Fuerza Popular ha logrado la mayoría aplastante de manera legítima, lo que en nuestro diseño institucional lo conduce, rápidamente, a usar casi sin límites ese poder. Le ocurriría a cualquier partido en su lugar. (Foto: Congreso)
Fuerza Popular ha logrado la mayoría aplastante de manera legítima, lo que en nuestro diseño institucional lo conduce, rápidamente, a usar casi sin límites ese poder. Le ocurriría a cualquier partido en su lugar. (Foto: Congreso)

De los cuatro ministros salientes, tres fueron producto de la relación tensa que se ha construido entre el Ejecutivo y Legislativo. Uno fue censurado (Jaime Saavedra), otro obligado a renunciar (Martín Vizcarra) y, finalmente, al último se le ha negado el voto de confianza (Alfredo Thorne). Todo esto en menos de un año, desde que PPK asumió la Presidencia de la República.

¿A cuántos ministros puede negar la confianza el ? ¿Cuántos ministros pueden ser censurados por el Congreso? En rigor, el número total de ministros, excluyendo al primer ministro. Es decir, el Congreso puede censurar o negar la confianza a todos los ministros que crea conveniente. Lo único que debe cuidar es que esto no suceda con el primer ministro. En este caso, solo puede hacerlo una vez. Si lo hace otra más, el presidente puede disolver el Congreso y convocar elecciones. Esto nunca ha sucedido. Nunca se ha disuelto constitucionalmente el Congreso, pues lo que hizo Fujimori fue un golpe de Estado.

Los probables escenarios de caídas de ministros se evitarán solo si la oposición se autocontrola, si la opinión pública decide movilizarse (‘ley pulpín’, la repartija) o el presidente solicita una cuestión de confianza de todo el Gabinete como mecanismo de freno, aun cuando con esto pueda quedarse sin varios ministros importantes.

Todo esto ocurre porque nuestro diseño institucional contiene todos los mecanismos de los regímenes parlamentarios, siendo el nuestro presidencialista: primer ministro, voto de censura, de confianza, de investidura, interpelación, disolución del Parlamento. El resultado es un híbrido con caras perversas. Pero la gran diferencia es que, en los regímenes parlamentarios, el gobierno no puede tener al frente a una oposición con mayoría parlamentaria, pues justamente el gobierno nace de un partido o coalición de partidos.

En consecuencia, el escenario que vivimos no lo vive un país con sistema presidencialista. Incluso en Estados Unidos cuando Barack Obama tenía ambas cámaras con mayorías opositoras podía gobernar con su personal de confianza, sin que el Congreso se encargue de separarlos. No existen en el país del norte figuras como la censura o el voto de confianza.

Somos, pues, un ave rara, que ha configurado un híbrido que muestra su peor cara cuando las fuerzas políticas están ordenadas como las de ahora, en donde el gobierno es extremadamente débil y al que se le debilita más, reduciendo su capacidad de gobernar.

Fuerza Popular ha logrado la mayoría aplastante de manera legítima, lo que en nuestro diseño institucional lo conduce, rápidamente, a usar casi sin límites ese poder. Le ocurriría a cualquier partido en su lugar. Así pasó con el Apra en la década del sesenta con el gobierno de Belaunde, donde censuró a diez ministros, interpeló a muchos más y debilitó tanto al gobierno, produciéndose niveles de ingobernabilidad y posterior golpe de Estado.

Una oposición con esa fuerza siempre verá, imaginando que es sincera, que su labor es profiláctica y justiciera. Si ahora se salvó Basombrío es porque estuvo cerca de la salida de Thorne. En cada ministro hay, pues, un potencial títere sin cabeza. El camino que se está trazando es de un juego extremadamente peligroso, más si faltan cuatro años de gobierno. Un juego donde nadie gana y todos pierden. Un juego de tronos.

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