De lo que nos salvamos, por Jaime de Althaus
De lo que nos salvamos, por Jaime de Althaus
Jaime de Althaus

Si fuera cierto que las abultadas cifras que aparecen en las agendas de han sido adulteradas, ella habría ofrecido inmediatamente someterse a una pericia grafotécnica para demostrar la falsificación. Si no lo ha hecho, cabe presumir que son ciertas.

Si lo son, la pregunta es de dónde vino ese dinero. Una posibilidad es que se trate de donaciones para la campaña. De hecho, la procuradora Julia Príncipe explicó que entregó las agendas al fiscal Germán Suárez porque su contenido guarda relación con los hechos que él viene investigando, que son los relativos a la financiación de la campaña electoral del partido nacionalista.

Aquí habría, entonces, dos cuestiones. Una, si la pareja Humala entregó o no esos supuestos fondos a la campaña. La otra es el origen de esos dineros. ¿Vinieron de Venezuela? En las propias agendas hay diversas menciones a “Nico” (supuestamente Maduro) y otros personajes en ese país.   

Si vinieron de Venezuela, la pregunta es si eso constituye lavado de activos. César Azabache piensa que no, que más bien podría tratarse de fraude tributario si el dinero fue apropiado por la pareja y no se declaró. Iván Montoya, sin embargo, piensa que sí, porque en el origen de esos dineros habría un delito de malversación de fondos en Venezuela. Pero sería muy complicado demostrarlo. 

Que el Estado Venezolano haya donado dinero a la candidatura de Humala no habría sido sino la prolongación al exterior de una práctica interna “bolivariana” consistente en apropiarse de dineros públicos para fines políticos o personales.

El objetivo de Chávez era perpetuarse en el poder disponiendo de manera patrimonialista de los recursos derivados del asalto a PDVSA, del asalto-expropiación a muchas empresas privadas y de un sistema de relaciones mercantilistas que ha generado la llamada boliburguesía, con beneficios económicos mutuos. Apoderarse del país para siempre. Lástima para ellos que el mecanismo no fue viable económicamente.

En los últimos quince años la izquierda latinoamericana intentó quedarse en el poder mediante la corrupción. En el Brasil, el esquema fue más sutil. Allí se forjó una alianza oculta de perpetuación y enriquecimiento mutuo entre el Partido de los Trabajadores y grandes empresas constructoras (y otras) por medio de Petrobras, que financió las campañas electorales del partido de gobierno a través de un sobreprecio que pagaba a las empresas constructoras por las obras que les contrataba. De esa manera el partido ganaba las elecciones y se perpetuaba en el poder, y las empresas tenían negocios seguros y rentables.

Esos negocios incluían una política oficial de apoyo a la expansión internacional de las empresas, abanderada por Itamaraty y por el propio Lula incluso luego de ser presidente, convertido en  embajador rentado de dichas empresas en el exterior. Internamente, programas sociales masivos repartían dinero y alimentos. Todo se cayó cuando se descubrió la profunda corrupción y cuando la economía redistributiva ya no dio más.

Nosotros nos salvamos de ese destino gracias a la Hoja de Ruta e, irónicamente, a la influencia positiva de la propia Nadine Heredia, aun cuando siguiera soñando con la abortada reelección conyugal. Lo que ahora aflora son piezas sueltas y torcidas de un proyecto que felizmente no fue.  

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