Verónika, entre la soledad y la ficción, por Juan Paredes C.
Verónika, entre la soledad y la ficción, por Juan Paredes C.
Juan Paredes Castro

Las solicitadas por el gobierno sirvieron para medir, entre otras cosas, cuánto realismo político anima el comportamiento de Fuerza Popular y cuánta ficción corrosiva nubla el horizonte del y de su lideresa .

Fuerza Popular parece saber lo que es y lo que quiere. El Frente Amplio sencillamente no se conoce a sí mismo.

Mientras Fuerza Popular y Keiko Fujimori demuestran manejar un mejor sentido de futuro, de cara al 2021, el Frente Amplio y Verónika Mendoza siguen rumiando, eufóricos, los votos que recogieron en primera vuelta de las exclusiones electorales de César Acuña y Julio Guzmán, votos que podrían retornar a sus fuentes de origen o seguir un destino diferente.

No es novedad que en el Perú se ganen elecciones con votos ajenos, como lo hizo Fujimori con los votos del Apra y la izquierda; como lo hizo Toledo con los votos del antifujimorismo, que no eran los votos de Perú Posible, partido con el que gobernó como si le debiera el triunfo; y como lo hizo Humala, pactando hipócritamente con la democracia y el modelo económico, al precio de traicionar a sus electores, a su proyecto de la Gran Transformación y a sus principales mentores de izquierda: Salomón Lerner, Javier Diez Canseco, Carlos Tapia y Félix Jiménez, entre otros.

El problema de Verónika Mendoza es creer en un Frente Amplio que no tiene nada de frente ni nada de amplio. Es la envoltura artificial de Tierra y Libertad, marca política de propiedad de Marco Arana. Más escritura pública que estado de ánimo popular. Mendoza no parece ser consciente de que su liderazgo en el Frente Amplio y en la izquierda duró lo que duró su paso por la primera vuelta electoral, aunque el reciente segundo congreso haya buscado relanzarla en soledad. Su caudal adicional de votos de entonces, todos prestados y migratorios, ya no lo acompaña más por calles y plazas. Su recuerdo puede servirle, eso sí, junto con su entusiasmo y carisma, para poner los pies en la tierra, esto es para conquistar nuevas adhesiones, construir un partido democrático de masas y no de capilla y evitar cobrar diezmos que se parezcan a los multiplicados por mil de los Humala-Heredia.

Sería sin duda deseable tener en la vida política del país a una izquierda vital, pensante y democráticamente representativa, pero alejada ya de una supuesta existencia basada en partidos nunca inscritos, en frentes nunca reconocidos, en liderazgos de un canibalismo feroz y en esfuerzos de unidad que se hacen añicos todo el tiempo. Esta misma izquierda vive también de la ficción de que puede ser poder detrás del poder. Nunca vive de la realidad de que puede ser alternativa real de poder.

Este es el mundo surrealista en el que se ha metido Verónika Mendoza. Si allí se siente como pez en el agua, entonces ella misma es otra ficción en potencia.

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