Sensación y realidad: Wilfredo Pedraza, el asesor en seguridad
Sensación y realidad: Wilfredo Pedraza, el asesor en seguridad
Fernando Vivas

Los asesores del presidente entran por la puerta falsa de Palacio. Los periodistas que los buscamos, también. me espera en una de las trastiendas del poder. Tiene buen semblante a pesar de las papas calientes que veo en sus manos: le da consejería a Humala en materia de seguridad y es uno de los voceros de la pareja en algunas de sus cuitas judiciales. Bueno, en rigor no es así, mejor que él lo explique: “Soy asesor del presidente en materia de seguridad […] Yo diría que he ido migrando un poco a temas políticos. No me incomoda. Pero no soy vocero, el vocero es el primer ministro”. ¿No es la vicepresidenta Marisol Espinoza?, bromeo, a raíz del ‘celebrity deathmatch’ entre esta y Cateriano. “[Ríe] Ambos tienen la vocería que les corresponde. Pero, por ley, el ministro tiene la vocería [del gobierno]. Yo salgo cuando siento que puedo aportar. No soy ni defensor de la primera dama ni su vocero; pero cuando ciertas situaciones se mezclan con la política, intervengo. Por esas razones he venido participando en el caso de Emerson Fasabi, que falleció y en un momento trabajó con el presidente. Lo que se venía publicando estaba lleno de errores, por no decir mentiras. [...] Con mucha facilidad se imputó al presidente su relación con un supuesto homicidio, es muy delicado”. Le aclaro que no he hecho esa imputación, pero me llamó la atención que en un primer momento se minimizara el vínculo y luego supiéramos que el presidente hasta participó en una colecta humanitaria para el entierro. “[Emerson] trabajó hasta junio del 2011, luego fue un trabajador libre. Era vigilante y cuando el presidente asume, fue reemplazado por la seguridad del Estado”. Descanse en paz, Fasabi.

El filo del interior
Wilfredo nació en Andahuaylas y se formó en Abancay. La rivalidad entre esas dos ciudades de Apurímac fue el primer conflicto que conoció. Se hizo abogado en Lima y tuvo un primer anticipo del sector público a los  29 años, como joven presidente del INPE. Pero la política grande lo asaltó mucho después, el 23 de julio del 2012. 

“Estaba feliz trabajando como abogado y fui invitado por Juan Jiménez. Estaba formando su Gabinete. Me reuní dos horas con el presidente”. ¿Lo conocía de antes? “Cuando hizo la asonada de Locumba, yo estaba encargado de asuntos penales en la defensoría [...]. Me tocó entregarlo a la autoridad militar, fuimos en mi propio vehículo. Lo vi detenido en el Real Felipe, un par de veces. Cuando fui presidente del INPE en el 2004, lo recibí porque estaba indagando por las condiciones de carcelería de su hermano Antauro”. ¿Usted nació en Andahuaylas, qué piensa del ‘andahuaylazo’? “Me causó rechazo. Nadie tiene derecho a usar las armas para plantear nada. Ollanta tenía preocupación por su hermano, pero entendía que las reglas tenían que cumplirse”.

Pedraza está jugando un segundo partido en la cancha de la inseguridad. Mide sus respuestas y sus gestos; pero lo siento más asertivo que antes. Se ha colocado al lado del presidente en un lugar seguro de Palacio, discreto para no quemarse, cercano para llegar rápido –cual ÚDEX– a desactivar bombitas.

Me provoca oír sus reflexiones sobre el primer gran partido que jugó con camiseta de ministro. “Entré con la autoridad suficiente para hacer cambios que, a pesar de no gustarles [a los policías], había que hacer. Me costó mucho, por ejemplo, crear el tribunal de disciplina policial, que son civiles que juzgan a policías que han cometido faltas administrativas. Ese tribunal se ha fortalecido”. Un cambio positivo que subsistió a Urresti, lo pico. “Tengo que reconocer que [Urresti] fue capaz de vender más la actividad de la policía. Yo, en cambio, hice gestión. [...] Me tocó hacer el trabajo de gabinete oscuro, de hacer proyectos de inversión que justifiquen lo que hoy se gasta. [...] Hoy hay como 70 proyectos que permiten la inversión de unos 700 millones y para los próximos tres años serán 2 mil millones”.

Quiero saber qué sintió cuando su gestión se frustró por el enredo de López Meneses. ¿Pensó mucho su renuncia? “La verdad es que no lo pensé mucho. Cuando [...] verifiqué que era la casa de López Meneses [...], estaba claro que esto terminaba, porque tener alguna vinculación con ese personaje vinculado al montesinismo era políticamente inmanejable. [...] Sin embargo, creo que se ha hecho una gigantesca bola, con muchas portadas y horas de TV, a algo que se limitaba a un servicio de resguardo irregular por causas que no las tengo claras, pero que no tiene la dimensión que se decía. El informe de [la comisión congresal] de Juan Díaz Dios es una pachotada”.

Pero Pedraza nunca se fue del todo. Se quedó en el margen de la cancha, despachando con el presidente. ¿No hay riesgo de un paralelismo con el actual ministro del Interior? “Son dos planos diferentes. Además, tengo una antigua amistad con José Luis [Pérez Guadalupe]. Una cosa nos vincula, una pasión por las cárceles”. De pronto, veo la misma chifladura por cárceles y faites que he visto en JLPG.

¡Tenía razón!
Siempre creí que Wilfredo no se equivocó cuando dijo que la sensación de inseguridad era mayor que la inseguridad misma. Pero no era oportuno decirlo. Erró, quizá, en la forma pero no en el fondo. “Somos una sociedad de víctimas potenciales”, me dice ahora, en tono académico, y noto que se ha documentado para confirmar que tenía razón. Insiste con cifras: “El INEI señala que en el 2011 tuvimos 40% de victimización, hoy estamos en el 30,5%. Pero en percepción sí estamos altísimos, ha subido incluso”. ¿En extorsión cómo vamos? “Se ha incrementado un poquito. Lo que se ha reducido es sobre todo en robos. Entre Ica y Tumbes se ha reducido, pero ha crecido más al sur”. Ah, nuestra costa brava y sus bajos instintos. 

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