Es urgente una convivencia pacífica que pasa por bajar el tono y hacer un necesario cambio de Gabinete con personajes dialogantes y con manejo político. (Foto: Archivo El Comercio)
Es urgente una convivencia pacífica que pasa por bajar el tono y hacer un necesario cambio de Gabinete con personajes dialogantes y con manejo político. (Foto: Archivo El Comercio)
Diana Seminario

Cuando en abril del año pasado Fuerza Popular se hizo de la mayoría absoluta en el Congreso y Keiko Fujimori pasó a la segunda vuelta con Pedro Pablo Kuczynski, el mensaje de los electores fue claro: querían un gobierno que continúe con el modelo de desarrollo que en los últimos 25 años permitió a miles de peruanos dejar la pobreza. El retroceso que significaba Verónika Mendoza había sido desterrado en las urnas.

El sorprendente resultado de la segunda vuelta, en la que Pedro Pablo Kuczynski ganó las elecciones “raspando”, como él mismo admitió, obligaba a replantearse el escenario y echar mano de la política para que el Perú recuperara los cinco años perdidos durante el período Humala-Heredia. Era urgente sanar heridas de campaña, actuar con madurez, guardar los antis y tener la grandeza de los vencedores. Pero eso no ocurrió.

Ha pasado un año, y la crisis política está tocando su pico más alto, el enfrentamiento entre el Ejecutivo y el Parlamento parece no tener fin y la economía está paralizada. Ese no fue el mandato de los ciudadanos.

La convivencia no ha sido fácil. La mayoría parlamentaria le dio el voto de confianza al primer ministro  y luz verde al pedido de facultades legislativas del Ejecutivo. En el camino censuraron al ministro de Educación e interpelaron al ahora ex ministro de Transportes Martín Vizcarra.

Jugarse al todo por el todo por el ex ministro Jaime Saavedra e insistir tercamente en la viabilidad de la adenda de Chinchero fue estirar demasiado. Ahora, con la situación del ministro de Economía, , a cuestas, pareciera que la pita estuviera a punto de romperse.

El asunto está entrampado, Thorne no renuncia y prefiere que el Congreso lo censure, y el oficialismo podría entrar a una guerra en la que tiene las de perder.

Nunca es tarde para rectificar y, aunque suene repetitivo, es urgente una convivencia pacífica que pasa por bajar el tono (Ejecutivo y Legislativo) y hacer un necesario cambio de Gabinete con personajes dialogantes y con manejo político.

Hay que reconocer que el encuentro entre Fernando Zavala y la presidenta del Congreso, Luz Salgado, le da un aire al jefe del Gabinete. Esperemos que sepa administrar ese oxígeno y pueda replantear sus estrategias, justo cuando personajes que alentaban el antifujimorismo e intolerancia con quienes pensaban distinto, han sido despejados de su entorno.

Hace bien Thorne en mostrarse conciliador con el Congreso en la entrevista publicada ayer en este Diario. En cambio, hace mal Mercedes Aráoz cuando, en diálogo con “Trome”, invita a Keiko Fujimori a dialogar, pero a la vez dice que “ella está en las sombras y no sabemos exactamente qué es lo que quiere”. ¿En serio cree que se puede plantear un acercamiento de esa manera?

La población está esperando gestos que bajen la intensidad al enfrentamiento. Que el Ejecutivo convoque a un Gabinete multipartidario y que la mayoría fujimorista destituya de una vez por todas al contralor Edgar Alarcón nos llevarían a pensar que no es tan difícil convivir pensando en objetivos mayores. Silenciemos los tambores de guerra.

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