Latina)
“Las decisiones que se han tomado hasta ahora han sido más de coyuntura. Te funcionan por un rato, pero a la tercera o cuarta crisis, la ola se lleva al ministro. Cada uno de ellos ha llegado [al cargo] a decir algo que se le ocurría. Hablaban para salir del paso. ¿Te imaginas si algo así pasara en el Ministerio de Economía? Está claro que no hay ejes definidos de trabajo para enfrentar la inseguridad ciudadana. No hay una estrategia de mediano o largo plazo”, agrega Basombrío.
Las especialistas coinciden en que designar a José Luis Pérez Guadalupe como ministro del Interior fue una decisión correcta, aunque no están seguros de si el poco tiempo que queda para el inicio de la campaña electoral –en la que parece que aumentarán los puyazos– le permitirá llevar a cabo sus objetivos. “Ha sido su séptimo intento, muy tarde para un problema muy urgente y relevante”, opina Meléndez.
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“Vamos a seguir el derrotero de nuestros antecesores en todo lo positivo que se haya hecho”, dijo Pérez Guadalupe al asumir el cargo. (Foto: El Comercio)
El camino a seguir El politólogo Carlos Meléndez cree que el modelo económico del MEF –sobre el que trabajan los ministros al margen de los gobiernos– puede servir como guía para que el Ministerio del Interior elabore un “modelo de seguridad”. Una suerte de hoja de ruta que contenga la columna vertebral de un plan de reforma policial y los demás ejes fundamentales del sector.
“No existe una tecnocracia en materia de seguridad. Hay que desarrollarla, como la que ya existe en el MEF o en cancillería. Para ello se requiere plantear consensos amplios entre los partidos políticos. Que [los consensos] vayan, más allá de los nombres de los ministros, sobre políticas de Estado […] En términos de políticas públicas, en general, se requiere formar una burocracia especializada, construir consensos políticos e involucrar inteligentemente a la ciudadanía”, indicó a este Diario.
Basombrío, en tanto, considera que el comienzo del cambio debe ser el diseño de una política general de seguridad consensuada por todas –o la mayoría de– las fuerzas políticas del país. “Después de eso ya no hay grandes misterios para resolver: lo que debe hacerse es reformar la Policía y enfocarse principalmente en prevención”, apuntó. Dargent coincide con el ex viceministro pero añade un detalle: “Un cambio importante requerirá una gran inversión de recursos y tiempo. Y por el lado humano, siempre habrá un sector –más grande o más pequeño– que se opondrá”.
Wilfredo Pedraza admite que en el Ejecutivo hay problemas de índole burocrático: “Las inversiones podrían aprobarse más rápido y los temas técnicos deberían aprobarse con mayor celeridad”. Sin embargo, cree que el principal inconveniente para él y sus colegas ha sido el ruido político generado desde la oposición. Problema para el que no hay alternativas claras.
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Alan García y Alejandro Toledo son percibidos como los políticos más corruptos ►http://t.co/LJ1XB4EuVs pic.twitter.com/RGs6tz5VFj— Política El Comercio (@Politica_ECpe) junio 14, 2015